257 Restaurar los Confesionarios
El sacramento de la penitencia o también llamado de la
reconciliación está un tanto olvidado en determinados sectores eclesiales, por
las circunstancias que sean no se realiza con la debida asiduidad, ni se ponen
los suficientes medios para su práctica frecuente. En algunos templos incluso parece que se quiere ocultar el
confesionario o se ha cambiado por algo aparentemente más cómodo y atrayente y
al final lo que sucede es que se prescinde de él y de la práctica de la
confesión. Hace ya unos años, varias décadas atrás, era frecuente que los cristianos
comprometidos tuviéramos una dirección espiritual periódica y frecuente y de
esta manera nuestra alma como cristianos vibraba espiritualmente y se
identificaba con las enseñanzas de Jesucristo, siguiendo la ayuda del sacerdote
puesto por Dios para dirigir nuestra alma. De esta manera el cristiano, todo
cristiano, entre otras cosas importantes, era consciente de la gravedad del pecado
y procuraba huir de él. Esto entro en desuso desgraciadamente, Pablo VI en la
década de los setenta ya decía que el peor
de los pecados actuales era haber perdido la conciencia del pecado. Y
actualmente, año a año, la cosa ha ido a peor, al ir cediendo, ya no sabemos lo
que es pecado y lo que no lo es. Hemos convertido el cristianismo en una cosa:
cómoda y blandengue, descafeinada, sin sustancia. Hoy hay muchos católicos que no
conocen bien la doctrina de Jesucristo; muchos de ellos cristianos de primera
fila que no tienen apenas formación y no viven dignamente las exigencias del
evangelio y por ello dan mal ejemplo y desvirtúan la Verdad. Hoy,
lamentablemente, hay muy poca formación cristiana, incluso entre los mismos
catequistas, por lo tanto la catequesis que se da a los niños en ocasiones está
poco fundamentada, pues falta el instrumento adecuado, instrumento que no está:
ni bien formado ni bien dispuesto. Es una pena pero consideró que es así. El
problema fundamental es la poca formación de los educadores cristianos y la
poca vivencia cristiana e interior de estos educadores. No quiero con estas
palabras mías buscar culpables, solo Dios es nuestro guía y nuestro juez,
quiero buscar soluciones y ahondar en la realidad, y ahondando ahora de nuevo
un poco en el fondo de todo esta:
a) El no practicar asiduamente y debidamente los sacramentos, especialmente el
sacramento de la Confesión y el de la Comunión. b) Retrasar negligentemente la
vivencia misteriosa, silenciosa y especialísima de la Santa Misa. c) La falta
de oración: pública y privada. d) y por otro lado, lo ya mencionado, que los
cristianos no dedicamos suficiente tiempo a la formación. En las parroquias son
más necesarias las charlas de Formación Cristiana: ahondando en las Virtudes, explicando
los Misterios, enseñando a “Servir y a Amar” y descubriendo el “Atractivo
rostro de Jesús”. Y para ello, entre otras cosas saquemos los confesionarios,
como hizo Benedixto XVI en las Jornadas de la Juventud en Madrid, y que los
sacerdotes sean como siempre, pero más aún: “Buenos Pastores para las almas”
Pastores al estilo del Santo Cura de Ars o de San Juan de Ávila o de San
Josemaría o el de San Pedro Poveda o el del Papa Francisco. Las almas se
conquistan una a una, corazón a corazón y para ello el Pastor tiene que: “oler
a oveja” y hablar al oído: silenciosamente, con sabor de intimidad, y hablar:
de sacrificio, de renuncia, de pecado, de perdón, de amor, de fidelidad, de
lealtad, de cariño, de “Dios Amor”, de compromisos, de Jesús, del enfermo, del
pobre, de la fe, de la oración y de un horizonte tan atractivo que siempre,
siempre, está lleno de esperanza. Si lo intentas, igual que yo descubrirás la
maravilla, y si no la descubres: llámame; no lo dudes: llámame; dentro del
paralelismo del amor hay muchos caminos y el tuyo está, te lo aseguro.