Relato biográfico 3 La grandeza de las estrellas



Relato biográfico 3
La grandeza de las estrellas

Me he acercado al firmamento y he descubierto la grandeza de las estrellas, he querido viajar hacia ellas, aprender de ellas, convivir con ellas y que me enseñarán algo de la grandiosa magnitud del cosmos. A su lado fui descubriendo la belleza, la inmensidad, la perfección, la armonía … Fui descubriendo detalles y detalles, fui descubriendo galaxias interminables de: luz, color y hermosura…, era una maravilla tras otra, era un algo tan indescriptible como deslumbrante y entre este "caos cósmico" imposible de valorar, entre esta estrellada armonía de: luz, color, belleza, hermosura, equilibrio … Allí, me encontré con dos estrellas llorando, desconsoladas tristes y angustiadas, en esto se veía la sensibilidad de las estrellas, al menos de aquellas estrellas, al detenerme a su contemplación pude descubrir que aquellas estrellas, aunque eran más bellas aún, no pertenecían a la magnitud de este cosmos y les pregunté: ¿de dónde sois, pues vuestra fisonomía me desconcierta? Veo en vosotras menos grandiosidad pero: más sensibilidad, más amor, mas dulzura, más entusiasmo emocional y descubro al contemplaros el trasfondo: del dolor, del sufrimiento…. Explicadme qué hacéis aquí, de donde venís, y ellas contestaron: "Venimos de la tierra, somos seres humanos, personas… Personas: “con nombre de estrella” que estamos buscando a Dios, al creador de esta maravilla, al creador de estas galaxias; y lo hacemos aquí: donde no se conoce el concepto de lo finito y sí el de lo eterno; aquí, donde la infinitud de lo eterno nos desconcierta; esto es tan excepcionalmente grandioso que nuestro Dios se ve que se esconde en este universo hecho a su medida; parece que, ese Dios nuestro, busca más la grandiosidad de su cosmos: que nuestra delicada poquedad, que nuestra estrella delicada y tierna a la vez que caduca. Parece que Él se aleja de nuestro dolor y se lo estamos increpando, pues entendemos que huye de nuestro terrible problema. Queremos verle, ver a ese omnipotente ser llamado Dios y contarle nuestra  inmensa pena: nuestra pena es la muerte, ¡pues en la tierra ahí muerte! de un ser muy querido y muy joven, veinte años, llamado Juan y la grave enfermedad, ¡otra de nuestras grandes debilidades! de otro ser, también muy querido, llamado -también-  Juan". Y entonces yo conocedor de esta historia los lleve a un lugar excepcional, aquél no era el cielo de las estrellas, era mucho más maravilloso, allí todo era bondad, felicidad, grandeza del alma … Aquello era otra esfera cósmica, era como un hogar inmenso pero acogedor, alegre y luminoso … Y allí encontramos a Dios y a un inmenso número de ciudadanos resplandecientes que brillaban según había sido la grandeza de su corazón y la bondad de su alma; aquí lo grandioso era: cercano, sencillo, natural … Era como si la humildad y la  poquedad engrandecieran una vivencia inusual; aquello era todo distinto, singular … Y allí, en ese paraíso de emociones, encontramos a Juan, su belleza deslumbró nuestros sentidos, caímos lleno de estupor, y él, con su cautivadora sensibilidad, cogió nuestras manos, nos contempló con calma y ternura y nos abrasó con fuerza, evidenciando con ello lo grande de ese amor tantos años compartido. Juan nos dijo: " Desde que vine aquí he compartido con Dios mi vida, mi felicidad es inmensa, Dios me cuida, Dios se ocupa  personalmente de este cosmos paradisiaco en donde la armonía es tan perfecta que no cabe nada negativo. Dios nos cuida con matemática perfección y con infinitud de cariño" Y nosotros le preguntamos: ¿Y tu padre porque sufre tanto con esa enfermedad tan terrible? "Mi padre sufre para poder un día compartir conmigo la grandeza de este paraíso. Dios lo quiere aquí conmigo en este universo de almas limpias y de corazones puros. El ahora sufre, pero pronto su dolor se acabará, y seguirá viviendo con vosotras en la tierra hasta que un día venga el y vosotras conmigo y compartamos, los cuatro, esta maravillosa creación que Dios ha diseñado para aquellos seres que le buscan, le encuentran y le aman".
Y aquí, en el Cielo, entre el bello resplandor de las estrellas, acaba esta historia emotiva y vibrante, que nos puede ayudar cuando las dificultades, de cada día, nos lleven al decaimiento y a la tristeza. Y para terminar, dejo caer delicadamente, estas palabras que Jesús dijo, recién resucitado, y se las dijo a las Santas Mujeres -que bien pudieron ser: Estrella y María- que se acercaron al sepulcro, creyendo que estaba allí… El Resucitado, fuera del sepulcro, les dijo: “No busquéis  entre los muertos al que vive…".
Una historia, una novela, una invención de la mente, una invención del alma, un relato de dolor y amor, un canto a la trascendencia… O por el contrario: una simpleza, una tontería… Indiscutiblemente para cada uno será una cosa, y para nosotros será lo que tú y yo queramos; pero lo que no cabe duda es que -este relato- está  escrito con el corazón y si cabe y pudiera ser con el alma y está escrito para vosotros: Estrella, María y Juan. Con él, no he pretendido engrandecer en vosotros el dolor, sino más bien engrandecer vivamente vuestra esperanza. He pretendido  compartir  con vosotros durante unos instantes y de una manera diferente: el dolor y la esperanza, la trascendencia y la caducidad, la vida y la Vida; pues la muerte definitiva sólo existe parar el que se obstina, para los demás sí lo pretendemos y lo buscamos: " la muerte acaba siendo Vida"
                                          Rafael
                             
20 de Octubre de 2013