442 La cárcel de vivir con odio
En este tiempo en el que de nuevo están aflorando situaciones
un tanto extrañas a nivel político y social:
·
Y opiniones un tanto controvertidas: sobre ETA, sobre el terrorismo en
España, sobre la violencia callejera y sobre el independentismo.
Quisiera que de nuevo llegara a los medios esta
entrevista ilustrativa que nos puede ayudar a reflexionar sobre las atrocidades
del terrorismo y lógicamente sus consecuencias en aquellos que lo sufren:
·
No se puede decir, como se ha dicho, que ETA, por ejemplo, fue la que llevó
a cabo la auténtica Transición en España, y menos que lo diga un político.
Consideró que en la actualidad los nuevos y en muchos casos jóvenes políticos y
parlamentarios, hablan de la violencia y del terrorismo como claras opciones
reivindicativas: democráticas y sociales; y esto es muy peligroso puesto que:
o
La espiral de la violencia sólo trae: inquietud, desasosiego,
empobrecimiento, autoritarismos, sufrimiento y muerte.
Empiezo con la entrevista de Javier Marrodán, sobre el
atentado que sufrió, por parte de ETA, un guardia civil. La entrevista se
publicó en la revista “Nuestro Tiempo”, de la Universidad de Navarra en
diciembre 2009. De la misma he extraído lo que considero más importante y he
dejado a un lado aquello que actualmente no es relevante:
·
El 30 de julio de 2009, su
madre Montserrat
Lezáun, despidió a Diego sin imaginar que ya no lo volvería a ver. Diego
acababa de salir de una larguísima convalecencia y aquel día se reincorporaba a
su trabajo como guardia civil. A las dos del mediodía cuando él y su compañero
Carlos Sáenz de Tejada se montaron en un Nissan Patrol que debían llevar al garaje.
El coche se encontraba aparcado en las inmediaciones del cuartel de Palma Nova,
a unos diez kilómetros de Palma de Mallorca. Apenas se habían acomodado en el
interior del vehículo cuando un terrorista de ETA activó la bomba lampa adosada
a los bajos. La explosión acabó con la vida de los dos agentes. Montse no vio
sufrir a su hijo. La última imagen que conserva de él es la de un joven que
volvía al trabajo con toda la ilusión del mundo.
¿Cómo era Diego?
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Era un joven vitalista, enérgico, muy aficionado al deporte, divertido, con
un sentido del humor muy agudo. A raíz de su muerte hemos descubierto con
asombro los muchísimos amigos que tenía.
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Era un apasionado de las motos, tenía una de competición y otra de paseo.
Estaba federado y participaba en algunas carreras. El 15 de marzo de este año
sufrió un accidente gravísimo. Estuvo tres semanas en coma, con una lesión
cerebral importante.
¿Le inquietó la posibilidad
de que su hijo sufriera un atentado?
·
Para nada. Es algo que nunca llegué a imaginar. Es cierto que yo viví en
Pamplona hasta 1979, y que aquellos fueron años duros, pero ya en Mallorca,
donde los guardias civiles y los policías van tranquilamente por la calle con
su uniforme, sin sufrir las etiquetas ni los prejuicios de nadie, jamás pensé
que nos pudiera tocar algo así.
¿Cómo vivió aquel día?
·
Aquel día se produjeron muchas casualidades, demasiadas. Diego aún no había
recibido el alta, pero tanto él como los médicos pensaron que podía ser muy
bueno para su recuperación neurológica que empezara a hacer algún trabajo
tranquilo. En la Guardia Civil les pareció muy bien. El atentado fue el 30 de
julio. Diego no se tenía que incorporar hasta el 1 de agosto, pero lo habló y
decidió ir un día antes. No estaba previsto inicialmente que fuera al cuartel
de Palmanova, pero acabó allí. Y tampoco estaba previsto que se montase en un
coche, pero lo hizo. Fueron tantas las casualidades que una piensa que no es
posible... Y todos mis hijos estaban esos días en Mallorca, de vacaciones...
¿Cómo se enteró de lo
ocurrido?
