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Buenas noches Benedicto XVI.
Buenos días Joseph Ratzinger.

De nuevo nuestro querido amado y estimado Benedicto XVI es Joseph Ratzinger. Cada Papa de la Iglesia Católica nos deja un mensaje distinto, pero no por ello contrapuesto. Juan Pablo II quiso hasta el final de sus días permanecer dirigiendo la barca de Pedro. Extenuado del camino, roto por el dolor, hundido por los aldabonazos de cada día, pero él allí estaba hecho un Ecce Homo como su Maestro y Señor. El testimonio que nos dejó Juan Pablo II es inimitable. Se notaba el peso tremendo de su pesada cruz, pero se notaba también el aliento de vida constante que emanaba de su gran esperanza. En él no cabía más, él lo dio todo. Lo vimos comprimido, estrujado, vilipendiado, pero allí estaba él. Benedicto XVI por el contrario, aunque tampoco ciertamente se ha bajado de la cruz, pues en ella sigue, como él bien ha dicho y porque ella: la cruz, es el patíbulo redentor y liberador de donde el siervo entre los siervos no puede ni debe bajarse. El, sin embargo, ha visto necesario dejar de ser Pedro para pasar el resto de su vida envuelto en el silencio y encendido como brillante antorcha en la oración y contemplación de los misterios de Dios. Ha visto necesario  ocultarse, y en el marco de lo contemplativo  dedicarse a una vida austera, sacrificada y exigente. Ha visto necesario pasar de la vida activa, en un mundo ruidoso, apabullante, tremendamente veloz y envolvente, un mundo con sus desvelos e inquietudes, y cambiarlo por el claustro, por la celda. Podríamos decir, si esto posible fuera, que como Jesús se hace "Eucaristía" Misterio de Amor oculto en un insignificante Sagrario. Deja el gran Teatro del Mundo para introducirse en las sagradas catacumbas de su propio dejar de ser; dejar de ser, así él lo ha elegido. Deja el escenario habitual de los acontecimientos extraordinarios y multitudinarios para acudir a las íntimas fuentes de la fe y allí hacerse nada, nada, nada. Se hace Niño Jesús en un Belén lleno de pobreza, de humildad y de obediencia. Se "baja" de la Cruz en donde hay miles de observadores, muchos de ellos curiosos y malintencionados, para comenzar su vida en el "pesebre" en donde se respira serenidad y paz pero donde a veces se respira también el aire a veces terrible y descabellado de la indiferencia y del abandono diario: silencio, silencio, silencio... . Allí sólo y desnudo, solo Dios lo ve, allí sólo sin la visión apasionante del mundo, sin esa visión grandiosa pero patética a la vez. Allí permanecerá hasta que la muerte, con su aguijón certero e infalible, lo lleve junto a San Pedro, lo lleve al "Vaticano" definitivo de la Realidades Eternas. El hombre de la fe ha vuelto al mundo de la fe, ha dejado los carismas que le adornaban para alojarse en la esencia de su propio misterio.
Joseph ya no es el Pastor aclamado por el cariño de un mundo que a la vez aplaude, alaba y maltrata, para convertirse en el pastorcillo anónimo de un Belén casero que sólo tiene valor para la mirada del torpecillo niño que con tanto cariño lo ha creado. 
Quizás nunca llegaremos a descubrir el porqué de Benedicto XVI, solo Dios lo sabe, y él, Dios, cuando vayamos al cielo, tendrá toda la eternidad para develarnos sus misterios. ¡Mientras tú Joseph: adelante! sigue tu camino, no te detengas para oír las voces terribles o amistosas de un mundo desconcertado. Ratzinger, tú a tu oración penitente; tú a tu Eucaristía  que te une sabiamente al misterio; tú a tus libros manoseados por el cúmulo de evidencias vividas; tú a tus sabios escritos llenos de ciencia, fe y razón; tú a tu maestría a la hora de hacer, aunque el hacer ese quehacer diario este ahora oculto; tú a tu reflexión callada pero constante; tú a cuidar esa liturgia de la religión y de la vida tan llena de esplendores; tú a tu sabiduría para seguir ahondando en lo desconocido; tú, Maestro entre los grandes Maestros, a lo “tuyo”;  que el mundo seguirá su camino hacia no sabemos donde, como sucede tantas veces; la Iglesia seguirá también el suyo, su camino, con la maestría certera del nuevo Pontífice y con el aluvión inmediato de ideas, pensamientos, sentimientos y opiniones que un nuevo Papa despierta. Y cada uno de nosotros seguiremos, caminando, con habilidad o con torpeza, pero seguiremos hasta que una voz seca o un susurro silencioso nos anuncie el final de lo que era pasajero para indicarnos nuestro lugar en la nueva y definitiva morada 

Publicada en Diario Jaén         8 – 3 - 2013
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