524 De tú a tú: Religión y razón.
¿Debemos considerar la religión
como un poder redentor y salvífico o más bien como una fuerza arcaica y
peligrosa, que erige falsos universalismos y conduce, con ellos, a la
intolerancia y al terror?
¿No debería la religión ser
sometida a la tutela de la razón y limitada severamente?
Y en tal caso:
·
¿Quién sería
capaz de hacerlo?
·
¿Cómo habría
que hacerlo?
Pero la pregunta más importante
sigue siendo:
·
Si la
religión se pudiera ir suprimiendo paulatinamente, si se pudiera ir superando:
o
¿Representaría
tal cosa un necesario progreso de la humanidad en su camino hacia la libertad y
la tolerancia universal o no?”
En los últimos tiempos ha pasado
a primer plano otra forma de poder que en principio aparenta ser de naturaleza
plenamente benéfica y digna de todo aplauso, pero que en realidad puede
convertirse en una nueva forma de amenaza contra el ser humano:
·
“Hoy en día,
el hombre es capaz de crear hombres, de fabricarlos en una probeta, por así
decirlo”.
El ser humano se convierte así en
producto, y con ello se invierte radicalmente la relación del ser humano
consigo mismo.
Ya no es un regalo de la
naturaleza o del Dios creador:
·
“Es un
producto de sí mismo”.
·
“El hombre
ha penetrado en el sancta sanctorum del poder, ha descendido al manantial de su
propia existencia”.
La tentación de intentar
construir ahora por fin el ser humano correcto, de experimentar con seres
humanos, y la tentación de ver al ser humano como un desecho y en consecuencia
quitarlo de en medio, no es ninguna creación fantasiosa de moralistas enemigos
del progreso.
Si antes habíamos de preguntarnos
si la religión es realmente una fuerza moral positiva, ahora debemos poner en
duda que la razón sea una potencia fiable:
·
Al fin y al
cabo, también la bomba atómica fue un producto de la razón.
·
Al fin y al
cabo, la crianza y selección de seres humanos han sido también concebidos por
la razón.
¿No sería, pues ahora, la razón
lo que debe ser sometido a vigilancia?
Pero:
·
¿Quién o qué
se encargaría de ello?
·
¿O quizá no sería
mejor que la religión y la razón se complementaran recíprocamente, se
contuvieran la una a la otra y se ayudaran mutuamente a enfilar el buen camino?
En este punto se plantea de nuevo
la cuestión de cómo, en una sociedad global con sus mecanismos de poder y con
sus fuerzas desencadenadas, así como con sus diferentes puntos de vista acerca
del derecho y la moral, es posible encontrar una evidencia ética eficaz con
suficiente capacidad de motivación y autoridad para dar respuesta a los
desafíos actuales y ayudar a superarlos.
¿Qué se puede hacer, pues?
Hemos visto que en las religiones existen patologías
sumamente peligrosas, que hacen necesario contar con la luz divina de la razón
como una especie de órgano de control encargado de depurar y ordenar una y otra
vez la religión, algo que, por cierto, ya preveían los padres de la Iglesia.
Pero a lo largo de nuestras reflexiones hemos visto
igualmente que también existen patologías de la razón, de las que la humanidad
hoy en día no es consciente, por lo general, una desmesurada arrogancia de la
razón que resulta incluso más peligrosa debido a su potencial eficiencia: la
bomba atómica, el ser humano entendido como producto.
Por eso, también la razón debe ser consciente de sus
límites y aprender a prestar oído a las grandes tradiciones religiosas de la
humanidad.
Por lo dicho, la razón cuando se emancipa por completo
y pierde esa disposición al aprendizaje y esa relación correlativa, se vuelve
destructiva.
Hace poco, Kurt Hübner formuló una exigencia similar,
afirmando que aunque esa tesis no implica un inmediato "retorno a la
fe", si:
·
“Que nos liberemos de la idea enormemente falsa de que la fe ya no tiene
nada que decir a los hombres de hoy en día, porque esto contradice su concepto
humanista de la razón, la ilustración y la libertad”.
De acuerdo con esto, yo hablaría de:
·
“La necesidad de una relación correlativa entre razón y fe, razón y
religión, que están llamadas a depurarse y redimirse recíprocamente; pues se
necesitan mutuamente y deben reconocerlo ante el otro lado”.
Esta regla básica debe concretizarse luego de modo
práctico en el contexto intercultural de nuestro presente.
Sin duda, los dos grandes agentes de esa relación
correlativa son:
·
“La fe cristiana y la racionalidad secular occidental”.
Esto puede y debe afirmarse sin caer en un equivocado
eurocentrismo.
Ambos determinan la situación mundial en una medida
mayor que las demás fuerzas culturales:
·
“Pero eso no significa que las otras culturas puedan dejarse de lado”.
Eso representaría una muestra de arrogancia occidental
que pagaríamos muy cara y que de hecho ya estamos pagando en parte:
·
“Es importante que las dos grandes componentes de la cultura occidental se
avengan a escuchar y desarrollen una relación correlativa también con esas otras
culturas”.
·
“Es importante darles voz en el ensayo de una correlación polifónica en el
que ellas mismas, esas otras culturas, descubran lo que razón y fe tienen de
esencialmente complementario, a fin de que pueda desarrollarse un proceso
universal de depuración”.
Un proceso universal en el que, al cabo, todos los
valores y normas conocidas o intuidas de algún modo por los seres humanos
puedan adquirir una nueva luminosidad, a fin de que aquello que mantiene unido el
mundo recobre su fuerza efectiva en el seno de la humanidad.
Fuente: Encuentra.com
Publicada en Diario de Burgos 1 de septiembre de 2016
Publicada en “Cartas al
Director, Tu voz en la red” Digital
9 de septiembre de 2016.