Relatos biográficos 7
Entre restos mineros y operarios
metalúrgicos.
Opus Dei en Linares.
En aquellos años, década de los setenta
del siglo xx, llegaron a Linares dos sacerdotes diocesanos que pertenecían al
Opus Dei uno era Don Miguel Luque, que fue
nombrado párroco del Sagrado Corazón y otro Don
Esteban Tirado que fue el impulsor de la parroquia de San Juan de Ávila. Con
estos dos firmes soportes se fue conociendo el Opus Dei en Linares, con ellos
se pusieron las primeras piedras. Manolo, en el barrio minero de la Zarzuela en
el que vivía, de la mano de Don Esteban conoció esta nueva Obra de Dios y desde el principio se
entusiasmo por este ambicioso proyecto, Manolo era un obrero de la Industrial
ciudad de Linares, casado y con hijos,
desde aquellos años ha llevado y lleva aun una vida ejemplar, dedicado: a su
familia, muy querida para él y a la que dedica, con mucho cariño, buena parte
de su tiempo; a su Dios: a través de su oración constante, de su apostolado
sencillo y campechano y de su amor, un amor con altas miras que nos ayuda a
convivir cada día en un ambiente de paz y armonía; y a su trabajo, pues siempre
hizo su labor profesional con constancia y coherencia, sin estériles engaños.
Manolo es el hombre bueno, el hombre fiel a su fe, enamorado con firmeza de su
vocación de cristiano y de sus compromisos con el Opus Dei al que dedica gran parte de su tiempo con ilusión
y sabiendo que en el claro horizonte de su vida Dios lo espera con los brazos
abiertos.
También por aquellos entonces, a la
sombra del fecundo apostolado de Don
Esteban, a la labor callada de ese
hombre de Dios se acercaban mucha gente
con grandes inquietudes cristianas y con
grandes dotes humanos, en esos
encuentros ellos pronto presagiaban un futuro ciertamente inquietante y
enriquecedor. Muchos vieron que, día a día, nuestro querido párroco guiaba con
firmeza sus pasos; desde entonces el futuro de algunos de ellos en el Opus Dei no
ha cambiado de rumbo, sigue marcado por la fidelidad y por la grandeza
apostólica; grandeza de las almas enamoradas que descubrieron, en aquellos tiempos y en aquel
lugar, el amor tierno que Dios nos da. Ellos
y ellas con la persistente constancia: de quién sabe el eterno precio de su alma, de quien sabe -y es consciente- de la esterilidad de una vida sin Dios, siguen
a su Maestro Jesucristo y a su fundador: Escrivá de Balaguer y lo hacen
conocedores de las contundentes palabras
del evangelio: “Id por todo el mundo y predicar el evangelio”. La labor de
servicio de todos ellos deja huella; su constancia y dinamismo prenden en los
demás y les da alas para seguir, como ellos y ellas, la vida de Cristo.
La vida de Don
Esteban en la Zarzuela, en aquel barrio minero, en el que simultanean su vida: Una
gente: sencilla, trabajadora y amable; otro tipo de gente; que por desgracia se
les puede considerar, quizás sin culpa suya, lacra social, por su vida dedicada
a los vicios y a hacer desgraciados a los demás: ladrones, drogadictos, alcohólicos,
delincuentes, matones…..; y otro tercer grupo en la que también abundaba la
pobreza, la escasez y la incultura; en aquel clima no fue fácil dejar la
semilla del evangelio pero el entusiasmo de Don
Esteban y su vibrante actitud apostólica
hicieron fecunda la semilla. Allí
también con miles de dificultades pudo dejar la huella de un fundador “Escrivá”,
hoy San Josemaría. En aquel barrio minero se
pusieron gran parte de los cimientos, entre gente sencilla, sacrificada, con
poca ciencia pero con mucha fe, la fe que Dios otorga a los humildes. También
allí, junto al cerro, otro barrio pobre y problemático de Linares, trabajaban
para extender el mensaje de Jesucristo las: “Esclavas del Sagrado Corazón”.
Allí aún hoy, mujeres valientes, siguen esta labor ardua y difícil, en un barrio
con muchas carencias y mucha marginación; pero allí la congregación sigue:
educando, protegiendo, alimentando y cuidando a esa gente que necesitan: la fe,
la esperanza y el amor que sólo llega a través de Jesucristo, el auténtico
pastor de las almas.
