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defensa de la familia.
En este tiempo en el que ya perfilamos los rasgos de una
Navidad inminente, quizás sea bueno hablar de un tema tan entrañable como es el
de la familia.
La familia es una apasionante razón para vivir la
esperanza; esperanza en un mundo que debe buscar los cauces para profundizar en
sus raíces, y estas raíces sólidas deben propiciar la instauración de
un progreso evidente y realmente eficaz, y ello pasa por el esmero en el
cuidado de la familia.
Fuera de la familia todo es desolación, desasosiego, intranquilidad,
penumbra y oscuridad. Sin una familia estable nuestros hijos: niños y jóvenes,
sufren la triste desolación del abandono. Muchos desequilibrios emocionales de
nuestros jóvenes, provienen hoy de las desavenencias y rupturas de aquellos que
les engendraron a la vida.
Hoy, en vez de que la sociedad propicie una defensa
inequívoca a la familia, sabiendo que se defiende un gran tesoro, se ataca, en
ocasiones además, sin piedad, buscando la destrucción de algo de tan alto
valor. Y esto es tan dramático como querer destruir la misma vida.
No se entiende la explosión generalizada procurando
deteriorar algo tan sagrado. Debemos de parar esta oleada que se nos mete con
mezquina facilidad, aniquilando desde los cimientos la estructura básica de una
sociedad equilibrada.
La sociedad debe de reaccionar enérgicamente para
proteger una institución de tanto alcance social-, y sin la cual la felicidad
se hace impensable e imposible.
Dentro de los medios en los que más se ataca a la familia
se encuentran el cine y las series televisivas, que con su afán desmesurado de
lucro, al precio que sea, y cueste lo que cueste, está llenando de adulterios, infidelidades,
rupturas y pornografía un espectáculo que podría tener una visión más real y
formativa de la vida, originando con este deterioro un descrédito social que va
minando el sentido profundo de la misma estructura familiar. Y este espectáculo
falto de creatividad, de originalidad, y por supuesto de ética, lo tenemos a
diario, a través de la televisión en nuestros hogares, desde por la mañana
hasta por la noche, en dosis excesivas y difíciles de contrarrestar. Hoy los jóvenes
–ellos sufren más estas deformaciones- pueden ya alcanzar índices peligrosos de
ingestión de imágenes que deterioran sus mentes, “habituados” ya ha recibir por
desgracia tanta basura. ¿A ver quién es capaz después de limpiar a estos pequeños:
niños y jóvenes, de tanta degradación, de tanta inmoralidad, y de tanto inmundo
libertinaje?
Hay otros medios hoy, a través de los cuales se ataca,
también frecuentemente, este don que es la familia, pero esta pincelada es
suficiente para que sepamos valorar lo que vale, estimar lo que es digno de la
más alta estima, y no echemos -cada día- más tierra, o lo que es peor fango,
sobre nuestro propio tejado.
Publicado en LA VOZ DE ALMERIA 27 del 11 de 1996