216 Llega la Cuaresma y Francisco “levanta” su
voz.
Desde la Ciudad
del Vaticano. Nuestro queridísimo Francisco, “Levanta su voz y nos despierta”.
He aquí algunos
pasajes del Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2015, cuyo título es:
”Fortalezcan
sus corazones”.
El documento
está fechado en el Vaticano el 4 de octubre, festividad de San Francisco de
Asís.
Ese día tan
especial para Francisco y para todos los cristianos. Un día que nos habla: de
pobreza, de entrega plena, de generosidad desbordante, de amor tierno y
clemente.
Oímos al Papa:
<<< La
Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y
para cada creyente.
Pero sobre todo
es un: ”Tiempo de Gracia” >>>
La Cuaresma,
nos dice, es un tiempo de Renovación y es un tiempo de Gracia. Renovación y
Gracia. Conversión y Fe. Esperanza y Amor. Podemos centrarlo en: “Renovación,
Gracia y Amor”. A través de la Renovación nos convertimos y al convertirnos nos
llenamos de Gracia y la Gracia nos lleva, como de la mano, al amor.
Insiste
Francisco:
<<< Uno
de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es
el de la globalización de la indiferencia. La indiferencia hacia el prójimo y
hacia Dios es una tentación real también para los cristianos.
Por eso,
necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y
nos despiertan. >>>
La
globalización de la indiferencia es una realidad preocupante. Todo lo de los
demás nos da igual. Todo lo de la Iglesia tambien. Decimos con frecuencia: ¡Y a
mí que! ¡A mí, ni me va ni me viene! La indiferencia es una lacra social de la que
los cristianos nos hemos contagiado, con lo que hemos empobrecido lamentablemente
nuestro carisma y vulgarizado nuestra misión. Hemos dejado de creer y de dar
testimonio, nos hemos quedado adormilado y somos desgraciadamente presos de las
ataduras del mundo. Somos indiferentes a los graves retos de un mundo y de una sociedad
empobrecida material y espiritualmente y que necesita: nuestra luz, los
brillantes rayos de nuestra esperanza y las raíces firmes de nuestra fe. Todos
necesitamos a un Dios que vivifique y de calor a nuestro frío corazón de
piedra. Un corazón tremendamente deshumanizado.
Y continúa:
<<< Sin
embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través
de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él.
Así, la mano,
que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.
>>>
Cerrar la
puerta a Dios es, por desgracia, una triste realidad en nuestro tiempo, y asi
nos va. ¡Yo no lo conozco, dicen unos! ¡Yo no creo, dicen otros! Y de esta
manera a espaldas de Dios, el mundo se desvia de su meta y aparecen los tremendos
abismos, llenos de: incredulidad, muerte, violencia, tristeza, desaliento,
hambre, inseguridad…
Francisco en
este comentario, que viene, se acerca a la realidad cotidiana, a la proximidad
de nuestras parroquias:
<<< Lo
que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de
las parroquias y comunidades.
En estas
realidades eclesiales:
¿Se tiene la
experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo?
¿Un cuerpo que
conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos?
¿O nos
refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el
mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? >>>
Somos muy dados
a sentir lástima del mal y de la pobreza cuando los mismos están lejos de
nosotros y no nos compromete; y le damos de lado cuando esta junto a nosotros,
a nuestro lado. Por nuestro egoísmo, como el rico Epulón, no somos capaces de
ver a los pobres Lázaros de nuestras calles, de nuestros barrios, de nuestra
vecindad. Somos ciegos que no queremos ver a los menesterosos cerca de nosotros
en nuestras propias parroquias, en nuestra comunidad.
Y ahora reflexionemos
atentamente sobre este bello testimonio que nos deja Francisco:
<<< Hasta
que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con
nosotros, todavía peregrinos.
Santa Teresa de
Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el
cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo
hombre en la tierra que sufra y gima:
”Cuento mucho
con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la
Iglesia y para las almas”. >>>
La excepcional
grandeza de los Santos cada día nos descubre horizontes nuevos. Este relato de
Santa Teresa de Lisieux que nos cuenta aquí Francisco, personalmente no lo
conocía y, me ha dejado un sobresalto emotivo en el alma. Saber que los Santos desde
el Cielo se ocupan a cada instante de nosotros nos debe de dar una paz inmensa
y una seguridad plena y absoluta.
Publicada en “Cartas al Director,
Tu voz en la red” Digital 15 febrero de 2015
Publicado en Forumlibertas.com 18 febrero
de 2015