331 El pan
bueno nutre el corazón de todos.
El
Papa nos dice:
<<Reflexionemos
cómo la familia vive ahora el tiempo de la oración.
La queja más frecuente de los cristianos consiste precisamente en el tiempo:
·
“Debería rezar más…: quisiera hacerlo, pero
a menudo me falta el tiempo”.
Esto, lo escuchamos continuamente.
El corazón humano busca siempre la oración,
incluso sin saberlo; y si no la encuentra, no tiene paz.
Pero para encontrar la oración, es necesario:
·
“Cultivar en el corazón un amor cálido por
Dios, un amor afectivo”.
¿Y yo os pregunto?:
·
¿Queremos también un poco al Señor?
·
¿El pensamiento de Dios nos conmueve, nos
asombra, nos enternece?
·
¿Una caricia de la cual nada, ni siguiera
la muerte, nos puede despegar?
Pero sólo cuando Dios es el afecto de todos
nuestros afectos, el significado de estas palabras se hace pleno.
Entonces nos sentimos felices, y también un poco
confundidos, porque Él piensa en nosotros. Pero sobre todo ¡nos ama!:
·
¿No es impresionante esto?
·
¿No es impresionante que Dios nos acaricie
con amor de padre?
¡Es muy bello, muy bello!
Podía simplemente darse a conocer como el Ser Supremo,
dar sus mandamientos y esperar los resultados.
En cambio Dios ha hecho y hace infinitamente más que
eso:
·
Nos acompaña en el camino de la vida.
·
Nos protege.
·
Nos ama.
“Si el afecto por Dios no enciende el fuego, el
espíritu de la oración no calienta el tiempo”.
Un corazón habitado por el afecto, por Dios,
convierte en oración:
·
Incluso un pensamiento sin palabras.
·
Una invocación ante de una imagen sagrada.
¡Cuánta ternura hay! Y qué bello es cuando las
madres enseñan a los hijos pequeños a mandar un beso a Jesús o a la Virgen:
·
“En aquel momento el corazón de los niños
se transforma en lugar de oración y es un don del Espíritu Santo”.
¡No olvidemos nunca pedir este don para cada uno
de nosotros! Porque el Espíritu de Dios tiene su modo especial de decir en
nuestros corazones:
·
“Abbà, es decir, Padre”
Nos enseña a decir Padre, del mismo modo como lo
decía Jesús, un modo que no podremos nunca encontrar solos (cfr Gal 4, 6).
En familia se aprende a pedir y apreciar ese don
del Espíritu.
Si lo aprendemos con la misma espontaneidad con la
cual aprendemos a decir: “Papá y mamá”, lo hemos aprendido para siempre.
Cuando esto sucede, el tiempo de la entera vida
familiar:
·
“Viene envuelto en el vientre del amor de
Dios, y busca espontáneamente el tiempo de la oración”.
El tiempo de la familia, lo sabemos bien, es un
tiempo complicado y lleno de gente, ocupado o preocupado. Siempre es poco,
nunca basta, hay tantas cosas por hacer.
El espíritu de la oración:
·
Restituye el tiempo a Dios.
·
Sale de la obsesión de una vida a la cual
le falta siempre el tiempo.
·
Reencuentra la paz de las cosas necesarias.
·
Y descubre la alegría de los dones
inesperados.
Buenas guías para esto son las dos hermanas Marta
y María, de quienes habla el Evangelio que hemos escuchado.
Ellas aprendieron de Dios la armonía de los ritmos
familiares:
·
La belleza de la fiesta.
·
La serenidad del trabajo.
·
El espíritu de oración.
La visita de Jesús, a quien querían bien, era su
fiesta.
Sin embargo un día Marta aprendió que el trabajo
de la hospitalidad, si bien es importante, no es todo, pero que escuchar al
Señor, como hacía María, era la cosa verdaderamente esencial, la “parte mejor”
del tiempo.
Que la oración brote de la escucha de Jesús, de la
lectura del Evangelio, no olviden, cada día leer un pasaje del Evangelio.
Que la oración brote de la confianza con la
Palabra de Dios:
·
¿Hay esta confianza en nuestra familia?
·
¿Tenemos en casa el Evangelio?
·
¿Lo abrimos alguna vez para leerlo juntos?
“El Evangelio leído y meditado en familia es como
un pan bueno que nutre el corazón de todos”.
Y en la mañana y en la noche, y cuando nos
sentamos en la mesa, aprendemos a decir juntos una oración, con mucha
sencillez:
·
“Es Jesús que viene entre nosotros, como
iba en la familia de Marta, María y Lázaro”.
Una cosa que tengo en el corazón, que he visto en
las ciudades:
·
Tú mamá, papá, enseña al niño a rezar, a
hacer la señal de la Cruz, esta es una tarea bella de las mamás y de los papás.
En la oración de la familia, en sus momentos
fuertes y en sus pasajes difíciles, somos confiados los unos a los otros, para
que cada uno de nosotros en familia sea cuidado por el amor de Dios. Gracias.>>
La
sobreabundante riqueza del mensaje del papa Francisco sobre la oración no
necesita más comentario.
Basta
la maestría de este mensaje singular y lleno de profundidad para entender
plenamente el sentido de la oración. Cada reflexión, cada anécdota, cada
detalle, cada comentario de este mensaje contiene la plenitud de una doctrina
clara y contundente.
Aprender
para vivir; vivir para gozar: gozar para ser feliz plenamente en el habitad indescriptible
de un amor divino y humano eternamente embriagador.
Publicada
en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital 3 septiembre de 2015
Publicado en Forumlibertas.com 3 septiembre de 2015