403 El perdón y el catolicismo de cafetería.
El meditar unas ideas sobre: “El perdón”, en el
bloc del padre Escobita me ha sido de gran utilidad para elaborar este trabajo,
que espero nos ayude a todos; porqué si somos verdaderos discípulos de Jesús
debemos elegir inexorablemente el camino del perdón.
Y sólo así, experimentaremos la verdadera
libertad de los hijos de Dios y podremos liberar a los demás.
Para vivir la humildad, para perdonar a nuestros
enemigos o a quienes nos han hecho daño, necesitamos gracia
sobrenatural. Esta gracia proviene de la oración constante, humilde
y perseverante.
San Agustín lo expresa con esta gráfica imagen:
o
"Todos somos mendigos ante Dios".
Esto significa que para rechazar el pecado, vivir una
vida de santidad y para perdonar de corazón, necesitamos la gracia y ayuda de
Dios.
o
¿Por qué
no llamamos con confianza y sin desvanecer, al corazón de Dios, pidiendo esta
gracia?
Para recibir
misericordia no podemos vivir un
“Catolicismo de cafetería” y escoger lo que más nos atrae, lo que más le
gusta a nuestro paladar espiritual.
Al rezar el Padre Nuestro, tal vez optamos por
saltarnos:
o
“Perdona
nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden...”
A esto se le puede llamar:
o
“Rezar de
forma selectiva”.
Y escoger y rezar sólo la parte de la oración que más
nos gusta:
¡No es posible! ¡Eso está mal!
Si quiero el perdón de Dios debo también
perdonar.
Este concepto en teología es: “Disposición a la gracia”.
Jesús nos presenta este escenario:
o
“Si
vienes a presentar tu ofrenda al altar, y sabes que alguien tiene algo contra
ti, deja tu ofrenda en el altar, reconcíliate con tu hermano y vuelve a
presentar tu ofrenda”.
La clave para ganar la batalla, y perdonar, es
perdonar de inmediato.
La Biblia dice:
o
“Nunca
debemos dejar que el sol se ponga sobre nuestro enojo”.
¿Por qué? ¡La razón es clara!:
o
Cuanto más
demoramos y postergamos perdonar, más difícil nos resulta.
Cuando el tiempo pasa:
o
“El
diablo aviva las llamas de las heridas del pasado, agravando el daño y haciendo
una montaña de un grano de arena”.
Shakespeare lo expresa así:
o
“Errar es
humano, perdonar es divino”.
¿Por qué no imitar a Dios, y como relámpago, perdonar?
Después de que Jesús fue azotado, coronado de espinas,
abofeteado, golpeado, escupido y clavado en la cruz entre dos ladrones,
mientras colgaba en la cruz en su amarga agonía, sus primeras palabras desde la
cruz fueron:
o
“¡Padre
perdónalos porque no saben lo que hacen!”
Si nos parece extremadamente difícil perdonar, debemos
contemplar a Jesús colgado en la cruz y sus amorosas palabras de
perdón.
Otro medio muy eficaz para lograr perdonar es recordar
nuestros muchos pecados, y la gravedad de ellos.
El no perdonar conduce a la ira, la ira al
resentimiento, el resentimiento a la amargura, y la amargura al
odio.
De forma física, el no perdonar puede causar:
o
Úlceras,
insomnio, temores, inseguridades, tristeza, depresión crónica.
Y que esto
nos lleve al uso de medicamentos para combatir estos males.
Este estado del alma, alejada del perdón, también se
desbordará en las relaciones familiares y sociales...
El no perdonar puede causar estragos a nivel:
o
Físico,
psicológico, emocional, social, moral y espiritual.
¡Retener el perdón es un lento auto suicidio!
Leemos en las cartas de san Juan:
o
¿Cómo
pueden decir que aman a Dios a quien no ven si aborrecen a su hermano a quien
sí ven?
Si de
forma física no podemos acercarnos a la persona, entonces recemos intensamente por
la persona que nos ha ofendido. Al hacer esto, habremos emprendido
el buen camino.
Muchos de los mártires pedían por sus perseguidores y
les perdonaban.
Que este poderoso ejemplo de los santos nos ayude a
alcanzar la victoria sobre el orgullo y resentimiento que nos encadenan para no
perdonar.
Es de alto valor meditar sobre la cruda realidad de
las cosas últimas, que son:
o
La
muerte, el juicio, el cielo y el infierno.
Imaginémonos esto:
o
¿Acaso
nos gustaría estar en el lecho de muerte y estar aferrados al coraje,
resentimiento y odio hacia alguien?
Tomemos un paso más:
o
¡Qué tal
si fallecemos en ese estado!
o
¿Por qué
no sabemos cuándo el Señor nos va a llamar?
Ahora, pensemos en que inmediatamente después de
morir, estaremos ante el tribunal de Dios, delante de nuestro Señor
Jesús.
Recordemos las
palabras de san Juan de la Cruz, el místico español:
o
“En el
ocaso de nuestra existencia, seremos juzgados sobre el amor”.
¡Cuando todo el odio del mundo se descargaba sobre su
Hijo amado!:
o
Nuestra
Señora estuvo horas parada debajo de la cruz.
o
María ni
por un instante se dejó llevar por el coraje o resentimiento contra aquellos
que despiadadamente habían matado a su Hijo.
o
Al
contrario: “Ella rezó por ellos con más fervor”
Publicada en “Cartas al Director,
Tu voz en la red” Digital 14 febrero de
2016
Publicada en DIARIO DE ÁVILA Digital 15 febrero 2016
Publicada en Diario de
Burgos 15
febrero 2016