502 Una Cruz que nos guía.
“¿La Cruz sobre tu pecho?... —Bien. Pero... la Cruz sobre tus hombros, la Cruz en tu carne, la Cruz en tu inteligencia. —Así vivirás por Cristo, con Cristo y en Cristo: solamente así serás apóstol”.
San Josemaría. El
llamado Santo de lo ordinario, llamado así por su preocupación constante, a lo
largo de toda su vida, por llevar la santidad a todos los caminos y a todas las
encrucijadas de la vida, en Camino, como en este caso, y en otros muchos
escritos suyos nos habla de la cruz.
Lógicamente no
hay cristianismo sin cruz. Pero otra cosa muy, muy distinta es que los
cristianos entendamos, o queramos entender, profundamente este significado y
ésta profundo realidad teológica.
Cruz de Guía es
la revista en la que los linarenses
expresamos, de alguna manera, nuestro sentir cofrade.
Aquí expresamos
nuestros sentimientos, nuestras emociones, nuestras experiencias en lo relativo
a la vida cotidiana de las hermandades y cofradías.
Con pinceladas
de peculiar maestría intentamos en estas páginas dejar la huella de nuestras
realidades más profundas. La vida cofrade no es un añadido más, sin conexión
alguna con nuestra vida cristiana y con nuestra vida profesional, familiar y
social; muy por el contrario el peculiar sentido de cofradía da a nuestras
vidas una genuina y muy especial orientación.
El cofrade, no
es cofrade a tiempo parcial, al igual que no es cristiano a tiempo parcial, ni
es padre o madre a tiempo parcial. La vida cofrade al igual que la vida
cristiana lo absorbe todo. Todo queda sellado bajo el mismo signo de distinción
y con un sentido pleno de una muy especial pertenencia.
Somos
cristianos, somos cofrades y somos familia sin distinguir lo uno de lo otro,
sin fisuras, sin espacios de exclusividad. Y al igual que somos cristianos y
cofrades, como tal llevamos la cruz, llevamos la cruz de Cristo. Una cruz que
por ser de Cristo nos pertenece, nos obliga y condiciona totalmente nuestra
vida y nuestras decisiones.
La cruz es y
será el signo de distinción de un cristiano coherente.
Sin cruz no hay
redención. Sin cruz nuestra vida queda totalmente baldía, rota, pérdida …
Además nuestra
cruz cofrade ha de ser guía y estandarte de nuestra vida. De la Cruz de Guía de
nuestras cofradías y de nuestras hermandades no nos podemos quedar con su
belleza material, con su riqueza o con su arte; siendo esto importante deja de
serlo ante la prioridad de su profundo sentido cristiano y teológico.
Los cofrades
hemos de ahondar en la realidad que respecto a la cruz vivió Cristo. Jesucristo
con claridad durante su vida nos dice: “El que no coge su cruz cada día no es
digno de Mi”.
Por lo tanto
aquí no vale la ambigüedad, ni la incoherencia, sólo vale la aceptación plena
del compromiso con Jesucristo. Sólo vale la pesada cruz, esa pesada cruz que en
tantas ocasiones nos aprisiona y nos hunde en la plena realidad de nuestra
poquedad y de nuestra miseria.
La Cruz de Guía
de nuestras cofradías ha de indicarnos siempre el inequívoco Camino, ha de
indicarnos siempre la autenticidad de la Verdad y ha de indicarnos siempre la
realidad palpitante de la Vida en Cristo.
Si en nuestras
cofradías llevamos la cruz para deleite personal y nos olvidamos del sentido de
penitencia y de purificación lamentablemente hemos errado la profundidad del
misterio.
En muchas
ocasiones nuestras cofradías carecen de autenticidad porque en ella está
ausente el sentido primordial:
“Nos quedamos solo
con lo superfluo, con la vistosidad aparente, con la estética brillante y nos
olvidamos de las raíces cristianas, del ejemplo de Cristo, del evangelio, de la
iglesia, de la sociedad que sufre y que en tantas ocasiones necesita de
nosotros”.
Quizás
ofrezcamos un espectáculo inigualable de bella estética pero nuestras procesiones,
nuestro callejear penitencial, en ese caso, estaría faltó de lo más esencial,
de sus señales de identidad.
Qué pena
convertir una procesión en un espectáculo mediocre. Qué pena que no sepamos
ahondar en las raíces cristianas y dejemos que nuestras cofradías deambulen
entre lo irrisorio y lo superfluo.
A lo largo de
cientos de años hemos recibido ricas, valiosas, bellas, hermosas, e inconmensurables
tradiciones.
Y estas
tradiciones valiosísimas y enriquecidas por el sentido cristiano y trascendente
han de seguir siendo, ahora y siempre, evangelios vivos, fuegos que entusiasmen,
antorchas encendidas, focos de luz, horizontes de esperanza.
Pero todo esto
se consigue, un día y otro, con formación cristiana, con espíritu cristiano,
con sensibilidad y talante cristiano. Se consigue con la frecuencia de la
oración, de los sacramentos, de la conversión y de la limosna.
De esta manera
nuestra Cruz de Guía no será una Cruz de Guía repleta de arte pero vacía de
contenido, será la Vera-Cruz, la cruz auténtica e insustituible de nuestro Dios
y Sr. Jesucristo.
Y para terminar
quisiera hablar de la esperanza, esa esperanza que inapelablemente va siempre
unida a la cruz. Sin los tintes agradablemente verdes de la bella e
incondicional esperanza la cruz nunca sería guía, ni camino, ni faro luminoso
sería el foso insufrible y profundo de un amargo y triste final.
En nuestra
semana Santa de Linares, el Viernes Santo a la hora del crepúsculo, la Cruz de
Cristo en su Sagrada Expiración hace estación penitencial unido a la Esperanza.
María, la Esperanza, la Madre que, como esperanza y como madre acompaña al hijo
en esos tristes momentos de desolación y de amargura. Gracias a Ella la
desalentadora Expiración del Hijo no quedó en algo baldío, si no que riega de
fructífera redención todos los confines de la tierra.
Qué la
esperanza: Guía de nuestras vidas, conduzca la cruz de nuestro pasajero
destierro al puerto de la eterna bienaventuranza; puerto en el que con Dios
viviremos la felicísima experiencia de una semana Santa llena de gozo y
alegría.
Publicado en la Revista Cruz de Guía. Linares. Semana Santa abril 2017