372 El
reclamo de los cipreses.
En este mes de noviembre el tema de referencia es
la muerte. La muerte en sí mismo no es un mal. Para los cristianos la muerte es
el tránsito entre la vida en la tierra y la vida en el Cielo.
Desde la antigüedad el ser humano tiene ese gran
interrogante sobre lo que habrá después de esta vida que todos conocemos. Todas
las creencias en una forma u otra hacen referencia a ese destino del ser humano
después de esta vida terrena.
Hay varios enigmas que son los que ocupan
fundamentalmente el pensamiento humano en cuanto se refiere a su existencia: el
sufrimiento, el origen de nuestra vida, el origen de la creación, la existencia
de Dios, la existencia del mal, la existencia de las catástrofes naturales, las
calamidades originadas por causas humanos.
Y como respuesta a esos interrogantes hay
infinidad de soluciones y cada uno intenta buscar la que va acorde: con su
mentalidad, con su educación, con sus creencias… Para muchas personas el no
creer en nada es la solución y viven, aparentemente, sin la preocupación de
esos interrogantes; lo que sucede es que cuando alguna desgracia aparece de una
manera decisiva en su vida la cuestión cambia.
Por ejemplo, respecto a estas cuestiones todo
cambia: sí se muere un ser querido, por ejemplo un hijo o una persona joven a
la que tenemos cariño; o si en nuestra vida sufrimos un accidente con graves
consecuencias para la salud o si tenemos que sufrir una grave enfermedad y más
si es durante largo tiempo o sí por diversas circunstancias tenemos una ruina
económica familiar o tenemos que sufrir una guerra. En estas circunstancias se
acentúa el pensamiento de: “Para que estamos aquí”; ese interrogante en esas
circunstancias coge fuerza y es más fácil que pensemos en el sentido de la vida
y en el sentido de la muerte y como no en la posibilidad de que Dios existe o
que por el contrario no exista.
Para la mayoría de las personas el enigma de la
vida y de la muerte es una constante para reflexionar.
Los que no creen en nada critican continuamente o
con bastante frecuencia a los creyentes por su forma de entender la vida o por
sus prácticas o por sus oraciones; los creyentes a veces también criticamos de
una forma u otra a los que no creen, porque según nuestros criterios no son
buena gente o no van por el camino acertado; pero muy pocos son los que se
preocupan por ofrecer a los demás una explicación del porqué de sus creencias,
o lo que es mejor un ejemplo de vida coherente; la mayoría creemos o creen que
todo esto, lo referente a la existencia y sentido de la vida, es una cosa muy
personal y que nadie se tiene que meter en la vida de los demás, y no es así,
porque lo que sucede a los demás también nos importa.
El destino en esta vida y en la Eternidad es una
cosa de tal trascendencia que todos estamos implicados y que todos estamos en
disposición de ofrecer a los demás criterios e ideas que puedan ayudar a
conocer a Dios y a conocer su destino en la tierra y en el Cielo. Por ejemplo
los cristianos no nos podemos quedar de brazos cruzados viendo la indiferencia
de los demás ante estas realidades; el futuro de todos nos interesa a los
cristianos.
Jesucristo nos ha dejado un mensaje, un mensaje
lleno de esperanza, un mensaje de amor; nos ha dejado también una doctrina y
como no su testimonio personal de entrega a los demás, incluyendo su propia muerte,
para que todos, hombres y mujeres, puedan ganar la Vida Eterna.
Y nosotros los cristianos no nos podemos
desentender de esta realidad, para nosotros no da igual ser o no ser creyentes.
Los cristianos con la firmeza que nos da la fe en
Jesucristo tenemos que vivir sabiendo que esta vida es un camino hacia el Cielo
y que a este Cielo Nuevo y esta Tierra Nueva tenemos que llegar todos, siempre con
nuestro compromiso apostólico de transmitir esta realidad a todas las gentes.
Nuestro cometido fundamental como cristianos
estriba en esto, en que todos conozcan a Jesucristo, y que a través de Él:
viviendo del amor y para el amor, lleguen el Paraíso.
Allí: no habrá luto, ni llanto, ni muestras de
fatiga. Allí habrá un Gran Festín, que si quieres puede ser para ti, y para ti,
y también para ti; sólo hace falta querer y amar: amar queriendo y querer
amando.
Y si estás despistado acude a Jesucristo, Él te
indicara el camino y te ayudará a superar lo más escabroso. Y si eres torpe
acude a María que ella como una buena Madre te ayudará a andar para que no
caigas con tanta frecuencia en la rutina del desamor y del desaliento.
Siempre adelante. Tú puedes y yo: contigo y con aquel
otro también; juntos podemos y alcanzaremos el fin y el: “Eterno para siempre”
será una realidad.
Publicada en “Cartas al Director,
Tu voz en la red” Digital 2
noviembre de 2014
Publicada en DIARIO DE AVILA Digital 1
noviembre de 2014
Publicada en Diario JAÉN
5 noviembre de 2014
Publicado en Forumlibertas.com 5 noviembre de 2014