409 Gaspar, un apuesto comerciante.
Relatos
de familia.
En
estos días en Sevilla a fallecido un iliturgitano centenario. Nació el 6 de
enero de 1915. Casi toda su vida la pasó en Andújar, en donde tambien quiso ser
enterrado en el panteón familiar junto a su querida esposa Asunción. Vivió en
el lugar que antes se denominaba “Peso de la harina”. Confluencia de la calle Ollerías
con la calle del Ayuntamiento. Allí regentaba un comercio en una casa de
abolengo que aún pervive por su carácter de edificio de interés urbanístico.
Gaspar
Suárez Úbeda era un apuesto caballero de muy buena presencia y con grandes
dotes de comerciante. Su establecimiento en fechas de regalos se especializó en
juguetes y en figuras y casitas para Belenes. Durante la Navidad, el lugar, era
un hervidero de niños que entraban y salían, pues veían aquello con el
entusiasmo propio de esa edad en la que se conjugaba la inocencia y la candidez
con el afán de poseer aquellos “valiosos” juguetes, entonces un tesoro, que le
traerían los Reyes Magos. En aquellos tiempos, habló de hace 40, 50 o 60 años
las jugueterías no eran lo que son hoy, ni tampoco por supuesto los juguetes.
Sus
sobrinos, nosotros, los hijos de Micaela y Pastora esperábamos también ansiosos
aquellas fechas para ver aquel decorado mágico de juguetes de todo tipo,
entrábamos en la tienda y disfrutábamos, mientras el tío Gaspar lógicamente se
ponía nervioso por nuestras travesuras. Él no daba abasto para atender a los
clientes y a los pegajosos sobrinos.
Durante
las tradicionales fiestas de la Virgen de la Cabeza el Sr. Gaspar; tan querido
por vecinos, familiares y amigos; para la venta llenaba su establecimiento de
recuerdos de la fiesta, de imágenes de la Virgen de la Cabeza, de estadales y
todo tipo de objetos devotos y festivos que alegraban aquellas celebraciones
centenarias. Con elegancia y buen hacer Gaspar Suárez atendía a la clientela
que disfrutaba contemplando aquellos objetos que eran vivos recuerdos de
Andújar, su Virgen Morenita y su Santuario lleno de historia y grandeza.
Recuerdo
a la tita Antonia, su hermana, preparar con devoción y cariño aquellos
estadales que llevarían la devoción a la Virgen de la Cabeza por lejanos
lugares. En esta labor toda la familia colaboraba. Era un continuo fluir entre:
la devoción, el trabajo y el cariño. Todo era importante.
Otro
momento significativo para la familia Gutiérrez Amaro era cuando íbamos a ver las
Procesiones de Semana Santa o el desfile de las cofradías de la Romería, a
aquella casa de fascinantes entresijos y de infinidad de recovecos.
Lo
hacíamos en aquellos balcones en los que no nos perdíamos detalle. Unos estaban
más bajos otros más elevados, unos a una calle otros a otra, todo se
contemplaba desde allí. Era como estar en el cielo y con las mejores vistas.
Los
muebles, los enseres, los patios, todo en aquella casa era especial y como
niños curiosos y juguetones nos gustaba mirarlo todo, tocarlo todo, hasta
sentir allí el fondo de nuestro espíritu aventurero.
Y
mientras el tío Gaspar que no se fiaba de nuestras aventuras nos dejaba hacer
pero con la debida cautela. Siempre nos trató con cariño, sabiendo que por
nuestras venas bulliciosas e inquietas corría la misma sangre que por la de su
querida y amada Asunción.
¡Gaspar!
Cuantos recuerdos que ya se pierden en el tiempo, pues de tu jubilación hace ya
más de 35 años. Él estaba casado con Asunción Amaro, una distinguida y cordial
Señora, maestra ella, a la que los alumnos querían, respetaban y admiraban. El
matrimonio tuvo cuatro hijos y de ese fruto fecundo vinieron al mundo
posteriormente nietos y bisnietos que fueron la alegría de la familia.
Con
el enjambre de virtudes de los esposos, en los años 50, Gaspar y Asunción
formaron un hogar feliz, un hogar cristiano en donde se vivía con disposición y
frescura el amor, en un cada dia no ausente de dificultades.
Gaspar,
mi tío Gaspar, ha vivido largos años rodeado siempre del amor de los suyos y
del cariño de todos. Gaspar, te hemos querido, y tú con tu vida sencilla has
dado respuesta, día a día, a las exigencias de cada momento.
Allí
en Sevilla, ciudad festiva, ciudad Mariana, viviste tus últimos años.
Y
con la esperanza de quien sabe a dónde va, nos dijiste adiós, o más bien hasta luego,
o mejor aún hasta pronto.
Porque
fugaz es el tiempo y larga la eternidad; esa eternidad que disfrutaras junto a
tu querida, amada y dulce Asunción y junto a Dios fuente inagotable de un amor
infinito que siempre nos llena de grandezas.
Publicada
en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital 6 abril de 2015
Publicada
en Diario JAÉN 6 mayo de 2015