183 Las velas de un Dios que es Luz.

183   Las velas de un Dios que es Luz.

El texto original se llama: “La llama de una vela”. Entre comillas va el texto original troceado y sin las comillas van mis reflexiones a este artículo del autor: Nelson Fragelli. Este texto que me ha parecido una muy bella expresión del “Amor de Dios” a través de la “Vela encendida”; espero que, como a mí, os sea útil para encontrar un nuevo destello de la inmensidad del “Amor”.
“Dice San Buenaventura que el fuego aviva el amor de Dios. Quien se deja atraer por la belleza de una llama y la admira, crece en el amor de Dios, incluso cuando no tiene su pensamiento explícitamente vuelto hacia el Creador de todas las maravillas”.
A través de la contemplación de la llama y de su belleza podemos descubrir la maravilla del Amor, la maravilla de un Dios que se desborda en una entrega en plenitud hacia todos, en una entrega sin límites.
La magia espiritual de una llama es la magia indescriptible de un Dios del que fluye el amor y ese manantial de pureza y bondad siempre atrae nuestra mirada y nunca nos deja indiferentes.
“Siempre igual a sí misma, pero paradójicamente, nunca repite sus armoniosos movimientos. Así, cuando un artista desea pintarla, tiene que decidir entre mil posibilidades, para determinar los contornos de la llama que quiere plasmar en el lienzo”. Pintarla es tan difícil como pintar: el amor, la belleza, la verdad, el cariño, la ternura…
“¿Por qué Dios creo la llama tan versátil?”
Quizás porque quiso con ella representar la débil condición del ser humano y la grandeza del amor que fluye en nuestros corazones, en nuestros deseos apasionados de llenarnos de Él.
“La llama de una vela es ciertamente la más bella y la más tierna expresión del fuego. Pareciendo frágil y vacilante, ella brujulea y necesita ser protegida. Ella renace continuamente de la cera que la sustenta y alimenta, y se disuelve en el espacio”.
Me viene el recuerdo de las procesiones de Semana Santa Andaluza, en ellas: el cirio, el parpadeo de la luz, el fuego, el luminoso cortejo de cientos de velas encendidas, forma parte de un ritual de belleza inusual que procura hacernos descubrir la Divina maravilla escondida tras la poquedad de este mundo ciertamente lleno de inseguridades y de contradicciones. En las procesiones, las calles de un mundo oscuro se llenan, a través de las velas, de la Luz de un Dios que vive y sufre para Amar.
“Sobre un altar, en particular durante la celebración de la Santa Misa, la expresión de su ternura recuerda la infinita bondad de Dios, su amor ardiente, y la protección dada a la fragilidad de sus hijos. Sobre el altar, la llama conduce suavemente el pensamiento de los fieles hacia Nuestro Señor Jesucristo, Luz del mundo, que se ofreció como víctima por todos nosotros. La vela encendida parece ofrecerse en sacrificio para dar vida a la luz. Al dar luz ella se consume y desaparece”.
Es el holocausto de esa vela que se consume para dar luz. En la Santa Misa esa luz nos ayuda al encuentro con la Luz, al encuentro con la Luz Santa de la Sagrada Eucaristía. Alli Jesús realmente y milagrosamente se hace presente para unirse a todos y la vela da un clima de intimidad hogareña y litúrgica a ese encuentro entrañable y amoroso.
La bella estética de las gotas de cera líquida, cristalina, que desciende a lo largo de la vela nos pueden recordar las lágrimas del sacrificio, las lagrimas del amor y también las lágrimas de un fuego que va purificando, muy lentamente pero ininterrumpidamente, nuestras almas.
El impulso del amor de Dios, simbolizado por esa Luz, puede ser sofocado por las tentaciones del Mundo, puede ser ahogado, sobre todo en estos tiempos terribles de desconcierto y de impiedad en que vivimos.
Santo Tomás de Aquino nota que la llama de una vela, en su verticalidad, busca siempre lo alto. En este movimiento natural se encuentra uno más de sus símbolos: la altura, esa altura cósmica que nos acerca a la Inmensidad, que nos acerca a la Grandeza, que nos acerca a Dios.
Con frecuencia, en ciertas horas del día, entramos en una Iglesia donde casi nadie reza. Solo la vela reza, pues ellas, las velas estas ahí, junto al altar de Nuestra Señora y de Nuestro Señor en su Divina Eucaristía; son velas que arden. De lejos, su luz anuncia la vida de la Fe, la vida de la Gracia y la vida de la Devoción persistente.
Junto a la Santísima Virgen ellas además iluminan el bello rostro materno de esa Madre que siempre acoge y protege.
Dedico esta reflexión compartida a mi querido tío Paco Bellido González que dedico su vida profesional al trabajo en una cerería y lo hizo con vocación y con cariño.

Publicada en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital  6 diciembre de 2014 

Publicado en Diario de León. Digital   6 diciembre de 2014 

Publicada en DIARIO DE AVILA Digital     6 diciembre noviembre de 2014