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215   Una historia sencilla

 Maruja y Juan
Desde Linares. 
En la Prensa, y en general en los medios de comunicación, normalmente dedicamos páginas y páginas para hablar de personajes famosos, de políticos, de gente de las altas esferas sociales y por el contrario dedicamos mucho menos, o quizás nada a las personas sencillas, al pueblo llano que viven cada día con honestidad pero sin grandes sobresaltos de fama. Pues hoy me sitúo aquí, entre esa gente     humilde que sabe vivir la vida, con las alegrías y las tristezas de cada día; y en concreto quiero escribir sobre Juan y Maruja. Un matrimonio  ejemplar que supo construir un hogar luminoso y alegre. Un hogar humilde y sencillo pero lleno de amor. Dios le dio como fruto de ese gran amor cuatro hijos: Juan Ramón, Rosario, María José y Conchi. El único varón, siguiendo el ejemplo cristiano de sus padres se hizo sacerdote. Pero pronto Dios quiso que esta familia probara el amargo cáliz del dolor permitiendo que este joven sacerdote muriera con 29 años. Murió de repente, sin esperas. Los cristianos, en estos casos, decimos que Dios sabe más, pero el dolor fue fuerte y profundo, profundo y desgarrador, terrible. Ellos llenos de confianza plena en su Dios y Señor aceptaron la muerte y vivieron desde     entonces con los ojos puestos en la eternidad, esa eternidad de la que ya disfrutaba Juan Ramón. Después, a lo largo del tiempo, vinieron dificultades económicas, austeridad, pobreza... pero todo se llevo con una paciencia valiente y generosa. Ahora el día 28 de abril murió Juan, después de una larga y penosa enfermedad, una enfermedad que tanto Juan como Maruja han llevado con la mayor dignidad y con la cercana compañía de sus tres hijas. La madre y esposa: Maruja, ha sido siempre un ejemplo de mujer cristiana, de esposa enamorada y fiel, de madre abnegada. Una persona a la que Dios ha adornado de virtudes extraordinarias. En estos últimos meses,     en los que la enfermedad de Juan ha sido especialmente acentuada, su esposa despegada del apego a todo lo terrenal ha sabido estar junto al esposo: día a día, minuto a minuto, segundo a segundo; sin protestar, sin sentimiento de víctima, sin nada... Juan ha muerto, pero se ha ido al cielo rodeado del cariño de toda su familia, se ha ido rodeado del amor inquebrantable de una esposa que ha sido fiel hasta la muerte o mejor: “fiel más allá de la muerte”, pues la muerte, para el creyente, es el comienzo glorioso de algo especialmente bello.
rafael gutiérrez amaro


Carta publicada en el Diario Jaén el día 19 de Mayo de 2006



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