543 Linarejos, sintonía armoniosa con todo lo creado.

543     Linarejos, sintonía armoniosa con todo lo creado.

En este tiempo de Navidad la Virgen en su advocación de Linarejos se presenta ante nuestros ojos con el especialísimo e inmaculado título de Purísima Concepción.
María es la llena de Gracia. La Gracia Plena. El Arca de una Nueva y Eterna Alianza. El Arca del Celestial y Divino Paraíso.
A través de Ella nos llega el inmenso caudal y la gratificante plenitud de la blancura más perfecta, de la pureza más exquisita.
Por otro lado y en sintonía armoniosa, y singular, con toda la creación, Ella es, a su vez, toda esperanza, clamorosa dicha, princesa soberana, plena realeza.
Los días ocho y dieciocho de diciembre, son dos días especialmente significativos para María y para todo el mundo cristiano. María se balancea amorosamente entre la valiosa realidad de estos dos importantísimo dones: la Esperanza y la Inmaculada.
En ellos, en estos días, la Inmaculada se viste de Esperanza; y la Esperanza Inmaculada se viste de plenitud, de grandeza, de dulce y tierno cariño.
Desde el 25 de marzo en el sagrado vientre de la más sagrada mujer, anida  la más sagrada de las semillas: la semilla de Dios. Y esa semilla tan excelsa, cuajara en flor y fruto, y llenará el mundo de su gran Tesoro. Y todo sucederá de una manera sencilla, con la corriente normalidad con la que suele actuar Dios.
En Belén no habrá sobresaltos, ni riquezas, ni espectáculos, ni grandes titulares. Allí  de manera normal se realizará lo grandioso. Allí, de manera silenciosa nos llegará  la luz y el fuego: la Vida. La Voz de Dios llegará entre la sublimidad de un silencio enriquecedor; un silencio del que estará ausente la notoriedad, lo llamativo.
Dios se hace hombre entre el especialísimo poderío de la más “exquisita” pobreza.
Los dones de Dios emanan de la humildad, de la sencillez, de la naturalidad; y siempre están lejos del engreimiento, de la prepotencia, del desapacible orgullo, de lo portentoso.
Dios, como en Belén, viene siempre a los corazones de aquellos que viven la misericordia, la mansedumbre, la ternura, el perdón …
La verdad de Dios es la verdad sincera que no enturbia la realidad. La verdad clara y nítida. La verdad suprema que emerge de sus más firmes y estables raíces.
Entre la verdad, la pobreza, la sencillez, la humildad se crea un hábitat en el que Dios inevitablemente se hace presente.
En estos días intensos acojamos con amor la llegada de nuestro Cristo y hagámoslo junto a María que es la Madre del Amor Hermoso; es la, por siempre bien llamada y con fervor aclamada, Virgen de Linarejos.


Publicada en Ecos de Linarejos                                     Navidad 2017