A mi querido amigo Ángel Martínez Martínez
Fundador del grupo de teatro "Lapsus de Talia" en el IES Reyes de España de Linares

93  La fuerza de la amistad.

La amistad es ese pilar fundamental sin el cual el ser humano ve su vida un tanto truncada. La vida si falta ese eslabón prioritario  perdería un ingrediente especial, ella carecería de encanto,  porque estaría ausente algo muy entrañable.
La persona que no goza del don de la amistad tiene el peligro de hundirse en una soledad que puede sumergir sus actos en el pozo de todos los desalientos.
Este es un tema apasionante que conviene tratar, pues es bueno convencerse de que la amistad es un claro signo de  riqueza interior. Cualquier ser humano que vive volcado en construir con sus acciones un monumento, un digno monumento, de servicio, es sabedor del valor de la amistad y por lo tanto: La cuida, la estimula, la saborea, la vive y la potencia.

Yo tengo un amigo muy especial, un amigo que sabe ofrecer todo lo mejor que tiene para entregarse al servicio de los demás, un amigo que siente la vida muy cerca de los suyos, que no es indiferente a los problemas de los que con él conviven
Ángel es el nombre de este mi gran amigo, su nombre esta grabado con tal fuerza en mí, que ya lo tengo considerado como sinónimo de amistad, una amistad: leal, sincera, auténtica, gratificante...
Ángel es el custodio de mis acciones, el impulsor de una forma distinta de vivir; porque él lo hace, él vive: con nobleza, con sencillez, con generosidad, con fortaleza...
Él: mi buen amigo Ángel, ha sufrido ¡Y mucho! Pero ha sabido sufrir como un valiente; ha tenido que afrontar situaciones difíciles, pero ha sabido recibirlas con resignada paciencia, con recia serenidad.
Ángel es compañero de  sus compañeros.Y en él, siempre, todos hemos visto la trascendencia de tener una persona  en la que uno puede apoyarse.
Acompañándole en el día de su jubilación hemos estado sus familiares, sus compañeros y sus amigos; todos hemos gozado, hemos sentido la fuerza de su cariño y hemos logrado saborear la huella de la emoción; emoción que ha llegado a nuestros ojos, que se ha reflejado en nuestro  rostro, que se ha notado en nuestra alma. Todo, aquel día, llevaba el sello de algo valioso: que, como un gran tesoro, había que custodiar. Cuando la emoción es auténtica se paladea, con ella se disfruta y nos sirve de estimulante bálsamo que llena nuestras vidas, llevándola por los parajes de la ilusión. Pero tras la emoción siempre hay un alguien, una persona entrañable y querida; siempre hay un hecho, un acontecimiento, un suceso...
En este caso  el hecho que nos aglutinaba, que nos reunía, era la amistad; esa valiosa amistad que siempre, siempre, vale la pena y junto a la amistad nunca falta el amigo, ese amigo al que sus compañeros, en ese día de su jubilación, hemos brindado el estimulante testimonio de  nuestro sincero cariño.


Publicado en Diario JAÉN    3 -  1 - 1999