De aquel entonces tengo también el
recuerdo de Diego, un joven del barrio, de vida sencilla y austera que
participó con Paco Romero en los clubs familiares;
para mí este chico: formal, trabajador, honrado y educado, forma parte del
fruto de aquella labor, hoy este joven es Ingeniero en Cataluña; en aquellos
años se conocieron muchos jóvenes y se dedicaron muchas horas a esta labor de
los clubs Familiares y en las actividades participaron muchas personas y se
puso entusiasmo; de todas formas faltó algo para que cuajara vivamente la
cadena de la perseverancia de estos chavales; pudo ser la falta de oración y la
falta de fidelidad al proyecto por parte
de algunos, como por ejemplo yo, que quizás me quedé, en ocasiones, con lo
bello de aquellos club sin integrarme en
la labor sacrificada y exigente que Dios siempre nos pide. Como he dicho, muchos
fueron los jóvenes que allí se trataron, mucho el tiempo dedicado especialmente
por Paco Romero, muchas fueron las ilusiones y mucha la eficacia. Los fallos no
la sabemos, porque en muchas ocasiones, en la mayoría, la eficacia viene
solamente de Dios, nosotros sólo somos pobres y torpes instrumentos.
Y ahora nos situamos en el Barrio de la
Paz, y en la Parroquia del Sagrado Corazón, en donde ejercía su ministerio Don Miguel Luque, desde allí un nuevo foco impulsor dio
su brillante luz para que personas como: Fernando, también metalúrgico; Enrique,
administrativo y Juan, medico; conocieran el Opus Dei; ellos sintieron el
atractivo de esa Obra en sus comienzos y siguieron la huella, a ellos el camino
seguido nunca les fue indiferente y se
entusiasmaron prontamente con la figura atrayente y cercana de su fundador.
También Don Antonio
Balboa, sacerdote, dejó su huella en la labor apostólica de aquellos primeros
años de Linares, a través de su empeño
decidido por transmitir el mensaje de San Josemaría; ahí quedan como recuerdo
las vidas ejemplares de los hermanos:
Jorge y Juan y también la de Don Juan Ramón, sacerdote, hijo de Juan y Maruja.
Ellos fueron cristianos comprometidos que vivieron con entusiasmo su vocación al Opus Dei. Don Juan Ramón
ejerció como párroco en la estación Linares Baeza, allí a los 29 años encontró
la muerte debido a una pancreatitis aguda. La ejemplaridad de las vidas de
estas personas tan queridas en Linares ha servido para dar firmeza a la espiritualidad
el Opus Dei en esta ciudad. Ellos son un ejemplo de la Iglesia viva a la que
todos pertenecemos, eran personas corrientes con una vida ordinaria como la de
tantos, con muchas dificultades para sobrevivir cada día; y en estas
circunstancias dieron un testimonio de austeridad, aceptación, paz y alegría.
Llevando siempre como programa de vida la doctrina y el ejemplo de Jesucristo,
por Él vivieron y por el murieron. Don Antonio Balboa sigue ejerciendo como
sacerdote y como párroco en la parroquia de San José Obrero de Bailén, allí
cada día ofrece ante el altar su vibración como apóstol de Jesucristo; el día
de San Pedro y San Pablo celebró sus 50 años de sacerdote, y quiere seguir,
pues sabe que Dios le necesita en esta labor al servicio de todas las almas. El
sigue viviendo con alegría, constancia, sacrificio y entusiasmo su vocación
como sacerdote diocesano y como entusiasta seguidor de San Josemaría.
Después vinieron: Alfonso, Manolo,
Demetrio, Paco, Carlos, Antonio, Pedro y
otros cientos, que colaboraron y colaboran con nosotros y se sienten
identificados con el espíritu y los proyectos formativos de la Obra y de San
Josemaría … con cada uno de ellos, personas honestas e implicadas en mejorar
nuestro acontecer diario, podríamos seguir adentrándonos por las rutas
indescriptibles y apasionantes del “Amor”, siguiendo el camino de la
“Esperanza” y fundamentando todo en la firmeza de la “Fe”.
Rafa
Agosto 2013