298 El drama de los campos de la muerte.

298   El drama de los campos de la muerte.

En África, la trata de esclavos se asocia a nombres que aun hoy nos recuerdan la tragedia.
Lugares como:
·        Goree, en Senegal.
·        Khao Kheow , entre Tailandia y Malasia.
·        El Castillo de Cabo Costa, en Ghana.
Este último lo visitó Barack Obama en el 2009 para rendir homenaje a las víctimas de esa trata inhumana.
Y dijo el presidente de EEUU:
·        "A veces toleramos la maldad"
Eso es precisamente lo que ocurrió durante años en Khao Kheow.
Un lugareño de la aldea de Ban Taloh nos dice:
·        “Todo el mundo sabía lo que pasaba en Khao Kheow, veíamos pasar a los Rohingyas caminando por delante de casa, a los jeeps que abastecían el campo... Pero callábamos por miedo a los traficantes".
Ahora, la estremecedora realidad comienza a aflorar.
Casi una veintena de residentes, víctimas, militares y funcionarios de Tailandia han reconocido:
·        “La existencia de un auténtico <<mercado de seres humanos>> en esta región selvática, cerca de la localidad de Pedang Besar”.
Aquí, la mafia local disponía, hasta hace muy poco, de decenas de centros de reclusión, eran:
·        Los “Campos de la muerte”.
Así los bautizó la prensa local.
Allí mantenían como rehenes a Rohingyas y bangladesíes:
·        “Hasta que sus familias pagaban un rescate para liberarlos”.
Un número indeterminado murió a causa de las privaciones o asesinados por los traficantes.
Tras años de permisividad, Bangkok lanzó una ofensiva contra este negocio ilegal, en estos días, desarticulando muchos de estos emplazamientos, pero provocando como efecto colateral que miles de víctimas de la trata quedaran en alta mar.
El principal campo de esclavos de Khao Kheow es un vasto villorrio de bambú y plástico escondido en la jungla que separa Tailandia y Malasia, no lejos de la citada Padang Besar.
Un destino:
·        “Al que sólo se puede llegar caminando a través de recónditas veredas a través de la foresta”.
·        “El calor tropical convierte la ascensión en una caminata extenuante”.
Una penalidad añadida para las víctimas, que tenían que recorrer kilómetros y kilómetros de jungla desde la provincia costera de Satún, donde eran desembarcados por los navíos.
Uno de los militares que custodia ahora el campamento nos dice:
·        “Este era el destino final, el mercado principal donde vendían a los Rohingyas”.
Y explicó Abdul Kalam, un activista de la comunidad Rohingya de Birmania.
·        “Hay otros muchos campos a lo largo de la ruta”.
·        “Algunos tenían que caminar durante días”.
·        “Lo sabíamos desde hace ocho años”.
·        “Nadie hizo nada”.
Y el gobernador de Satún, Dejrat Simsiri, admitió:
·        “Es difícil capturarlos porque caminan por las noches”.
El principal campo de esclavos de Khao Kheow incluía cerca de 40 habitáculos. Algunos edificados como si fueran jaulas de bambú, clausurado por una puerta. Los cautivos dormían sobre plásticos dispuestos sobre la tierra.
Un pequeño poblado que los uniformados creen que podía albergar hasta 1.000 prisioneros.
El director de la Oficina de Asistencia a los Rohingyas, alerta
·        “La gente no distingue entre ayudar a los Rohingyas y participar en el tráfico de seres humanos”.
·        “Hay 18 campos en Tailandia y 50 en el otro lado de la frontera, en Malasia”.
Y nos dice Abdul Kalam:
·        ¡No han muerto decenas, ahí han muerto miles!
El activista tiene razón. Muchos no sobrevivieron a este calvario. Bajando por un pequeño riachuelo, a una decena de metros del campo principal, los secuestrdores excavaron un cementerio. Talaron un claro en la foresta y comenzaron a horadar huecos en la tierra. Las fuerzas de seguridad desenterraron 53 cadáveres.
El “Mercado humano” de Khao Kheow se abastecía con los cargamentos de personas que traían los barcos desde la Bahía de Bengala y que dejaban en las pequeñas islas que jalona el litoral de Satún.
El Clérigo local, Ismael Madadam, director de la Oficina de Asistencia a los Rohingyas, ubicada en Songkla, reconoce que la población local participaba en el tráfico ilegal, y nos dice.
·        “No es algo nuevo. Llevamos casi 10 años con este problema. La gente no distingue entre ayudar a los Rohingyas y participar en el tráfico de seres humanos”.
Para Kraisak Choonhavan, integrante del grupo de Parlamentarios del Sudeste Asiático por los Derechos Humanos:
