Relato biográfico 4
José Luis y la grandeza del amor.
En este día 12 de octubre, día de la Virgen del Pilar y Santo de tu Madre
y de tu hija, en este día 12 en el que la Virgen de forma espléndida y
deslumbrante se va a hacer presente en las calles de Linares con motivo del año
de la fe, en este mes del Rosario que para ti por ser devoto de Santa María
tiene tantas connotaciones emotivas. Pues en este día, en este mes y en este año 2013, año del primer aniversario
de tu marcha al cielo, quiero hablar contigo y de ti. Si me equivoco me
rectificas pues no soy yo, si no es mi
corazón el que habla; y habla, porque el corazón humano necesita llenarse cada
día de la grandeza de la vida del espíritu, necesita llenarse de vida, pero no
de vida pasajera y caduca sino de Vida Eterna; y tú, por la magnanimidad de la
virtud de la que siempre has hecho gala, estas ya participando con Dios de la sobreabundancia de los valores eternos. Tu
familia y yo sabemos de la firmeza de tu fe. Tu fe estaba construida sobre
roca, sobre una roca tan extremadamente robusta que: ni el huracán de tu
sufrimiento, ni el viento de tu tempestad interior, ni la fuerza de tu dolor, ni
la crueldad inhumana de tu grave enfermedad, ni lo terrible de ese vaivén
continuo de: Pronósticos, revisiones médicas, visitas al hospital, pruebas… nada
de eso pudieron con ella. Tampoco pudieron los
condimentos: sí va bien; no va bien; mejorará; se ha curado; empeorará;
se muere y un etcétera de calamidades en un diagnóstico oscilante y pendular
que podría romper la estabilidad emocional de cualquier ser humano, aún el más
equilibrado y fuerte. Pero tu fe era así, era una fe: cuya semilla, cuya flor y
cuyo fruto era Jesucristo, Jesucristo en
la plenitud de su divinidad y Jesucristo hombre: sencillo, afable, cercano y
lleno de amor por todos. Se de tus dificultades para afrontar el día a día; se
de tu dolor, por el dolor que tenían inevitablemente tus seres más queridos; se
de tus desvelos por todos; se del cariño tan especial para con tus hijos y del
cariño tan delicado para todos los que estaban a tu lado. A veces no se pueden
entender las disposiciones de Dios, se dice que Dios escribe: “con la pata de
la mesa” pues puede ser, pero lo cierto es que aquí, en tu caso, como en tantas
otras ocasiones, no sabemos cómo lo ha escrito; lo habrá escrito, y esto es
innegable, con las sabía lucidez de un Dios que todo lo puede, todo lo sabe y a
todos ama, pero aun así seguimos sin entender. Dios enséñanos, pues nos hace falta
luz, somos débiles, somos torpes, no conocemos tu sabiduría: fuente de toda la
sabiduría y manantial de vida que vivifica
todos los aconteceres, ayúdanos a entender el dolor, el sufrimiento y
toda la larga enfermedad de José Luis, llévanos también por los caminos de su
vida ejemplar, él pudo decir “ me adelantó al encuentro con el Padre” como dijo
el Beato Lolo y el, reitero yo, nos ha enseñado el camino: Cruz, perseverancia,
aceptación, oración, ejemplo, sencillez, transparencia, contradicción,
aislamiento social, dificultades importantes y etcétera, etcétera, etcétera….
