153          Club Antara...1972



Sucedió un día de invierno, en Jaén, el atardecer llegaba a la ciudad con prontitud y la noche inundaba el horizonte de  oscuridad. Yo frecuentaba entonces, allá por 1972, un club juvenil: El club Antara. Un club en el que se recibía una formación humana y espiritual rica y apasionadamente atractiva. Aquí lo superficial sobraba: se estudiaba, se aprendía, se convivía con cariño, se recibía  buena y sólida formación cristiana. Miembros del Opus Dei se encargaban de dar esa formación; una formación con la que nuestra alma recobrada un estimulante aliento. Aquello era una aventura, una aventura exigente pero deliciosa. Dios  estaba allí: se notaba, se percibía...
 Aquel día, para mí, no fue un día cualquiera; y es por ello por lo que aún, 28 años después, la viveza del recuerdo permanece en mi alma. Llamaron a la puerta, con presteza abrí, llegó  un sacerdote: un sacerdote con aire distinguido. Él se presentó, era D. Ramón Romera. En la sala del piso estábamos esperándole un grupo de jóvenes, una luz tenue nos alumbraba, el ambiente era cálido, el aire era especialmente puro; iba a empezar una meditación. D. Ramón nos iba a hablar de Dios y de las cosas de Dios, del hombre y de su espíritu. ¡Nos iba a hablar: y nos habló! Lo hizo con  entusiasmo, con una dialéctica atractiva, con la destreza de un versado orador; versado orador que hablaba de Dios con la sabiduría: contagiosa y aplastante, de quién lo trataba con frecuencia. Dios para Don Ramón era un ser cercano, próximo... El horizonte de su rica vivencia interior nos lo contagiaba.
Quién conozca a D. Ramón, seguro que al escucharle ha experimentado esa misma sensación. Los hombres de  Dios son un reclamo extraordinario de su Señor.
Lo sucedido aquel día esta escrito con fuego en la historia de mi vida; era la joven historia de una persona que buscaba a Dios y que lo encontró allí; allí en aquel lugar, bajo el aliento estimulante de un "santo" sacerdote. Sacerdote que nos abrió los ojos del cuerpo y los del alma a una espiritualidad: Nueva, original exigente, combativa, atrayente, estimulante y eficaz. Dios desde entonces conquistó mi alma. Aquello fue el preludio de un camino  lleno de satisfacciones, de esperanzas, de ilusiones.  Dios, también, a partir de entonces me hizo el regalo que una vocación inmerecida. Mi "fíat", mi "sí" incondicional a Dios, se ha repetido, día a día, hasta hoy; aunque en  ocasiones ese "sí" ha sido un balbuceó confuso lleno de hechos contradictorios y de mediocridades estériles.
Aquel club, en el que por entonces participó con entusiasmo y con ilusión Joaquín Pelaez, hoy ha extendido su labor y son Valdeazores y Moraleda los depositarios de una herencia, que comenzó en la década de los 60 y que hoy se ha enriquecido por la constancia de unos hombres. Hombres que han hecho de la fidelidad a Jesucristo un foco luminoso, que resplandeciente emana, con fuerza vigorosa, del fondo de sus almas

Publicado en Diario JAEN     1 -  3 – 2000

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