Relatos biograficos 1 Antoñita



Relatos biograficos 1

Antoñita
Una flor en el Paraíso

Antoñita, a ti te dedico estas letras que procurare de lleven adherido la eficacia de un mensaje fértil, y las escribo en estos días grandes, días especialmente grandes para los que como tu estáis impregnados de la noble esencia de esta tierra Ibreña. El cielo de Ibros y el cielo divino en el que tú habitas, en estos días se llenaran de vivo Remedio, de sabor a fiesta, de tradición. Y a tí vendrán los recuerdos de los  tuyos, la nostalgia de tus vivencias pasadas, el cariño inapelable de tus queridos  hermanos y sobrinos.... El recuerdo se hará más intenso cuando, ante ti: en el Cielo, pase rebosante de hermosura, sublime, con su natural encanto, sin adimentos postizos y sin adornos efímeros, tu querida Virgen de los Remedios...
Y ahora volando de nuevo al pasado recuerdo tú dulce figura. Figura pausada, llena de paz, sobrecargada de cariño. Lo entrañable de ti era que vivías en grado sumo la sencillez, no hacías alarde de nada: pero tenías lleno el corazón; no cubrías tu cuerpo de joyas, pero poseías el oro puro en la incandescente blancura de tu alma. Tú casa era un hogar  lleno de fragancia: de la fragancia inconfundible que sólo se encuentra en aquellos lugares en donde el calor humano se respira.
Antoñita: nació, vivió y murió en la misma casa; en esa misma casa de la  calle Luis Suárez paso de la nada a la existencia, se hizo a la existencia, vio la luz primera de su personal y bello amanecer, descubrió su existencia y hizo de su viva existencia un existir colmado de bondad.
Dios fue para ella un descubrimiento fundamental. Antoñita dejó su existencia en las manos Dios, y así vivió: columpiándose candorosamente en los brazos fuerte de su Padre y Creador; de Él fue sacando el tesoro de su fortaleza, para hacer frente a la adversidad y sin quejarse fue, valientemente, superando el dolor. Dolor, lágrimas y entrega: entrega amable, fueron las constantes de su vida. Ella que no tuvo hijos dejó en Ibros la herencia de su ejemplar  virtud. Su vida no fue estéril,  porque ella hizo posible a su lado el amor, y el amor es la fuente de la que mana la vida, por eso aunque no engendrara hijos, vivió en grado máximo la fertilidad del espíritu. Fue tierra fértil, campo cuajado de fruto, vergel encantado,  espléndido jardín lleno de flores. Así vivió y así dejó de vivir, así paso de la flor caduca de lo terreno, a la flor bella: bella en plenitud, de los Parajes Eternos.
Pero dejemos el reconfortante de revoloteo de los recuerdos y vayamos a la fiesta, porque la fiesta un nuevo año se hace realidad y la flor de la Virgen de los Remedios de nuevo se planta en el   centro de nuestra ciudad y en el centro de nuestros corazones.
¡Tú!: viste con atuendo de fiesta tú balcón, engalana tu casa, adorna la calle, ¡ah! Pero no se te olvide limpiar también  tu alma; si no sabes acude a Antoñita, ella en el cielo, en donde habita rodeada de los ángeles de su Dios, tiene la receta, una receta que lleva un ingrediente especial, es el ingrediente de su amor; porque su amor, su amor de Ibreña ejemplar sigue vivo: ¡Muy, muy vivo!; vivo y con muchas, muchas ganas de vivir contigo la fiesta: nuestra fiesta.
                          
                   Mayo 1999                     Rafa