·        “Los sucesivos gobiernos tailandeses tenían conocimiento de la existencia de estos campos y no hicieron nada. La complicidad oficial en estos crímenes resulta alarmante. El Gobierno tiene que juzgar a los responsables”.
Mohamed Ekram es otro de los supervivientes de Khao Kheow.
Le dejaron salir hace ocho meses al desatarse una enfermedad generalizada entre decenas de reos.
Pensaba que escapando abandonaría la miseria.
No tuvo tanta suerte.
Menciona que pasó 12 días en un navío junto a 106 miembros de su comunidad. Sólo recibió comida la primera semana. Después, hambre.
Y nos dice:
·        “Nos desembarcaron en Phangnga. Nos detuvo la policía y nos llevó a Ranong. Allí nos vendieron de nuevo a los traficantes por 10.000 bath. Unos 268 euros”.
·        “Nos trasladaron a un gran barco y nos llevaron hasta Satún”.
·        “Tuvimos que andar un día a través de la selva hasta Padang Besar”.
Un chaval de 19 años coincidió con medio millar de prisioneros en Khao Kheow. Un nombre que vincula a toda clase de sufrimientos. Todavía muestra cicatrices en las piernas. Producto de las golpizas que sufrió.
Él nos dice:
·        Estuve dos meses en el campo.
·        No nos daban casi comida.
·        Había mujeres, niños.
·        Todos hacinados y sentados en las chozas.
·        Vi morir a unas 20 personas.
·        Vi como mataron a palos y puñetazos a uno de los presos porque su familia no podía pagar.
·        Había unos 15 traficantes, varios con armas.
·        Ayub, un negro, violó a una de las chicas.
El gobernador de Satún, Dejrat Simsiri, nos dice:
La presente acometida de Bangkok contra la trata esclavista acabará con ella. Desde hace 3 meses, las fuerzas de seguridad:
·        Han descubierto 74 campos de esclavos.
·        Han liberado a casi 300 rehenes.
·        Y han detenido a 33 personas.
·        Incluido un conocido empresario y ex dirigente político de Satún, Pajjuban Angchotiphan, alias Ko Tong, al que los medios tailandeses presentan como el gran padrino del tráfico de seres humanos.
·        Le hemos confiscado un barco que usaba para trasladar a los Rohingyas y una lancha rápida.
Y apostilla el gobernador:
·        El supuesto buque negrero permanece anclado en el puerto de Tam Ma Lang, no lejos de Satún.
·        Tenía capacidad para 250 personas.
·        Resulta difícil imaginarse a 250 cautivos hacinados en la bodega del pesquero reconvertido en plataforma de la trata humana.
·        El calor es bochornoso. El silo marítimo había sido habilitado con lámparas que iluminaban el recinto.
·        A primera vista se podría confundir con un simple carguero.
·        Pero se adivina su lóbrego cargamento al descubrir en el interior las singulares estructuras usadas como baños portátiles, que se han convertido en el signo distintivo de estos buques esclavistas. Se trata de cubículos de metal que se cuelgan al costado de la embarcación y que los pasajeros usan como entarimado desde el que hacer sus necesidades directamente al mar.
El pasado día 10 el diario 'The Bangkok Post' publicaba una columna de opinión en la que decía:
·        La peor parte de este vergonzoso negocio de compra y venta de propiedades humanas es que supone un retroceso”.
·        “Una vuelta al siglo XVIII”
Pero esta es, tristemente, la trata humana del siglo XXI.
Y antes de terminar comprobamos el estado de los “esclavos”:
·        Tutansasa sigue siendo una pura piltrafa. Un cúmulo de huesos y pellejo agrietado incapaz de incorporarse. Ni siquiera puede abrir las manos. Tiene los dedos agarrotados. Tampoco dispone de fuerza para levantar las piernas. El joven, de 28 años, respira con dificultad.  Y estima la doctora:                                                                                           "Lo trajeron hace más de dos semanas con una desnutrición muy grave. Tardará al menos seis meses en poder caminar".
·        Una valoración optimista porque Mumramut, que descansa en la cama contigua, lleva casi un año postrado. La penuria que sufrió en los campos de Khao Kheow fue tal, que su organismo no ha conseguido recuperarse. Le cuesta hasta hablar. <<No mejora>>, admite la especialista. La imagen de los dos pacientes, supervivientes ambos de estos centros de reclusión, sintetiza todo el tétrico simbolismo de Khao Kheow.
Fuente: El Mundo. Javier Espinosa. Khao Kheow.Tailandia. 5/2015 

Publicada en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital  15 julio de 2015