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Vivir sin crear problemas
Hemos de aprender a vivir sin crear problemas. La vida es
difícil y a veces nos complicamos y complicamos a los demás. Hay personas que
no construyen, que no elaboran cada día desde la sencillez, sino que: buscan la
pelea, buscan el ineficaz reto del
enfrentamiento continuo; no entienden: de paz, de sosiego en el alma; y por el
contrario entienden: de contienda, de
creer que son más y mejores; sólo
entienden: de molestar, de apabullar, de incomodar.
Quien crea problemas, es ya en sí mismo un auténtico
problema. Con estas personas normalmente se crea un ambiente de violencia
solapada, de rigidez dialéctica, de incomodidad, de ansiedad, de un qué pasará,
que destruye: fines, propósitos y objetivos. En una reunión, en el trabajo, en
la familia, siempre se espera con temor y cierta dosis de intriga la salida de tono del que le gusta provocar:
para ser el centro, para destacar, para enredar, para destruir. Pero estos
provocadores insensatos siempre acaban siendo víctimas de sus propios errores,
los demás no son felices a su lado y acaban huyendo dejando al insensato sólo;
sólo y esclavo de su propia miseria. El “olor” de su maldad provoca la huida.
Por favor: sea amable, sea comprensivo, sea respetuoso,
sea tolerante, sea sencillo, sea cariñoso, sea leal, sea veraz, sea cordial … Y
por favor no sea: repelente, ingrato, desagradable, agresivo, violento,
orgulloso, problemático.
Haz agradable la vida a los demás y Dios premiará
gratamente tu lealtad a la vida, tu distinguido tono de sobresaliente humanidad
Publicada en Diario JAÉN 18 de septiembre de 2013