574 La sal de la tierra
“Vosotros sois la
sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve
más que para tirarla fuera y que la pise la gente”:
·
Estas
palabras que en aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos, hoy nos las dice a
nosotros, a todos, también a esos vagos que toda su vida la dedican al recreo y
al disfrute personal y a esos otros que viven permanentemente para hacer el mal.
En este mundo que
se descompone, que se olvida de su dignidad, en este mundo que en la práctica
rehúye de la sublimidad de su ser y que habita habitualmente en las cloacas de
la inmundicia, tiene que haber personas que sean sal para que la humanidad pueda
recobrar su sabor, su esencia, su salud.
“Vosotros sois la
luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte”:
·
Tú,
y yo, y aquel otro, y aquel despistado; todos hemos de ser luz:
Luz que alumbre, luz
que brille, luz que sea útil; luz en un mundo como el nuestro lleno de
tinieblas, de incertidumbres, de túneles, de oscuridades inverosímiles y
ciertamente siniestras.
“Tampoco se
enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el
candelero y que alumbre a todos los de casa”:
·
Los
hogares, las familias, las asociaciones y las instituciones necesitan esa vela
que alumbra y da calor, esa vela que
hace posible que la cordialidad, la amabilidad, la acogida sean una
realidad y se pueda respirar el aire puro de la concordia, de la paz, de la
sana convivencia.
“Alumbre así
vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro
Padre que está en el cielo”.
·
Las buenas obras,
la positividad, el buen ambiente, la sociabilidad, las disposiciones para vivir
por y para los demás, la ayuda mutua, son características importantes para que
se vivan en este mundo nuestro: desgajado, roto, manipulado. Mundo que ha hecho
que las desgracias: guerras, esclavitud, corrupción, afán de poder y de tener,
ocupen el lugar prioritario. Y mientras el ser humano olvidado. Y Dios
olvidado. Y unos y otros deambulando entre impostores y entre desgraciados;
impostores y desgraciados que cohabitan en un mundo que acabará haciéndose
imposible a menos que cada uno de nosotros pongamos de nuestra parte en el afán
común de reconstruir la sociedad, a base de: talento, audacia y de los dones
que de Dios hemos recibido.
Publicada en DIARIO DE ÁVILA
Digital 16 de noviembre de 2016
Publicada en “Cartas al
Director, Tu voz en la red” Digital
18
de diciembre de 2016