1º premio mi semana santa

Primavera de 1999


Primer Premio

Concurso Literario


“Mi Semana Santa”

Marzo  1999
Linares

EL SUEÑO DE UNA VIVENCIA.

Autor:
Rafael
 Gutiérrez Amaro

El que esto escribe, lo hace con sorprendente  ilusión,  aunque en lo que escribe la fantasía se  mezcla con la realidad y no se sabe dónde empieza una y dónde acaba otra. A veces en nuestra vida la realidad esta tan carente de felicidad que si no fantaseamos con la ilusión, nos podemos ver sumergidos en el pozo deprimente de una triste desilusión.
Y ahora empiezo mi personal historia: que es la historia sencilla de un linarense anónimo que  un día recibe el impacto de una invitación sorpresiva: tiene que pregonar la Semana Santa de Linares. Nervioso recibe la noticia y al recibirla piensa que debe decidir que no: ¡Porque! él no puede afrontar ese reto. En su interior el querer se enfrenta al poder,  el desasosiego le invade y al final impulsado por la fuerza de la pasión cofradíera: dice sí. Es mucha la fuerza de la tradición y más aún  el deseo de ofrecer a Linares una visión emotiva y personal de esa semana llena de luces, de sobresaltos, de sentimientos, de pasión, de arte, de oración ...
Al decir que sí, en esos días me he llenado de  desasosiego, de inquietud, de...  ; la emoción por poder ser Juglar, que cuente: hechos, vivencias y experiencias de la semana más trascendente de la vida de esta ciudad, se mezcla con el peso de tan gran responsabilidad; y el peso: aplasta, embota, intranquiliza....
Y  me pongo a trabajar: leo y escribo, pienso y trasciendo; trasciendo, buscando que la mente se sitúe en el hábitat adecuado, para extraer esos sentimientos llenos de vida cofradiera, que puedan sobrecoger a tantos linarenses que viven  el rito mayor de una semana grande. Pregunto a unos y a  otros; muchos son los que conocen: datos, vivencias del pasado, anécdotas, lugares llenos de pasión, imágenes callejeras, fotos increíbles, rezos, silencios,.... Son muchos y hay mucho que escuchar, mucho que sentir, mucho que expresar... Recojo tantas conversaciones emotivas, que  las lágrimas me vienen a los ojos con frecuencia. Al empezar a preparar ese pregón, no pensaba yo que  -él- cambiaría el ritmo de mi vida, pero lo hizo; conforme me adentraba, en el, me iba dando cuenta de la magnitud de nuestra Semana Santa, de la grandeza de nuestra tradición, de la riqueza de los sentimientos que en ella se contenían.
¿Cómo medir, calibrar y valorar las vivencias de oración: emocionada, sentida, profunda.... experimentada años y años? ¿Cómo comunicar, al que escucha el pregón, la grandeza del mensaje recibido? ¿Cómo contar estas historias?: Por ejemplo la de que esa anciana centenaria que cuenta el sentimiento de dolor, de esperanza, de ilusiones de varias generaciones, que cuenta de la vida y de la muerte, de cofrades que son y de cofrades que ya habitan en la Eternidad, y que desde allí celebran la pasión de Jesús desde la óptica sublime de un Dios resucitado; esta anciana me hizo comprender que la fuerza de la tradición enriquece nuestras vidas, que nos une con los que ya han pasado y que sirve de eslabón para comunicar nuestra cultura a las futuras generaciones.
Todo es un hoy que perdura, todo es un ayer que se proyecta en el presente, todo es un futuro que ya ahora empieza a celebrarse.
La anciana, continúa relatando, que hace ochenta años compartía  esa tradición cofradiera con su padre, con él experimentaba el inaudito placer escondido en el misterio de esta gran semana,  que ya, entonces, estaba llena de esplendor, de magia, de arte, de cera, de incienso.....Y hoy -ella- contempla  esa tradición hecha vida en sus tataranietos.
Al  escuchar a este personaje, que con voz  rota, contaba y contaba... lloré de emoción,  lloré al comprobar cuáles eran los ideales, las vivencias propias, los entresijos del alma de un anciano. En ellas, en estas charlas, ella, abría su alma y comprobé el misterio humilde de esa vida, allí no había nada sobresaliente,  todo era tremendamente sencillo, todo nos hablaba de sentimientos, de emociones, de dolores: grandes dolores, de alegrías llenas de vida y de color, de tristezas llenas de angustia; todo correspondía a un bello tapiz en el que sintonizaban plenamente las luces y las sombras, la humildad de lo sencillo y la majestuosidad de una vida entregada a los demás, una vida difícil pero rica en generosidad.

