510. Un Cabezo que roza el cielo.
El
Santuario Basílica de la Virgen de la Cabeza:
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En el corazón de sierra Morena.
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En Andújar.
Es
un lugar de encantadora belleza, en donde de una forma magistral parece unirse
el cielo y la tierra:
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En donde lo humano y lo divino parece que se funden en una misma,
deslumbrante y especialísima, realidad.
Conforme
nos acercamos, a ese lugar mágico de incomparable hermosura, todo parece
distinto; es como si toda la poderosa fuerza sensorial y emotiva que componen
la realidad cósmica de nuestro universo se hubiera esparcido a lo largo y a lo
ancho que ese sin igual y encantador paraje.
Allí,
en ese Cerro del Cabezo, se unen en una singular realidad:
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La belleza de la madre naturaleza
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Y la belleza de un ser especialísimo, Madre también, llamado María.
Dios,
desde la infinitud de su grandeza sobreabundante, quiso que su Madre, la Virgen
María, se alojara en un lugar acorde con su condición soberana, y dispuso la
tierra y el universo para crear, en él, el más digno lugar, para que de esta
manera María, la humilde privilegiada, pudiera sentir:
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Junto a la sencillez, la grandeza.
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Junto a la ordinaria naturaleza de las cosas, la hermosura de los dones
celestiales.
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Junto a los hijos, desvalidos en tantas ocasiones, el poder de una
Madre.
Y
allí, en ese lugar de dignidad inconmensurable, un día de primavera, todos sus
hijos -dispersos por tan diversos lugares de nuestra geografía española y
universal- se reúnen para encontrarse:
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Con la Reina.
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Con la Señora.
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Con la Santísima Virgen de la Cabeza.
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Con la que durante su vida terrena se puso a disposición de su hijo
Jesús para realizar la redención del ser humano.
Y
ese día, ese día, último domingo de abril:
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Es el día de la gran fiesta.
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Es el día de las grandes emociones.
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Es el día en el que el corazón palpita de una manera especial.
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Es el día de la oración.
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Es el día del silencio en el alma.
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Es el día de la canción encendida.
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Es el día en que todo es distinto.
El
día en el que la Virgen: la Virgen andaluza y callejera, la Virgen amante de
las bullas y del contacto cercano y cordial con sus hijos, sale:
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Sale de su divina casa, de su camarín, de su templo para realizar ese
gratificante encuentro, ese encuentro emotivo y singularísimo en ese paraje sin
igual de Sierra Morena.
Lo
empinado de las veredas, la austeridad de las primitivas calzadas, el frío, el
viento, la lluvia, lo escurridizo del terreno no son obstáculo para que la
Señora de la Cabeza salga para conquistar y dar paz, amor y esperanza a sus
hijos.
Nada
es obstáculo:
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Porque la fuerza nos viene del cariño.
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Porque la fuerza nos viene de la profunda y gratificante emotividad del
encuentro.
Publicada en DIARIO DE ÁVILA Digital 16 de mayo de 2017
Publicada en Diario JAÉN 21 de mayo de 2017