·
Estaba con mi hijo Eduardo, el tercero de los siete, en una casa que
tenemos en el campo, a 65 kilómetros de Palma. Alguien llamó por teléfono y nos
dijo que había habido un atentado en Palmanova, pero no se me ocurrió que le
hubiese podido pasar algo malo a Diego. Nos empezamos a intranquilizar al ver
que no atendía el móvil. Empezaron a llegar noticias, aunque todas eran
confusas. Pusimos la tele, pero la antena se había estropeado y no se veía.
Todavía le doy gracias a Dios por aquello, de otra manera me hubiese encontrado
de repente con las imágenes de lo sucedido. Nos llamó al cabo de un rato un
compañero suyo y nos dijo: “Venid a Palmanova y esperaos lo peor”. Mi marido
estaba en Ibiza porque los jueves pasa consulta allí. Eduardo y yo salimos en
el coche y enseguida me llamó mi marido al móvil. “Para el coche”, me dijo. Y
entonces me lo soltó: “Nos lo han matado”. Mi hijo Eduardo se desmoronó, pero
no podíamos quedarnos allí, así que me puse al volante y reanudamos el viaje a
Palmanova.
¿En qué pensó durante
aquellos 65 kilómetros?
·
Los pasé rezando. Pensaba en aquella misma mañana, en la ilusión de Diego
por reincorporarse al trabajo. Pensaba también en mis otros hijos, y en mi
madre, que ya es mayor, en cómo se lo diría. Pensaba en mi marido.
¿Cómo se reza en un momento
así?
·
Pues mal. Mi hijo Eduardo me ayudaba. Empezamos el rosario y lo fuimos
rezando a trompicones, entre lloros y silencios.
¿Qué recuerda de la llegada
a Palmanova?
·
Habían puesto una carpa. Estaban allí mis otros hijos y la novia de Diego.
Ella es la que peor lo pasó: había sido un pilar de su recuperación, le había
acompañado durante días enteros en el hospital, llevaban seis años de novios y
querían compartir toda la vida.
¿Qué tal han vivido sus
otros hijos lo sucedido?
·
El otro día leí una frase, creo de que de Saint Exupéry:
o
“El hombre se descubre de verdad cuando está frente a un obstáculo”.
·
Yo he descubierto en estos meses a mis hijos y estoy muy orgullosa de
ellos.
¿Se puede perdonar algo así?
·
“Claro que se puede. Mis padres me enseñaron a querer y lo hicieron muy
bien”.
·
“El perdón cura las secuelas del
odio en el alma”.
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“Vivir con odio es vivir en una cárcel de la que
es necesario salir cuanto antes”
¿Habla con él?
·
“Sí. Y le pido que nos eche una mano a todos, especialmente a sus hermanos”.
Todos los hijos tienen que atravesar edades difíciles... Y como estoy
segura de que Diego está en el Cielo, le pido que nos ayude.
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Hay una cosa del himno que se canta en los funerales de la Guardia Civil
que no me gusta: lo del “Compañero perdido”.
“A Diego no lo
hemos perdido”.
¿No se ha rebelado en algún
momento contra Dios?
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Yo siempre le había pedido a Dios que llevase a todos mis hijos al Cielo,
aunque fuera a empujones. Se lo pedía de modo especial en algunas temporadas
más difíciles.
·
Cuando mataron a Diego, casi me enfrenté un poco con Dios:
o
Y le decía “Te lo has tomado literalmente”.
Pero entiendo que Dios ha actuado así porque consideraba que era un buen
momento para Diego.
Entiendo el
“para qué” –para que esté en el Cielo–, pero me cuesta entender el porqué.
¿Recuerda alguna llamada o
alguna carta especial?
·
Sí, recuerdo dos cartas muy especiales. Nos las enviaron dos presos desde
la cárcel. Nos decían que lo ocurrido les parecía una barbaridad, que estaban
de nuestro lado, que nos apoyaban, que sentían nuestro dolor.
Publicada en “Cartas al Director,
Tu voz en la red” Digital 23 de abril 2016
Publicada en DIARIO DE ÁVILA Digital 25 de abril de 2016