156 Hacer atractivo el mensaje
cristiano
Cautivar, influir, seducir… Son intenciones, más o menos conscientes, que
dan forma a la mayoría de nuestras conversaciones en grupo o a solas con otro.
Tanto el lenguaje verbal, mediante la retórica, como el no verbal, a través del
“saber estar” dependiendo del contexto y del ambiente, juegan un papel
fundamental a la hora de despertar el interés de los contertulios a la hora de
hablar de cualquier tema, e igualmente para hablar sobre Dios, sobre
Jesucristo, sobre lo gratificante del mensaje de salvación en el que creemos
con firmeza. No solo vale querer transmitir hay que saber transmitir, poner
entusiasmo.
Convencerlos de nuestros puntos de vista o, simplemente, agradarlos y conseguir que se lleven una
buena idea de nuestras nobles intenciones son metas que, siguiendo
una serie de estrategias, se podrán alcanzar más fácilmente y nos podrán ayudar
a transmitir: ideas, sentimientos, valores, comportamientos, actitudes cercanas
a nuestra fe, a nuestras creencias, a nuestro estilo de vida siguiendo las
huellas de Jesús.
Los coach y expertos en psicología han tratado en
profundidad estas cuestiones, que se pueden resumir en algunas claves enfocadas
a causar una buena impresión, cosa importante para que nuestro mensaje llegue a
los demás.
Evitar aburrir identificando los signos que
denotan falta de interés. Si uno lleva varios minutos hablando y
nadie realiza preguntas, la conversación se convertirá en un monólogo, que
quizás no fascine tanto a sus oyentes. Cuando esto ocurre, lo más recomendable
es interpelar a alguno de los
contertulios o formularles alguna pregunta para que tomen el relevo
en la conversación, como indica Margaret
Shepherd. Para hacer atractivo el Cristianismo debemos hacer atractivo también
nuestro lenguaje, hacerlo cercano, dinámico, cautivador y vitalista.
Para no resultar pesados, la brevedad es una garantía de éxito. Si, además,
las intervenciones van acompañadas de simpatía, optimismo y positivismo,
entonces será mucho más sencillo generar empatía.
Mantén una escucha activa para lograr cautivar. Sorprendentemente, las personas que mejor impresión suelen causar son
aquellas que no copan las conversaciones, pero que son claras y cautivadoras en
sus intervenciones. Para ello, es imprescindible saber escuchar, dejar que los demás se expresen, y recoger
pistas sobre cómo ellos son, para adaptar el discurso propio al
tipo de persona y estado de ánimo. El simple hecho de dejar a los demás hablar
de sí mismos, de expresarse, genera una placentera sensación que los implicados
agradecerán a su oyente. Muy importante por lo tanto es dejar hablar, mostrar
nuestra preocupación: por sus problemas, por sus dificultades, por su trabajo,
por su familia, por su salud…
Y ahondando en lo anterior es muy importante generar
empatía interesándote por lo que hacen los demás para de esta manera mostrarle
nuestra cercanía, nuestro cariño, nuestro deseo de ayudar y darle a conocer el
atractivo y cautivador mensaje.
Si no somos lo suficientemente sociables como para emprender conversaciones
distendidas con desconocidos, la mejor y más sencilla estrategia, según
defiende Dale Carnegie en How
To Win Friends and Influence People consiste, simplemente, en preguntar.
Empezar por interesarse: por sus aficiones, por sus hobbies y a qué se
dedican, hará que tengamos hecho el 80% del camino, pues se podrá orientar la
conversación hacia esos aspectos, buscando
elementos en común y generando así empatía.
Las buenas historias no son fruto de la
improvisación
Para despertar interés en nuestras conversación sobre nuestras creencias hay
que tener buenas historias, buenas anécdotas que levanten expectación, algo que
no suele lograrse mediante la improvisación. Generalmente, las historias que
más entretienen son aquellas que ya han sido contadas en ocasiones anteriores, pero
que podemos completar, ampliar; es esto una experiencia que ayuda a mejorar la dramatización,
sabiendo, por ejemplo, dónde colocar las pausa o discernir qué aspectos resaltar
y cuáles obviar. El coach Scott Adams también apunta que suelen triunfar más las historias
que tienen a personas como protagonistas y se basan en cuestiones del
comportamiento humano. Si no, fíjense en los monologuistas.
La clave del carisma reside en el lenguaje no
verbal
Las palabras en sí mismas sólo representan el 10% de todo lo que se
trasmite a una persona desconocida durante una conversación. Todo el resto
depende del lenguaje corporal, del tono de voz, la estética, la retórica y
la grandeza del mensaje. La parte emocional cuenta mucho más que la meramente
informativa, por lo que sonreír, mostrarse apasionado, gesticular y modular
adecuadamente el tono de la voz serán claves. El carisma, más que mediante el
discurso en sí mismo, se trasmite
a través de la actitud con la que nos expresamos, tal como explican los
psicólogos Arthur Aron y Elaine Aron en The
Heart of Social Psychology. Si hablamos con apatía, desgana, tristeza, poco
podremos transmitir. El mensaje cristiano es un mensaje de esperanza y hay que
hablar con esperanza, con ilusión, intentando transmitir nuestra alegría y el
motivo de nuestra alegría. Tenemos que hablar de la doctrina revelada del Dios
que nos ama con paz, pero: con garra, con gancho; uniendo lo humano con lo
divino en una sintonía perfecta, en un entramado armónico que llegue al corazón
y remueva nuestras entrañas dirigiéndolas hacia el bien.
El tipo de ubicación estimula diferentes
sensaciones
El entorno determina nuestro comportamiento. El espacio estimula unas u otras
emociones, por lo que si somos nosotros quienes lo elegimos, debemos tener en
cuenta qué tipo de sensaciones queremos generar y si son sensaciones: de paz,
de sosiego, de ambiente distendido, de transmitir el sentido de la vida, de
equilibrio emocional, busquemos lugares aptos para la reflexión, para que
podamos meternos con facilidad en las realidades del espíritu.
Sé y empápate del mensaje que quieres transmitir
Si uno quiere ser una persona cristiana debe actuar como tal, creérselo y
orientar su vida personal hacia este fin. El camino más sencillo para mejorar
nuestro apostolado personal consiste en pasar tiempo con las personas. Si uno no actúa, piensa y vive de
manera acorde a lo que quiere proyectar, a su fe, la credibilidad será mínima.
Si uno quiere ser apóstol para los demás, la forma más fiable es tener una vida
ejemplar. Caminar para hacerse camino.
Publicada
en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital 14 de octubre de 2014
Publicado en Forumlibertas.com 17 de octubre de 2014
Publicada en DIARIO DE AVILA Digital 18 de
octubre de 2014