Carta
dirigida a mi amigo y compañero Miguel Ángel Tiscar, profesor de Matemáticas de
ES
100 Informatizar la
Eternidad
El personaje real de esta historia hasta en su nombre
lleva el sello de un arte grandioso qué ha quedado inmortalizado, pero él no
quiere caminar conmigo por los parajes de la Eternidad. Eternidad que llenaria su alma de paz, de sosiego y de
esperanza. Él, se quiere quedar con la poética eternidad escondida en los
inacabables bosques de esa tierra suya;
él, se queda ahondando en la ciencia: su ciencia, la ciencia del mundo,
buscando en ella ese rico tesoro que esconde; él, busca la amistad sincera de
sus buenos amigos; él, ama la vida y la sabe vivir intensamente. Pero, como
digo, se olvida de que también es importante programar la Eternidad: vivir la Eternidad; prepararse,
con el ordenador en la mano, a afrontar el reto de la Eternidad; porque en la
Eternidad la caducidad de lo finito se transforma en un infinito permanente.
Allí, en el cielo, sólo sirven las matemáticas de
Dios, el ordenador de Dios, el programa de
Dios y la excelencia de la definitiva ciencia de Dios.
Querido amigo: contigo quiero doctorarme en la informática
del espíritu, hacerme catedrático en sabiduría divina, y alcanzar, apoyado en
tú ciencia, ese cielo nuevo que conecta la finitud de lo real con la infinitud inconmensurable de lo trascendente.
¡Ah, se me olvidaba! Espero que conmigo algún día recorras
los parajes de esa Cazorla celestial que aún desconoces, pero que los dos hemos
de informatizar. Un abrazo.
Publicado en Diario JAÉN 10 - 2 - 1999