Seguía contando, como si el tiempo para ella no existiera, y deambulaba en los hechos con tal facilidad que me demostró la hábil destreza de una memoria privilegiada, contaba detalles inauditos, historias de seres humanos que vivieron la semana de pasión llenos de una especial vibración; hablaba de calles, del recorrido cofradiero, que hoy no existen; de rincones memorables por la fuerza de su encanto; de encuentros espectaculares entre el ser humano y la Imagen, entre la persona y su Dios; contaba de Hermandades del pasado que resurgían ante ella al instante; ella, me hizo una enumeración de tal calidad que me dio envidia pensando la capacidad que tenía de asomarse con tanto detalle a un pasado ya muy lejano.
Y la pena, llegó en mi a su máxima dimensión cuando escuché  el tierno relato de una  madre,  ella me contó cómo vivia la semana Santa después de la muerte de ese hijo suyo de 13 años. Él: Ángel de nombre, era  cofrade,  cofrade comprometido que vivía la semana de pasión con la fuerza viva de todo su joven dinamismo. Murió un domingo  de Resurrección. Acababa de salir ese año en el Nazareno, junto a Jesús toda la noche llevo la cruz  austera de la penitencia. Y a los pocos días voló, voló al firmamento, en un día de gloria en el que las campanas de Santa Bárbara festejarían la entrada luminosa de  un Señor Resucitado y Victorioso. Ese día Ángel en la plenitud de la vida se fue, se fue deprisa, sin despedidas, sin saludos.... y con él se llevo esa túnica con la que tanto había disfrutado. Seguro que en el cielo se la enseñó  orgulloso a Jesús, pues esa túnica morada era para nuestro pequeño la auténtica túnica con la que se podía recorrer con mayor "elegancia" este camino, para él tan corto, de la vida. Y Jesús cogería la túnica y el morado lo transformaría en blanco de pureza, o en verde de esperanza, o en rojo de un amor encendido. A él, lo envolvería en ella comiendoselo a besos, lo acariciaría con tal dulzura que el niño sentiría por primera vez la realidad de un mundo maravilloso, en donde las estrellas brillan más, el cielo  reluce mejor y donde el amor es amor total, amor absoluto, amor plenamente vivido. La madre me contó, como aquel año ella fue a la procesión del Señor Resucitado, su hijo yacente estaba aún en la casa, su blancura inmaculada nos hablaba de pureza, y ella junto a su hijo sintió una fuerza que le llamaba y le decía en el fondo del alma ven y verás, salió y vió que esa fuerza venía de Jesús, Él desde su trono, bajo el sol penetrante de esa mañana de esperanza, requería la presencia de la madre y ella se descalzo y como en una nube espléndida acompañó al Cristo que paso a paso iba llenando su alma de felicidad, de paz apacible, de sosiego divino y llegó a su casa y besó el bello rostro de su hijo, era el beso de Dios, un encargo de Jesús que había que cumplir, un encargo que había dado placidez –momentánea- a ese dolor suyo que traspasaba el alma.


Y sumido en la melancolía, sumido en ese clima en el que el dolor es penetrante, pero esta alegremente inmerso en la feliz experiencia de Dios. ¡De pronto!: Primero como un susurro, después algo más impetuosamente, sentí un  ruido, un  ruido que me sobresaltó, quedé aturdido, no me situaba, estaba como perdido y vi la luz, vi como la luz brillante de  la primavera, luz llena de esplendor, recorría mi alcoba, era de día, era un día lleno  de claridad que  acabo rompiendo, en mí, el enigma de lo sucedido: todo había sido un sueño, una realidad rota, una ficción de la mente, un espejismo fugaz. Allí no había ni pregón, ni pregonero, no había gente, ni ancianos, ni niños...Estaba yo solo sumido en un incierto despertar que me  llenó de desconcierto. Pero hubo tanta ilusión acumulada en la noche, que la subconsciente vivencia del pregón sigue viva en mí; tan viva, tan real que forma parte de mi existir, porque  fuertemente configuro en mi actuar un estilo peculiar; y ese es el estilo que transmito, esa fue mi fugaz vivencia, ese fue   el pregón de  mi vida, ese fue el sueño más gratificante que ha elaborado mi mente. Ojala algún día mi vida  la pueda vivir al paso de  mis sueños. Porque mientras que tú duermes, la mente, ¡tú mente!: Sueña con la vida 



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