hay un punto de Camino que dice: “la cruz en tu pecho: sí, pero la cruz en tus
labios, la cruz en tus sentidos, la cruz en tu vida….” Y ahora ya que tenemos
en la senda adecuada la fe en la vida de José Luis, miremos con él, el camino
de la esperanza, para él, la esperanza tiene un nombre. Sí la fe, como hemos
dicho, tiene un nombre: Jesucristo; la esperanza tiene otro: María. María llena
la vida de José Luis. María Auxiliadora y María de Linarejos. Dos caminos para
llegar a Ella, dos caminos escogidos por él, dos caminos suaves y hermosos,
teniendo en cuenta la grandeza de la Señora, pero dos caminos ásperos y
tortuosos, llenos: de contrariedades, de cruces, de oscuridades, de tinieblas …
A la Virgen, Simeón, el día de la Presentación en el Templo, le dijo: “Y una
espada atravesara tu alma” y esa espada contundente y feroz sigue recorriendo
el mundo, esa espada afilada y certera llena nuestras vidas desde la salida del
sol hasta el ocaso. Esa espada estuvo muy activa en la vida de José Luis. Él,
le dijo a María: “Hágase” y el dolor intenso invadió su ser y no quedó nada
sano, para que quedara claro que José Luis sabía aquellas palabras de Jesús:
“no es el discípulo menor que el maestro a la hora de la tremenda prueba”. Un
día y otro, con la perseverancia de los enamorados, acudía a sus Santuarios,
con devota piedad, con cariño, con la mente y el corazón lleno de peticiones,
de deseos, de aceptaciones. José Luis llevaba a María, el cada día, el cada
momento, ese “hágase” que aceptaba con valiente maestría. Cada día ponía a los
pies de María: la vida de sus hijos, el cariño de sus padres, la delicadeza de
sus hermanos, su vida matrimonial llena también de luces y de sombras… Y, al
caer la tarde, en la noche, cada día una estrella brillante: María; una luz:
María; un auxilio para pasar la noche: María y un recuerdo encendido a sus dos
grandes amores, a sus dos hijos: Pilar y Juan Manuel; esos eran sus tesoros, los
tesoros de un padre que ama y por amor es capaz de perder su vida. Cuantos
días, paso a paso, despacio, muy despacio… Se acercaba al Santuario de Linarejos
a rendirle pleitesía a su Madre. Caminando con dificultad, llevaba: la cruz de
su enfermedad pero también la certeza de su condición de hijo.
Cuanto amor, cuánta virtud en cada uno de los pasos, cuánta oración,
cuanto sacrificio oculto e imperceptible … Avenida de Andalucía, Ayuntamiento,
Corredera del Comercio, Corredera de San Marcos, plaza de la Constitución,
Paseo de Linarejos y Santuario. Un camino que José Luis transformó en
viacrucis, en el viacrucis que por amor recorrió uno y otro día, y durante él,
oraciones y oraciones, sentimientos, emociones y todo con el alma en carne viva
y en silencio, un silencio amoroso y lleno de fruto.
El como colofón a una vida de santidad, como colofón a una vida llena de
exquisiteces divinas y humanas quiero referirme a su vida sacramental
Él conocía con profundidad el misterio de los Sacramentos. Él conocía
donde estaba el manantial de aguas cristalina de las que emanaba la Gracia, y
por ello, con asiduidad a veces
“heroica” recibía ese alimento del espíritu, ese caudal de talentos divinos,
hasta tres veces recibió la extremaunción; sabía la gravedad de su enfermedad y
quería estar preparado para esa llamada contundente de Dios a la que hay que
responder prontamente y para la que hay que llevar las “maletas” preparadas. Cuando
Dios llama hay que dejarlo todo, el retraso en este trascendental asunto no existe; si no estás preparado, has perdido
tu gran oportunidad y Dios dispondrá. Las
Comuniones en sus últimos años eran frecuentes, y cuando no podía salir recibía
la comunión en su casa. Una casa que, en lo humano, sus padres preparaban con
delicadeza para recibir al Señor de los Señores. La paz se descubría en el amor
de ese hombre de Dios que se llamaba José Luis. Se llamaba y se llama, pues en
el cielo donde felizmente habita está esperando para darnos un abrazo a cada
uno de nosotros. “Ego te absolvo pecata tua”. Y para terminar a lo divino, una
vida vivida con nostalgia de eternidades, hablo del sacramento de la
penitencia. José Luis se sabía pecador y acudía, a través del sacerdote, al
perdón y a la Gracia. Y gracias a esa Gracia, Dios está con él, y no un rato, sino
para toda la eternidad, y no lejos sino rozando la intimidad, en contacto perfecto. Y terminó, pero no quiero hacerlo
sin que te demos las gracias José Luis. Tu camino nos sirve para poder seguir caminando. Tu ejemplo vivifica nuestro
espíritu. Tu vida nos dice que con precariedades y contradicciones se puede
conseguir la cima. José Luis dinos dónde estás que, en su día, queremos llegar
a tu encuentro.
Rafa
24 octubre
2013