165 Reflexión acertada.
Todavía hoy resuena en nuestros oídos el clamor de una
romería soberana llena de tradición, de popularidad y de oración; es la romería
de la Virgen de la Cabeza.
En esos días de
romería, oía yo, en la capilla de la Virgen de la Cabeza en Andújar un sermón,
a cargo de un Padre Trinitario; un sermón que me entusiasmó. El tema era la importancia de los montes en
la historia del cristianismo. El primer monte que el sacerdote mencionó fue el
Sinaí; monte depositario de un decálogo sagrado: los diez mandamientos.
Después, muchos años después, la vida de Jesús se llenó de montes sagrados y de
sagrados encuentros: el monte de las bienaventuranzas, en donde tuvo lugar
el sermón de la montaña, fue en donde Jesús hizo del cristianismo una eterna
y dichosa bienaventuranza; su discurso en ese monte fue el clamor hermoso del
más bello canto a la esperanza. El monte
Tabor es otro lugar emblemático, en donde Jesús se transfigura, para que sus apóstoles
conozcan la grandiosa magnitud de su
poder y la belleza del cielo. Los apóstoles allí quedaron tremendamente
sobrecogido, emocionados. El monte de los olivos es otro lugar cautivador, allí
Jesús por amor se transformó en cautivo. Y el momento culminante de la
salvación también tuvo lugar en un monte: en el Calvario; otro monte que es signo sagrado de la gran reconquista
espiritual, desde allí Jesús "reconquista" al hombre y a la mujer, a
todo ser humano.
Y desde ahí,
desde esas menciones acertadas, el sacerdote con una oratoria llena de destreza
pasa a hablar de las excelencias del monte Cabezo; en el, Andalucía y España,
sienten el fervor emotivo del cariño de una Madre. El Cabezo es un lugar en el
que la Virgen lo llena todo. Ir al Santuario y no encontrarse con Cristo es
difícil; ir al Santuario y no sentir el don de la fe es casi imposible; ir al
Santuario y no llenar las alforjas de esperanza es bastante improbable; ir al
Santuario y no respirar el aire puro de un amor auténtico y comprometido es
ajeno al espíritu que emana de este monte sagrado.
No cabe duda de que la
historia del ser humano tiene como fondo necesario diversos montes y de ellos el de la Cabeza es un ejemplo. Ir
allí es encontrarse aupado en la peana de una Madre que reparte gratuitamente
el don de la maternidad a todos sus hijos. La Redención, la bienaventuranza eterna, la celestial
Transfiguración, todo se realiza allí,
dando a nuestras vidas una trascendencia fascinante. En el Cabezo no cabe las ambigüedades, todo allí
es el fundamento resplandeciente de una fe que emerge con fuerza de una
incredulidad que sería estéril e infecunda. ¡Viva el sagrado monte, en el que
la Virgen se hizo encuentro gratificante con los suyos! ¡Viva el monte
Cabezo! ¡Viva la expresión más singular
de una religiosidad que cada año se hace realidad enriquecedora!
Publicado en Diario JAÉN 15 -
5 – 2000
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