109 Nacidos para amar.
En muchas ocasiones ante las dificultades, ante
catástrofes o en momentos de reflexión nos interrogamos con esta pregunta:
¿para qué hemos nacido? ¿Para qué estamos aquí en la tierra? ¿Para qué tanto
sufrimiento? Son reflexiones difíciles de resolver dada la complejidad del ser
humano y dada también la gran diversidad de situaciones por la que cada uno de
nosotros tenemos que pasar.
Después sucede que en muchos de los casos no
tenemos la formación adecuada, ni tampoco somos capaces de interiorizar tanto
en nosotros como para adquirir una visión de las cosas desde la óptica de Dios.
Ante la muerte de un ser humano y más aún si este ser humano es un ser querido
es difícil reaccionar con optimismo o reaccionar con esperanza; más bien la
situación planteada, en muchos casos, es tremendamente difícil y esos
interrogantes anteriormente mencionados se agolpan en nuestra memoria y en
nuestra mente y no sabemos obtener el resultado adecuado que nos de paz y
tranquilidad, y de esta manera poder seguir caminando sin pesadumbre ante el
camino de la vida.
Es tremendo no poder dar respuesta clara a los
impactantes interrogantes que se originan en tantas ocasiones y muchas veces dan
lugar en nosotros a terrible desánimos y desalientos que pueden acabar en
depresión e incluso en algunos casos en enfermedades psicológicas o mentales
graves.
En cada uno de nosotros, hay muchos enigmas o
interrogantes o sucesos, de hace quizás años, que nos originaron desasosiegos y
pesadumbres de tales dimensiones que dieron lugar en nosotros a traumas de los
cuales puede que no nos recuperemos nunca. Mucha gente vive con la pena permanente
de la muerte de un ser muy querido y pasan los años pero la vida no llega nunca
a ser igual.
Ante todas estas cuestiones es muy importante
saber que somos criaturas de Dios y que Dios nos ha creado por amor y para la
felicidad; felicidad de la que gozaremos aquí de una forma parcial y de la que
gozaremos al 100 por 100 en la eternidad.
Los cristianos somos las personas más afortunadas,
teniendo en cuenta que tenemos una promesa de Jesucristo para ser felices por
siempre y para siempre, pero para ello hay que entender que la vida en esta
tierra es sólo un camino, un camino: difícil, pedregoso y con miles de
dificultades.
Nuestra felicidad ahora consiste en ir
entendiendo: las penalidades, las fatigas, los sufrimientos y la muerte; y que
la felicidad vendrá después, después de llegar a la meta; y esa meta llegara
cuando Dios quiera, como Dios quiera y donde Dios quiera.
Tenemos que
tener la completa seguridad de que en Dios está la felicidad y que esa
felicidad nos corresponde al haber adquirido la dignidad de Hijos de Dios. Dios
nos ha hecho un inmenso regalo y nos pide: fe, confianza y la esperanza de
saber que mejorando un día y otro, y siempre por ese camino del amor,
llegaremos al Amor, llegaremos a Dios.
Publicada en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital 17 de junio de
2014
Publicado
en Forumlibertas.com 18 de junio
de 2014