246 La existencia del pecado
original.
Todos los pecados existen aunque sean una realidad
no sensible. Igual sucede con el pecado original, no lo podemos ver pero no por
ello deja de existir.
En nuestra vida hay muchas realidades no sensibles
pero que no por ello no existen: el amor, el cariño, la lealtad, la compasión,
la generosidad, la bondad.
Estas realidades que en sí mismas no se conocen,
no son visibles, pero se conocen sus frutos. Frutos por otro lado muy
importantes y muy valiosos, que a veces se olvidan y por ello mismo el ser
humano acaba perdiéndose en otra realidades más visibles y tangibles pero menos
importantes. Y se olvida del amor y sin el amor está todo perdido, y se olvida
de la compasión y del cariño y de la misericordia, y sin ello se pierde en un
materialismo insustancial y pernicioso.
Estas realidades precisamente, las no tangibles
son las que mueven nuestro corazón al bien y hacen que nuestra vida se pueda
vivir de una manera más llevadera y más confortable.
Igual sucede con el pecado, el pecado no lo
podemos tocar, no es tangible ni visible, pero está ahí buscando la ocasión
para traicionarnos:
o Para
provocar en nosotros un sentimiento negativo y a veces cruel hacia los demás.
Por ejemplo: la envidia, la usura, la calumnia, el odio, la venganza…
o O
para que nos olvidemos quiénes somos y destruyamos con nuestros actos nuestra
propia naturaleza. Por ejemplo: la droga, el terrorismo, las guerras…
o Otras
veces dada nuestra condición de seres libres negamos a Dios o nos
despreocupamos de Él e incluso blasfemamos.
El hombre y la mujer en la mayoría de las
ocasiones sabe distinguir perfectamente entre el bien y el mal.
La conciencia esa luz interior que guía nuestras
vidas, nos hace discernir la diferencia entre estas realidades, ahora bien si
la conciencia, dada la impronta de nuestra libertad, la desfiguramos o no la
formamos adecuadamente o la acallamos para que no nos moleste entonces no será
para nosotros un instrumento útil para la consecución del bien.
El elemento fundamental que dirige nuestra vida es
la libertad, con la libertad podemos acatar lo que nos indica la conciencia o
podemos por el contrario, como hemos dicho, a callar la voz interior que nos
dice hacia dónde hemos de dirigir nuestra vida.
A nuestros Primeros Padres: Adán y Eva, Dios
entregó este gran don de la libertad y nuestros primeros padres podían elegir y
sabían que su elección repercutiría positiva o negativamente a toda la
humanidad y eligieron, por soberbia eligieron el enfrentamiento a través de la
desobediencia, pues pensaban que Dios por capricho los quería tener sometidos.
Al desobedecer perdieron sus privilegios y el
Paraíso se transformó en un lugar que llevaba ya implícito la huella de su
pecado. Su traición desfiguro por completo ese excelso cosmos que Dios le había
construido para que fueran felices. Como si dijéramos Dios le dio a elegir
entre la vida y la muerte y ellos, ignorantes, egoístas e insensatos, eligieron
la muerte.
Como los corruptos de hoy, que entre la vida
cómoda que llevan y la usura, eligen la usura y sus consecuencias nefastas para
la humanidad y para ellos mismos.
Y de esta manera se configuró el pecado original,
pero Dios que es amor quiso arreglar la tremenda traición del hombre y vino el
rescate. El rescate de una humanidad que había perdido toda su dignidad.
Con el rescate y para llevarlo a efecto vino
Jesucristo, que es Dios, a la tierra, y vino para rescatarnos a través del
sufrimiento y muerte en la cruz. El pecado original y nuestros futuros pecados
personales requerían un gran rescate.
Grande fue la traición, grande sigue siendo la
traición personal de todos los hombres de todos los tiempos, y grande había de
ser el rescate.
Consecuencia de todo esto: Jesucristo nace pobre,
vive pobre, da ejemplo, vive la austeridad en plenitud, no viene a recrearse en
su obra terrena, sufre como nosotros, se exige ejemplaridad absoluta en el
rescate que tenía que realizar, no anda con contemplaciones, vive por y para la
verdad, sufre el suplicio ignominioso a manos de unos verdugos crueles y muere
en la cruz; ante la mirada de curiosos insensibles y miserables y ante la
mirada de un pequeño, muy pequeño, grupo de seguidores.
Y Jesucristo desde la cruz, desde el trono de la
cruz nos rescata.
El pecado original queda borrador de la faz de la
tierra, el ser humano ya puede de nuevo ser considerado Hijo de Dios.
El mal que aún queda, se sigue borrando dia a dia,
y será borrado totalmente al final de los tiempos, cuando Jesucristo venga de
nuevo definitivamente para culminar felizmente y con justicia la historia de la
humanidad.
Publicada
en DIARIO DE AVILA Digital 26 abril de
2015
Publicada
en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital 29 abril de 2015
Publicado
en Diario de Córdoba. Digital 27 abril
de 2015
Publicado en Forumlibertas.com 1 mayo de 2015