161    Un político insigne: López Rodó


A mediados de marzo, en días de reflexión electoral, moría Laureano López Rodó, insigne y destacado político de la época franquista. De él, de su talante, de su prestigio, de su valiosa personalidad, quisiera destacar tres aspectos: tres aspectos que son el compendio de toda una vida, tres aspectos que dejan entrever el carisma indiscutible de este gran hombre. Hombre entregado por entero a la causa del ser humano. Laureano, desde su opción profesional por el Derecho Administrativo, modernizo el país, elaborando grandes e importantes leyes; leyes que aún hoy perduran. Valiosa fue, por lo tanto, su participación en el desarrollo económico de España, en la década de los 60. Este es el primer aspecto a destacar.  El segundo aspecto es su  protagonismo en la marcha hacia la monarquía, pieza clave para que la transición política fuera, en palabras de Rafael Termes: tan pacífica como fervientemente deseada.
Laureano: Trabajo y servicio
Su Majestad el Rey, que lo conocía bien, en el telegrama de pésame por su muerte, refiriéndose a él dijo: "Laureano, con sus valores humanos y su calidad ética, tuvo una aportación indiscutible a la vida democrática española".
El tercer aspecto a resaltar es su vida, él fue un ejemplo y un testimonio: de laboriosidad, de lealtad, de veracidad, de honradez y de alegría. Dos palabras podrían ser la bella síntesis de su  ejemplar testimonio: trabajo  y servicio.  Alguna personalidad ha dicho, que el mejor elogio que se podía decir de él, era: "que había sido un hombre honrado: que  trabajo, enseñó a trabajar e hizo trabajar a muchos".  En estos  últimos tiempos, y dentro de su infatigable capacidad de trabajo, se dedicó con entusiasmo a la fundación Codespa, creada por él con el fin de promocionar y ayudar a los países menos desarrollados.
Además, Laureano, era un hombre de fe, un hombre que de la virtud humana "saltaba" a la sobrenatural, a sabiendas de que todo era un ente  compacto, una misma realidad. La fe, sobrenaturalizaba  la vida virtuosa de este hombre de Dios.
Nuestro tiempo,  nuestra sociedad, nuestra España, necesita de estos ejemplos, que enriquecen nuestra historia y dan firmeza a nuestras instituciones.
Seguro que el prestigio humano y espiritual de Laureano servirá para que muchos hombres y mujeres de hoy sigan su ejemplo y trabajen para conseguir la prosperidad de España, el bienestar de la sociedad y el progreso social tan deseado y anhelado.
Laureano  gracias por tu servicio generoso e inapelable a nuestro país. Y como regalo, para ti: la eterna paz de tu Dios.


Publicado en Diario JAÉN     16 -  4 – 2000

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