596. María y Jesús, oración y diálogo.
Aprovechando este mes de mayo, que es el mes dedicado a
María, vamos a hablar de oración, porque desgraciadamente hay muchas personas
que, aun llevando mucho tiempo viviendo una vida cristiana, no saben rezar, no
saben hablar amigablemente con el Señor y con la Virgen. Y esta imposibilidad
les priva de un trato con Dios o con María que daría una gran eficacia a su
vida cristiana y que abriría unos nuevos y formidables horizontes de
incalculable valor; pues estarían llenos de fe, de esperanza y de amor.
Yo, gracias a mis padres, desde muy pequeño empecé a
rezar y con ellos di los primeros pasos y fui aprendiendo, no sin dificultades.
Después en la adolescencia conocí el Opus Dei y allí
gracias a la constante perseverancia de muchos, y gracias a la enseñanza de San
Josemaría mejore de una manera dinámica mi oración.
Y desde que leí Camino me gusto y me fue tremendamente
útil este punto que dice:
o
Me has escrito: "orar es hablar con Dios. Pero, ¿de
qué?" -¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos,
ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de
gracias y peticiones: y Amor y desagravio.
En
dos palabras: conocerle y conocerte: "¡tratarse!"
Con este punto y otros muchos, di los primeros pasos en
este nuevo aprendizaje. Aprendizaje que me abrió perspectivas nuevas,
horizontes espectaculares.
Ahora agradezco a Dios estos conocimientos que me han servido
en muchas ocasiones para orientar mi vida.
Han sido brújulas, guías para andar decididamente y con
audacia por los caminos de Dios y por los caminos, a veces tortuosos, de este
mundo nuestro, que en tantas ocasiones es ajeno a la vida, ajeno a la fe, ajeno
a la realidad plena del ser humano.
Y aquí en las siguientes frases, hay otras ideas
relativas a la oración, que nos pueden ayudar en los momentos difíciles, cuando
es complicado que la oración fluya con facilidad, dicen así:
¡Y, en tu meditación! tú enciende el fuego.
A eso vas a la oración, a hacerte una hoguera, una
lumbre viva: que dé calor, que dé luz, que dé vida, que dé amor.
Por eso cuando sientas que te apagas, si no puedes echar
en el fuego grandes troncos, echa las ramas, las hojas…:
o
Echa pequeñas oraciones vocales, deseos de mejora,
deseos de ser luz.
o
Echa tiernas y enamoradas miradas a las imágenes de
Jesús y de María, miradas de pasión encendida, miradas -desde el corazón- que
sigan alimentando la hoguera.
La batalla de la oración no se gana en un día, pero
desde que haces el primer intento ya has conseguido el primer objetivo:
o
Comunicarte con Él y con Ella, tratarlos, contarle esas
cosas personales que te preocupan o qué quieres mejorar.
La primera batalla es el inicio de una gran aventura.
Una aventura que:
o
Acabará en la plenitud del verdadero enamoramiento.
o
Acabará en el culmen de un diálogo humano y divino.
o
Acabará en ese Tú a tú entusiasta con el que
conquistaras el cielo y el conocimiento en su plenitud de las grandezas de
Dios.
Publicada
en DIARIO DE ÁVILA Digital 4 de mayo de
2017