350 Y
soñando les llega el amanecer
La magia del mes de agosto en Granada tiene lugar
en esa noche del cuatro al cinco, cuando los montañeros, un año más, acortan
con generosidad su sueño nocturno para adelantar como enamorados y con gran
emoción el nuevo amanecer.
Les sucede: como al penitente, en semana Santa,
que añora con ansiedad el grato momento de vestir su túnica; o como el niño de
primera comunión que vela toda la noche porque sabe que el día siguiente con
impaciencia y con el alma limpia recibirá a Jesús Sacramentado y podría seguir
con esa novia que ha preparado su especialísimo alarde de belleza y está ya a
la espera ansiosa de ese día feliz en el que se va a encontrar con el amado.
Y aquí me quedo con este rápido dibujo que he
querido hacer de aquellos que con mucho amor esperan deseosos el amor; y ahora quiero
proseguir con el montañero que también cada año espera el amor del amante.
Hace unos quince años fui y deseo volver con toda
el alma para honrar a la: “Madre de las Nieves“ en la cima de: “Nuestra querida
sierra”.
Hay cosas o sucesos que son el culmen de la
belleza, otras son el culmen de la hermosura, otras son el culmen del arte o de
la ciencia o de la inteligencia.
Este día para mí en Granada y en su magnífica
sierra se celebra el: “Culmen vibrante de un amor entusiasta, bellamente
vivido” me gustaría poder expresar mejor lo que aquí acontece, aquello que se
ve y que se oye, pero más aún me gustaría contar lo que sucede en los corazones,
en el alma, en esa vida intensa que bulle con emoción en las cavernas del alma.
Quisiera ver el suspirar anónimo de unos y otros,
la oración callada, la petición que salta entre sollozos; quisiera oír ese:
“Dios mío” callado y silencioso, pero que rompe en millares de pedazos la
armonía de la sierra; quisiera ver como la poca nieve que aún queda se derrite
por el calor del amor; un amor intenso que vibra en los corazones.
Y mientras y aun en la noche veo la subida pausada
de los que llevan a la Virgen, veo a los que acompañan el cortejo. Las caras de
unos y otros reflejan su ánimo despierto, su alegría ante la fiesta que se
avecina; pronto la noche oscura deja paso a la luz del día, y esto es porque va
Ella: “Nieves”.
Esa bonita y pequeña imagen a la que todos
queremos. Son las cosas de Dios, la nieve en pleno verano, esa nieve que llena
nuestros corazones y que nos impulsa a subir sin descanso.
Se hace el día, pero lentamente para que advirtamos
detalles, muchos detalles: de la sierra, de la gente, del cielo… Y llegado el
amanecer nos acercamos al lugar, a ese lugar donde todavía hay nieve, son las
nieves perennes de una sierra grandiosa: Sierra Nevada y allí junto a la nieve,
en ese amanecer espléndido del día cinco llegará el sol y junto a la nieve y el
sol esta María y junto a ellos los montañeros de Granada y cuando ya no es
posible un mayor éxtasis para los cuerpos y para las almas llega Jesús, es la
Santa Misa que se celebra en el momento en el que los primeros rayos de sol
rozan delicadamente el rostro de la Virgen.
Es el magnífico, y espeluznante, por su gran belleza,
engranaje del amor; es la piedra preciosa encontrada desde siempre, es la fe
convertida en realidad; allí está todo: la montaña, la nieve, la Virgen, Jesús,
el cielo brillante y tan cercano, Granada y para completar la multiplicidad de
la escena estamos: tú y yo, y aquel otro, y tantos y tantos; todos encantados
de ver lo que vemos, de oír lo que oímos y de sentir lo que sentimos.
Y de hoy en adelante, como muestra de gratitud la
Virgen de las Nieves nos regala: la grandiosa inmensidad de este cielo azul que
desde aquí podemos tocar con los dedos; la espectacularidad diaria de una
sierra deslumbrante y la belleza inconmensurable de la ciudad de Granada.
Virgen de las Nieves, en este tu día de fiesta y
siempre, ruega por nosotros.
Publicado en Forumlibertas.com 6 de agosto de 2014
Publicada en Diario Ideal de
Granada (Papel) 6 de agosto de 2014
Publicada en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital 13 de agosto de
2014