161 De vocación enfermo.
Tengo
un amigo, un gran y buen amigo que tiene una parálisis cerebral que le afecta severamente
a la psicomotricidad y además tiene un diagnóstico crónico de enfermedad mental.
La inteligencia la tiene bien y la memoria también. Se casó y tiene dos hijas
preciosas y una mujer a la que adora. Sus padres son extraordinarios, ejemplo de
dedicación plena a los hijos y en especial a él que es el que más lo necesita.
Su madre un ejemplo de virtudes y de sacrificio procurando evitar siempre el
sufrimiento de ese hijo suyo más necesitado por su enfermedad y más necesitado
también de amor y cariño. Pero en esta casa en donde habitualmente se palpa la
ternura y el amor, falta la fe, nadie ha recibido el inmenso don de la fe, ni
el inmenso don de la Gracia. ¡Dios sabrá por qué!
Y
en estas circunstancias resurge una vocación, una persona en la que Dios se ha
fijado, una persona que ha sido elegida. Porque él ha tenido siempre en su
interior el rescoldo de lo divino, él siempre ha soñado con Dios, ha querido en
todo momento respirar el aliento de lo divino, fortalecer la luz de su fe. Ha
querido llenar sus alforjas de esperanza, vivir en plenitud la caridad. Se ha
formado forjando en su alma, a veces solo, los rasgos de Cristo. Ha sabido
esculpir en él la figura de ese Jesús que: es amor, es también dolor, es
salvación; y: que es vida, que es camino.
Los
suyos, sus familiares no lo entienden pero por amor lo respetan.
¿Y
quién es nuestro personaje? Pues si nuestro personaje es nuestro enfermo Jesús.
Así
es Dios ha encontrado en la enfermedad la
buena tierra para que la semilla de la vocación diera fruto y entre la maleza
de una vida difícil, controvertida por el dolor, “atracada” por la enfermedad,
allí -en la contrariedad- Dios ha encontrado a su hijo. Un hijo de alma limpia
y de corazón sincero, una persona digna que lleva con orgullo vibrante su vida
cristiana. Su vida es una vida llena de fruto: trabaja, escribe, reza, asiste a
la Santa Misa, se “entiende” amorosamente con su Madre la Virgen, quiere a los
suyos y a sus amigos y a su entorno. Y ama porque sabe que Dios es amor y Dios
cautiva a los que le conocen y les cautiva porque de Él brota el cariño. Él,
Jesús, pues así se llama, como ya he dicho, mi amigo de su enfermedad ha hecho
una vocación; una vocación humana y una vocación divina. Una vocación de
servicio a Dios que es su Padre y de servicio a todos sus hermanos que son
hijos de ese Padre. Padre que salva, que salva amando y que ama salvando. Porque
nuestro protagonista y Jesucristo tienen en común una cosa importantísima, que los
dos han llegado a la salvación a través de las tinieblas de un: “duro y cruel”
sufrimiento.
Y
para terminar quiera Dios que sus preciosas hijas, alentadas por el ejemplo de
un padre cristiano y firme en sus convicciones, alcancen la luz de ese fuego de
la fe que nunca se apaga, y que el resto de su familia reciba el don de la
Gracia y puedan conocer de cerca el fantástico manantial de la esperanza
Publicada en “Cartas al Director,
Tu voz en la red” Digital 28 de octubre de 2014
Publicada en DIARIO DE AVILA Digital 30 de
octubre de 2014
Publicado en Forumlibertas.com 21 noviembre de 2014