149  Jubileo: Tiempo de  fiesta.

El año jubilar, en el que vivimos, es un año de gran alegría. ¡Pues! Jubileo es júbilo, tiempo: de felicidad, de paz, de gozo en el alma. Tenemos, este año, que olvidarnos de las mediocridades, y buscar en Dios una causa para seguir, con certeza, el impacto de un gran ideal.
De  este año jubilar, me ha llamado, especialmente, la atención tres cosas:
Primera.- La fuerza con que la Iglesia sigue hablando de conversión, de arrepentimiento, de penitencia... y lo hace  aconsejándonos -insistentemente- la participación en el cause, en el medio, más adecuado: la confesión. La confesión sacramental es el "instrumento" para descargar  nuestra alma de tanta basura acumulada; descargarla: de pequeñas faltas, y de otras: grandes y monstruosas.
¡Aprovecha este año y confiésate! Recobrarás: el sosiego, la paz, la esperanza, el consuelo, la alegría.... El Sacerdote es un instrumento, del que Jesús se sirve para perdonar, pero el fin es Dios: Dios que ama, Dios que busca, Dios que quiere...
La segunda cosa que me ha llamado la atención es que  se puedan ganar las indulgencias jubilares visitando a un enfermo, durante un tiempo prudencial. Para mí es un hecho emotivamente sorprendente y gratificante. Esto es, un claro indicio, de la grandeza humana de un Jesús que vive, especialmente, en el enfermo.
Jubileo: el  encuentro del hombre con Dios.
Por eso, además, cuando estemos  enfermos  debemos sabernos más cerca de Dios, debemos sabernos hijos predilectos de Él. ¡El dolor no es un mal! Es un camino para alcanzar las grandezas de Dios: es un camino para el Cielo. Es por ello, por lo que Jesús: sufre, padece, muere...; y lo hace, además, envuelto en el dolor.
Y la tercera, es que en este jubileo, el Papa también está interesado, en que los cristianos nos comprometamos, decididamente, con la doctrina social de la Iglesia.
En el fondo de todo el jubileo, esta: el  encuentro del hombre con Dios, un encuentro fantástico; un encuentro que trae consigo la opción por el hombre, la opción por el hombre  en su auténtica dimensión "sobrehumana".
El cristianismo no tiene sentido desde el egoísmo. El egoísmo nos aleja del hombre y nos aleja de Dios. El que no se abre a los demás: no encuentra Dios; y a la vez el que no participa de la vida de Dios, no aporta nada al ser humano.
Dios en este jubileo quiere enriquecernos, llenando de gracia las "ánforas" de nuestra vida. ¡Aprovecha la ocasión! ¡No defraudes al que te ama! ¡No te defraudes a ti mismo!


Publicada en Diario JAÉN  el   16 -  2 – 2000

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