166       En Fátima el 13 de Mayo

El 13 de Mayo, Juan Pablo II, en Fátima y en un acto multitudinario  beatifico a los videntes de Fátima: Francisco y Jacinta; dos niños que juntó a Lucía tuvieron la dicha de ver y oír a María. Ello sucedió en 1917 y al poco tiempo morían los dos niños.
Estos niños recibieron de la Virgen un mensaje, un mensaje en el que los pilares fundamentales eran: la oración, la penitencia y  la huida permanente del pecado.
Por desgracia, que lejos vivimos hoy de lo que la Virgen dijo a los niños; hoy, imbuidos en una espiritualidad cómoda y sin compromisos exigentes, el mundo "cabalga"  lejos de la austeridad penitencial del mensaje de Fátima. Hoy,  la vida de estos tres niños es un ejemplo gratificante y enriquecedor; ellos vivieron con integridad el mensaje de María: pasaban sus días en oración, se mortificaban y hacían constantemente pequeños sacrificios para salvar a los pecadores, huían con prontitud del pecado, vivían por y para lo que la Virgen  les había mandado. Por otro lado eran amantes fervorosos del sacramento de la Eucaristía; esperaban el momento de recibir al Señor con gran ilusión y lo recibían con tal devoción que se notaba que entendían la magnitud de este gran misterio en el que Dios se hace pan.
MISA DE BEATIFICACIÓN DE LOS PASTORCITOS DE FÁTIMA 
Qué pena que los hombres y las mujeres de hoy con esas inteligencias tan cultivadas entendamos tan mal estos misterios de Dios  y a la vez disfrutemos tan poco de esas realidades sobrenaturales.
Las vidas de Francisco, Jacinta y Lucía son un aldabonazo para este mundo nuestro que camina alejándose de Dios, que camina buscando en la diversión de lo pasajero unas pautas a una felicidad que no acaba de llegar.
Hoy muchos, si leyeran la vida de estos tres niños, encontrarían en su mensaje una gran paz, una gran esperanza, una inmensa felicidad. Indudablemente habría otros a los que esto no les diría nada; de todo tiene que haber en esta viña del Señor que es el mundo; pero lo que no cabe duda es que  este mensaje nos abre a Dios, nos abre a ese Padre misericordioso que lleno de cariño abraza, siempre, al hijo pródigo.
Yo me he emocionado, en muchas ocasiones, leyendo la vida de estos tres pastores, que llenos de inocencia alcanzaron a descubrir en sus vidas, pequeñas vidas, la inmensidad de todo un Dios. Ya el evangelio menciona que Dios ocultará muchas cosas a los sabios y entendidos y  se los dará a conocer a la gente sencilla.


Publicado en Diario JAÉN   26 -  5 – 2000

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