1 Beatificación de Álvaro del Portillo
El Papa Francisco ha decidido beatificar a Don Álvaro del Portillo primer
colaborador de San Josemaría fundador del Opus Dei. Don Álvaro participó muy
activamente en el Concilio Vaticano II y era muy querido por los papas: Juan
XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II. Don
Álvaro del Portillo nació en Madrid, el 11 de marzo de 1914, era tercero de
ocho hermanos, pertenecía a una familia cristiana. Era Doctor Ingeniero de
Caminos y Doctor en Filosofía y en Derecho Canónico. En 1935 se incorporó al
Opus Dei y vivió con fidelidad plena su vocación, mediante la santificación del
trabajo profesional y el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano, además
en sus primeros años desarrolló una
amplísima actividad apostólica entre sus compañeros de estudio y con los
colegas de trabajo. Después fue uno de
los tres primeros sacerdotes del Opus Dei, permaneciendo siempre al lado del
fundador y cuando murió el fundador fue su primer sucesor. Cuando murió Don Álvaro,
Juan Pablo II acudió a rezar ante sus restos mortales y lo hizo para
agradecerle su fecundo servicio a la Iglesia y su fidelidad permanente al Papa.
Se le ha definido como el hombre bueno y fiel. Tenía una personalidad sencilla,
amable, cercana y cariñosa. Una anécdota nos muestra que los caminos de Dios no
son los caminos del hombre: “de joven él quería estudiar Derecho, pero no lo
hizo pues pensaba que escogiendo esa carrera tenía que estar en continuo trato
con la gente, podíamos decir que tenía que representar mucho y hablar mucho, y
entonces eligió Ingeniero de Caminos”.
Después Dios dispuso otra cosa y se dedicó de lleno al Opus Dei al que amo con
todas sus fuerzas, desde el año 1975 fue su Presidente General después su
primer Prelado y por lo tanto tuvo que representar al Opus Dei en el mundo
entero, su timidez fue su grandeza, su sencillez su bandera, los caminos de
Dios son distintos de los caminos de los hombres. A mí me emocionó
especialmente la carta que dirigió a los miembros del Opus Dei cuando acababa
de morir San Josemaría: detalles, sentimientos, emociones, vivencias, pautas
para seguir caminando, fidelidad, cariño… Era la carta de un hijo que acababa
de perder a su Padre, pero era también la carta de un Padre que tenía muchos
hijos a sus espaldas a los que amar, a los que dirigir, a los que aconsejar, a
los que prevenir… Yo siempre vi en él: al Padre. El Padre, que coge la herencia recibida y sabe que él es un
simple transmisor de este gran tesoro, él sabe que no es el artista, el arte
viene de Dios a través de San Josemaría, él tiene que transmitir, solo transmitir.
Él, embebido siempre estaba en la palabra de San Josemaría, se le veía absorto
en lo que ”Escrivá” decía, vivía continuamente el misterio de su vocación y
profundizado en el misterio él entendió perfectamente su misión de eslabón de
una cadena importantísima y trascendente. Por eso aunque cuando murió San
Josemaría le costó trabajo ser el Padre por su humildad y su sencillez, sin
embargo sabía perfectamente lo que tenía que hacer: transmitir, con talento y
fidelidad, la rica y novedosa herencia recibida. Don Álvaro será en su día
santo por la absoluta, rigurosa y plena fidelidad a la vivencia, transmisión y
enriquecimiento de un carismático mensaje. Un carismático mensaje llamado Opus
Dei
Publicado en Forumlibertas.com 9 de septiembre de 2013
09/09/2013 - Cartas de los lectores
La beatificación de Álvaro del Portillo
Rafael Gutiérrez Amaro
Don Álvaro del Portillo El Papa Francisco ha decidido beatificar a Don Álvaro del Portillo primer colaborador de San Josemaría fundador del Opus Dei. Don Álvaro participó muy activamente en el Concilio Vaticano II y era muy querido por los papas: Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II. Don Álvaro del Portillo nació en Madrid, el 11 de marzo de 1914, era tercero de ocho hermanos, pertenecía a una familia cristiana. Era Doctor Ingeniero de Caminos y Doctor en Filosofía y en Derecho Canónico. En 1935 se incorporó al Opus Dei y vivió con fidelidad plena su vocación, mediante la santificación del trabajo profesional y el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano, además en sus primeros años desarrolló una amplísima actividad apostólica entre sus compañeros de estudio y con los colegas de trabajo. Después fue uno de los tres primeros sacerdotes del Opus Dei, permaneciendo siempre al lado del fundador y cuando murió el fundador fue su primer sucesor. Cuando murió Don Álvaro, Juan Pablo II acudi! ó a rezar ante sus restos mortales y lo hizo para agradecerle su fecundo servicio a la Iglesia y su fidelidad permanente al Papa. Se le ha definido como el hombre bueno y fiel. Tenía una personalidad sencilla, amable, cercana y cariñosa. Una anécdota nos muestra que los caminos de Dios no son los caminos del hombre: “de joven él quería estudiar Derecho, pero no lo hizo pues pensaba que escogiendo esa carrera tenía que estar en continuo trato con la gente, podíamos decir que tenía que representar mucho y hablar mucho, y entonces eligió Ingeniero de Caminos”. Después Dios dispuso otra cosa y se dedicó de lleno al Opus Dei al que amo con todas sus fuerzas, desde el año 1975 fue su Presidente General después su primer Prelado y por lo tanto tuvo que representar al Opus Dei en el mundo entero, su timidez fue su grandeza, su sencillez su bandera, los caminos de Dios son distintos de los caminos de los hombres. A mí me emocionó especialmente la carta que dirigió a los miembros de! l Opus Dei cuando acababa de morir San Josemaría: detalles, se! ntimient os, emociones, vivencias, pautas para seguir caminando, fidelidad, cariño… Era la carta de un hijo que acababa de perder a su Padre, pero era también la carta de un Padre que tenía muchos hijos a sus espaldas a los que amar, a los que dirigir, a los que aconsejar, a los que prevenir… Yo siempre vi en él: al Padre. El Padre, que coge la herencia recibida y sabe que él es un simple transmisor de este gran tesoro, él sabe que no es el artista, el arte viene de Dios a través de San Josemaría, él tiene que transmitir, solo transmitir. Él, embebido siempre estaba en la palabra de San Josemaría, se le veía absorto en lo que ”Escrivá” decía, vivía continuamente el misterio de su vocación y profundizado en el misterio él entendió perfectamente su misión de eslabón de una cadena importantísima y trascendente. Por eso aunque cuando murió San Josemaría le costó trabajo ser el Padre por su humildad y su sencillez, sin embargo sabía perfectamente lo que tenía que hacer: transmitir, con t! alento y fidelidad, la rica y novedosa herencia recibida. Don Álvaro será en su día santo por la absoluta, rigurosa y plena fidelidad a la vivencia, transmisión y enriquecimiento de un carismático mensaje. Un carismático mensaje llamado Opus Dei.