454 Cuando la fragilidad baila
Desde 1964 Isabel Albors es profesora de ballet en Barcelona,
en Santa Cecilia, su propia escuela, pero a mediados de los noventa descubrió
el que ha sido el mejor proyecto de su carrera, cuando algunos niños con necesidades
especiales empezaron a ser alumnos de Santa Cecilia.
Aunque ser madre de cinco hijos y directora de la
escuela de danza le dejaba poco tiempo para otras actividades, Isabel siempre
tuvo una gran inquietud por ir más allá en su entorno profesional.
Años antes de empezar a trabajar con estos niños ya se
interesaba por la anatomía y la psicomotricidad:
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“Empecé a estudiar y a hacer cursos, en el Instituto Médico del Desarrollo
Infantil de Barcelona, y en la Universidad de Zaragoza, para aprender sobre
desarrollo motor y cognitivo y poder detectar en mis alumnas de ballet si algo
no iba bien: los pies, la espalda, la vista...”.
Después, aceptó una propuesta para dar clases de
motricidad en un parvulario. Por eso, cuando los primeros niños con necesidades
especiales llegaron a Santa Cecilia, Isabel llevaba décadas estudiando y
trabajando sobre ello.
El primero en llegar fue Álex, que padecía parálisis
cerebral:
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Tenía 4 años y le habían dado el alta médica con la recomendación de que
hiciera rehabilitación. Su madre, enfermera, conoció casualmente Santa Cecilia.
Al principio, a Maribel le pareció extraño llevar a su hijo a rehabilitación a
una escuela de danza, pero lo que le convenció definitivamente fue que, después
de una primera entrevista, aquella profesora de ballet había leído todo lo que
había encontrado sobre parálisis cerebral y diseñado unos ejercicios especiales
para el niño. A los 23 años, Álex sigue acudiendo semanalmente a su terapia.
“Nosotros no damos el alta”, dice Isabel.
En el caso de Jordi, un bebé recién operado de espina
bífida:
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Los padres llegaron con el material facilitado por los especialistas, que
anunciaba incontinencia, retraso cognitivo, silla de ruedas...
La respuesta de Isabel fue:
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“Vamos a aparcar los libros y nos ponemos a trabajar; cuando vaya
apareciendo cada obstáculo ya buscaremos soluciones”.
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Ahora Jordi está acabando los estudios de secundaria y las únicas ruedas
que utiliza son las de la bici.
La acogida cariñosa y la
profesionalidad caracterizan el estilo de Santa Cecilia:
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“Yo no los busqué. Vinieron y les acogimos”
Ella insiste en afirmar que todo fue providencial:
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“Es Dios el que ha hecho que, en los últimos veinte años, la escuela de
danza haya visto pasar a más de sesenta criaturas con algún tipo de
discapacidad. Yo nunca los busqué. Y cada vez vienen más”.
Para el caso de una niña con un síndrome muy especial,
que no hablaba, Isabel buscó información en una editorial especializada y allí
le dijeron:
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“Con lo que usted sabe, hágale un traje a medida”.
Y este ha sido su enfoque:
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“Cada niño es un mundo, no se puede generalizar”.
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“Hay que ir a fondo, con tranquilidad, trabajando”.
·
“Pensar qué le iría bien a cada uno, buscar”.
El acompañamiento es
importante en todos los niveles, incluso en el modo de movilizar a un niño.
Es muy importante también
acompañar a las familias:
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“Casi siempre se trata del primer hijo”.
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“Para los padres, la noticia es dura”.
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“Se truncan las ilusiones, los pronósticos son generalmente negativos”.
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“El futuro parece insalvable”.
La filosofía de Isabel Albors es:
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“No dejarles solos, trabajar duro y ver en cada momento qué se puede hacer”.
He insiste. Se trata, sobre todo, de que los padres se
sientan acompañados:
·
“Es un acompañamiento más humano que profesional: alguien sufre como tú,
piensa qué le iría mejor, te llama con un cómo estáis”.
Y luego está el coste económico de los centros de
rehabilitación, que para muchas de estas familias es una dificultad insalvable.
Por eso hasta hace dos años Santa Cecilia ofrecía el servicio de forma
gratuita, porque una familia con un niño enfermo y sin recursos se siente
doblemente sola. Ahora, ante la avalancha de chicos que necesitan atención, se
pide a las familias que puedan que contribuyan con una pequeña cantidad.
Isabel nos dice:
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“Detrás de cada chaval hay una familia, mucho sufrimiento... A mí, la
capacidad de acogerlos y de amarlos me viene de Dios, no es mía”.
Isabel comenzó a asistir, hace dieciocho años, a unas
reuniones de formación cristiana que organizaba el Opus Dei:
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“Porque hay que tener fuerte el alma. La Obra te va formando, mimando, para
que puedas dar fruto. Te recuerda que cualquier pequeña cosa que puedas hacer
por alguien de tu entorno ya cambia el mundo. Es como la fuerza de la oración,
que no se ve, pero está”.
Cuando empezó esta labor, a principios de los 90, la
escuela tenía 120 alumnas de ballet e Isabel era la única profesora. Ahora,
cuenta con varios locales, un equipo que incluye varias fisioterapeutas y una
psicóloga que comparten su visión y:
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130 estudiantes de ballet.
·
120 alumnos de kárate.
·
Y 30 niños y adolescentes de educación especial.
Una bella historia, pero
estas bellas historias vienen tras muchos años de trabajo concienzudo y
constante. Muchos años de estudio, de información; años en los que se combinan
las victorias y las derrotas. Y tras estas historias, en la mayoría de los
casos, hay grandes amores. Un amor esencial y prioritario a Dios y un amor al
ser humano, a la persona de la cual sabemos cuál es su dignidad y su grandeza.
Y también en muchos casos, tras todo esto, hay una
institución; una institución que empuja, que anima, y que en los momentos de
debilidad nos dice: adelante, vale la pena, continúa … Una institución que se
llama: Opus Dei.
Por lo tanto adelante, todos adelante: la institución,
la persona, la escuela de baile y los niños y niñas que en su fragilidad tanto
necesitan.
Además los niños y niñas, aquí, son lo importante.
Ellos, con su tozuda constancia:
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“Hacen posible
que su manifiesta fragilidad baile”
Y que las
lágrimas de sus seres queridos, al verlos, se deslicen dulcemente y con tierna
emoción por sus rostros.
Y esto se
realiza cuando a las entrañas del amor se le descubre su belleza.
Publicado en
Forumlibertas.com “La firma” 24 de
febrero de 2016
Publicada en “Cartas al Director,
Tu voz en la red” Digital 1 marzo de 2016
Publicada
en Diario JAÉN 5 de marzo 2016