1º
UN
ESPÍRITU NUEVO PARA UN 2000 DISTINTO
Breve para nosotros ha sido
este año 99,
porque en él
nos habíamos propuesto llevar a Dios la
grata ofrenda de una vida
colmada en su plenitud de
buenas obras.
Primero quiero hacer mención de la
alegría desbordante de esos 80
años del padre. Un padre
recio, viril, valiente y
generoso. Un
padre que,
como potente antorcha, ha
sabido extender su brillante luz
a cada uno
de sus hijos.
El horizonte de esos 80 años, ha sido
el recto horizonte
de una vida
vivida: noblemente, ejemplarmente, dignamente.
El soplo de las 80 velas
fue el gran
momento en el que se
hacía realidad una vivencia genuinamente
inenarrable.
Y en el contrapunto de este año un
acontecimiento tristemente dolorosos, una
ruptura que dejó nuestra alma
helada, fría, con el
escalofrío inherente a un hecho
detestable.
Pero de la dura caída de
este triste acontecer surgió la bravura envidiable
de una mujer
valiente. Y aquí la tenemos con
la honorable fortaleza de un
ser creado para superar el
agudo dolor de la más
dura de las pruebas.
El 99 también le trajo a Antonio
María la realidad
sublime de recibir el Cuerpo
Inmaculado de Nuestro Señor Jesucristo; fue para
todos un día de gozo. Y, en este día, con él
aprendimos mejor a tratar al
Sr. de nuestras
vidas, al
Rey de nuestra
historia.
La mayoría de edad
de Ana Beatriz fue
el soplo
divino de un acontecimiento gratamente celebrado y su
paso a la
universidad el colofón que ratificaba,
de la mejor
manera posible, la llegada real
a esos dieciocho
años.
Para mí el 99 me trajo
el galardón de un premio
literario que me llenó de
dicha, fue
como la recompensa
a un trabajo constante, lleno
de laboriosidad y de entusiasmo.
Esperemos que el 2000
me abra la
puerta de una
rica labor literaria, hecha
siempre cara a un Dios, que
es el artífice
principal de estos dones,
que yo gratuitamente
he recibido. A Él soberano de todo, la gloria
por los siglos
de los siglos. Amén.
Por supuesto, desde la óptica de
la fe, nada será fruto de
la casualidad, todo será
un premio:
gozoso o doloroso, pero premio
al fin;
porque emana de la sabía
disposición de nuestro amado Dios.
Lo que si nos traerá el
2000 será la
esperada visita de Miguel Jesús; y con él, una
alegría bulliciosa, contagiosa...
Una alegría que nada tiene
que ver con
la paz actual
de este hogar
tranquilo.
Y sin más preámbulo literario este brindis,
con él levantemos nuestros corazones, abriéndolos con alegría a éste contundente 2000 que llega de
inmediato.
Rafa