167    Hambre en África


Hoy siento  especialmente el impulso de escribir; es un impulso fuerte, decidido; un impulso que sobrepasa cualquier medida. Este impulso podría adentrarse, además, en el  enigmático engranaje de lo conveniente y necesario, visto desde la perspectiva de lo estrictamente razonable. Es una fuerza que envuelve mi ser, un ímpetu contagioso, un deseo ferviente de trasmitir.
El mensaje que quiero exponer lleva adherido el sello de lo terrible, ¿O no es terrible la fuerza aterradora del hambre en África?  ¿O no es aterrador el vendaval de la muerte que, por hambre, acucia a gran parte de este continente?
Hambre y muerte
En  estos días, estamos viendo por televisión: seres humanos famélicos, esqueléticos; y es repugnante pensar que esto pueda suceder en el año 2000. Es triste comprobar cómo el ser humano está todavía muy lejos de actitudes solidarias; actitudes solidarias: reales, eficaces, exigentes; seguimos dando lo que nos sobra e incluso algo menos, pero no nos preocupamos de darnos, de entregarnos, de sumergirnos en los problemas de los demás, para de esta manera salvar a todo hombre y a toda mujer. Damos la calderilla, pero ni metemos la cabeza en estos problemas, y -aún menos- el corazón. La cabeza la dejamos para nuestros proyectos egoístas y el corazón para lo estrictamente nuestro. Todo es nuestro y todo es para nosotros. Quizás, dada la fuerza de nuestro egoísmo recibamos del Señor Jesús, el terrible reproche: "No os conozco".  ¡Pero señor!  - le diremos- : “No hemos ido a Misa, no hemos asistido a triduos y novenas, no hemos acompañado tus sagradas imágenes....”; y el Señor seguirá insistiendo: "No os conozco"; y no nos conoce por qué nos hemos olvidado de amar, nos hemos olvidado de construir una sociedad justa; un mundo más solidario más preocupado de salvar al hombre, al ser humano.
Es fácil escudarse en las estructuras sociales, en las instituciones, para decir que son ellas las que tienen que resolver estos problemas; ellas: las instituciones, tendrán que colaborar, que organizar, que trabajar para la consecución de estas nobles causas, pero tú y yo también, cada uno desde su pequeña parcela. Hay un punto de Camino, del beato Josemaría, que dice: "De que tú y yo nos portemos como Dios quiere dependen muchas cosas grandes" :¡Tú y yo!  La grandeza de la vida está en lo pequeño. Tú granito de arena es de una gran valía. Una gran maquinaria se compone de miles de piezas pequeñas y ninguna de ellas sobra, todas son fundamentales.
Quizás con nuestro pequeño esfuerzo consigamos hacer  de África un lugar para la vida y no el infierno del hambre que es actualmente en tantos lugares.
África en el corazón, África en el alma, África en nuestros labios y fundamentalmente África en nuestros actos; porque África necesita nuestro apoyo, para que la muerte se transforme en vida, el hambre en abundancia, la guerra en paz, las violaciones en amor y la injusticia en justicia.

Publicado en Diario JAÉN   6 -  6 – 2000

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