456 Curando a los sin techo
Dominique es un médico que desde hace 30 años atiende
a personas sin hogar y sin papeles en las afueras de París. Todos los días,
conversa un rato con Dios y así obtiene esperanza. Recojo sus experiencias
obtenidas de la página: Opus Dei y añado además algunos comentarios.
Dominique realiza su actividad en el albergue que atiende
la Cruz Roja; el mismo está abierto toda la semana, 24 horas al día y alberga a
27 hombres.
Hace 30 años, llegó como médico a Melan, estos
pacientes sin domicilio supusieron un desafío para él. Comprendió que la gente
sin domicilio carecía de cuidados. Este primer albergue se abrió en 1986.
Nos explica, paseando junto a ellos:
·
Este tendría que operarse de caderas pero no quiere que le operen.
·
Este, Tenshin es del Tibet. Llegó a Francia hace un tiempo… y tiene
tuberculosis.
·
Este señor tiene problemas psiquiátricos
Durante estos 30 años, el público que viene ha
evolucionado. Al principio atendían a vagabundos y ahora son gente sin
documentación.
Comenta: “Vivimos en una sociedad de exclusión
permanente. Por ejemplo: el nazismo empezó excluyendo a los judíos, a los
minusválidos, y después arremetió contra el ser humano en general, sin
distinción. Aquí, pasa igual: Se empezó excluyendo a los sin techo, ahora les
toca a los sin papeles, a los ancianos, a los discapacitados. Estamos en un
procedimiento abrumador de exclusión permanente”.
Nos expresa que no se puede ejercer esta profesión sin
una presencia de Dios casi permanente. Hay que pensar en la escena del
Evangelio en la que Cristo dice:
·
“Estaba desnudo y me vestistéis”. Ahí estaba Yo, en ellos.
De hecho, en el fondo, cada persona es un Cristo vivo
en esta tierra.
Siguiendo con su labor allí y el porqué de su misión,
nos explica yendo a la raíz: La ética de
la Iglesia es globalizante:
·
Su razonamiento es el mismo para el aborto provocado, como para la
discapacidad, como para la eutanasia, o para los sin techo.
·
La Doctrina de la Iglesia afirma contundentemente que cada uno es una
criatura de Dios, sea cual sea su estado, tenga o no tenga documentos...
Y nos sigue contando, adentrándose en su propia
interioridad:
Me hice del Opus Dei en 1971. Al volver de Roma, me
dije:
·
“Me parece que lo que no funciona es el sistema de la catenaria”.
Es decir,
cualquier locomotora eléctrica no puede funcionar si hay una avería en ese
chisme que le da energía. Sucede a veces y el tren se inmoviliza.
En nuestra vida ocurre igual:
·
“Está Dios, estoy yo, y hace falta una catenaria. Y esto era la catenaria
que yo necesitaba”.
Cuando pasa por delante, entra, a diario, en la iglesia,
se para un momento, sin perder mucho tiempo, y deja a los pies de Cristo y de
la Virgen todo lo que le preocupa, las conversaciones de ese día que lleva
dentro, y reza:
·
¡Ayudadles! Y ahí, vacía la papelera de su alma.
Para él, La oración es como el gas que calienta la
olla donde se cuece la pasta: si baja la llama la pasta sale cruda. Pero a la
oración hay que encontrarle su momento. ¡Y eso es harina de otro costal!
En un mundo donde se empieza a trabajar a las nueve de
la mañana, y donde acaba a las ocho de la noche, lograr un hueco para la
oración, para charlar con el Señor… no es fácil. De vez en cuando, hace lo que
puede, con empeño. Nos dice:
·
“A veces le digo al Señor: ¡Después te hablaré!”
·
“Ya ves, este es el trabajo que te puedo ofrecer: ¡Tómalo!”.
A San Josemaría, fundador del Opus Dei, Juan Pablo II
le llamó:
·
“El Santo de lo ordinario”, de la vida de cada día.
Es este un médico que vive una vida como la de los
demás médicos; cuida a la gente; y al
mismo tiempo intenta transmitirles alegría, esperanza y respeto a la persona; y
para esto lucha cada día contra las flaquezas y contra el cansancio:
·
San Josemaría lo expresaba así:
o
“Omnia in bonum! : Todo es para bien”.
En el fondo, fondo, es algo que da esperanza, a veces
sin motivo, en aquellos enfermos.
Y Dominique nos cuenta para terminar:
·
Uno va a seguir una cura de desintoxicación, pero no tengo muchas
esperanzas:
o
¡Y aun así confío en Él!
·
Uno se lo cree:
o
¡No porque intelectual o clínicamente todos los signos sean positivos! ¡Qué
va!
·
No hay signos positivos, pero confío en Él, porque en el fondo:
o
¡Nunca hay que desesperar del hombre!
·
Dios no se desespera nunca con nosotros, por tanto:
o
¿Por qué desesperarnos nosotros?
Publicada
en DIARIO DE AVILA Digital 11 marzo 2016
Publicada
en Diario JAÉN 11 de marzo 2016
Publicada en “Cartas al Director,
Tu voz en la red” Digital 14 marzo de 2016
Publicado en
Forumlibertas.com “Opinión” 14 de marzo de 2016