4ª.— Senderos divinos.
4ª.—
Senderos divinos.
Decirle
a Dios sí
1.Tenemos que decir que si para que el auténtico amor
llegue a nuestra vida en plenitud.
2.Tenemos que decir que si para descubrir la belleza escondida en este mundo lleno de
sorprendentes fantasías.
3.Tenemos que decir que si para cumplir la santa voluntad
de nuestro amado Dios.
4.Tenemos que decir que si para que el inmaculado amor de
María penetre intensamente en nuestras
almas.
5.Tenemos que decir que si para que nuestra alma goce recreándose en la dicha poseer la plenitud de la verdad.
6.Tenemos que decir que si para poder reencontrarnos con
la felicidad escondida en los acontecimientos sencillos de cada día.
7.Tenemos que decir que si para poder experimentar
gozosamente la promesa de una tierra nueva y de un cielo nuevo.
8.Tenemos que decir que si para no perder nunca la
ilusión, la verdadera ilusión que en Dios tiene su principio y en Él su fin.
9.Tenemos que decir que si para
con mirada limpia maravillarnos ante la impresionante belleza del rostro tan
amado de nuestra Madre querida.
10.
Tenemos que decir que si para que
la paz de nuestro Dios invada nuestra alma dándole el incomparable gozo de lo
eternamente perdurable.
11.
Tenemos que decir que sí:
·
Para que el amor nos inunde
·
La felicidad nos colme
·
La belleza nos envuelva
·
La paz nos aliente
·
La verdad nos conduzca
·
La vida nos posea
·
La gracia nos santifique
·
La eternidad nos reclame
·
El cosmos nos envidie
·
La creación nos respete
·
Y Dios nos entregue la inmensidad
perdurable hasta el fin de los tiempos
de todos sus dones
12.
Tenemos que decir que si porque ni ojo vio, ni oído oyó
lo que Dios tiene preparado para los que
le aman
13.
Tenemos que decir que si para no ir
tras la felicidad temperamental que se
desvanece ante cualquier adversidad y por el contrario caminar tras la felicidad
que tiene sus raíces bien anclada en el profundo misterio de nuestro Dios y
Señor Jesucristo.
14.
Tenemos que decir que si para huir
con prontitud y plena decisión de la tibieza, cruel enemigo que provoca la
decidía y la dejadez más heladora en el recinto sacro de nuestra alma
15.
Tenemos que decir que si para poder
irnos desplegando poco a poco de los placeres mundanos de ir con firme decisión
a la búsqueda del inconmensurable placer escondido en la intensa vivencia de
los valores eternos
16.
Tenemos que decir que sí porque con
Dios vivir vale la pena. Sin él predomina la pena, la tristeza en el claroscuro
de la vida.
17.
Tenemos que decir que si para
caminar por el sendero de la vida con el corazón henchido de alegría
18.
Tenemos que decir que si para que
inmersos en la felicísima experiencia de lo divino podamos gozar en plenitud de
la dicha sobreabundante que de Dios emana
19.
Tenemos que decir que si para que
la sabia Santa que nos viene del Divino Maestro recorra todo nuestro ser,
renovando así cada instante las ansias de amor verdadero que anidan en nuestro
corazón de enamorados.
20.
Tenemos que decir que si para que
nuestra alma no sea nunca tierra de cultivo en la que se instalen virus de
putrefacción dispuestos a envenenar todo nuestro ser, sino que ella sea un instrumento
de nuestro inexorable y decidido caminar hacia la Eterna morada, creada por
nuestros Dios para todos y cada uno de los hombres.
21.
Tenemos que decir que si, para que
seamos capaces de descubrir tras los nubarrones el sol, tras la oscuridad la luz, tras los acontecimientos al Sumo
Hacedor y tras las criaturas débiles e indefensas al Creador Todopoderoso y
Eterno.
22.
Tenemos que decir que si para
desligarnos audazmente y decididamente de lo pasajero de lo intrascendente, de
lo terreno y atarnos como única tabla de salvación al Eterno Don que mana de la
sublime sabiduría de nuestro único Dios y Señor.
23.
Tenemos que decir que si para que
de esta manera seamos capaces de conquistar el mundo para Dios, de poner a
Cristo en la cumbre de toda nuestra vida: que Él sea el centro, el protagonista principal de nuestra
apasionante historia de amor.
24.
Tenemos que decir que si para poder
hacer de nuestro cotidiano acontecer, de nuestra actividad diaria, de nuestras
ocupaciones un servicio; un servicio de amor, para que todos detecten a través
de él, la magnitud grandiosa de nuestra entrega y la grandeza inconmensurable
del fin.
25.
Tenemos que decir que si para que
día a día podamos ir descubriendo a Dios en la contradicción, en la adversidad,
en el sufrimiento, en la enfermedad y hasta en la misma muerte. Pues la muerte
además de ser desgarro cruel que nos separa definitivamente de lo terreno, es
una puerta grande que se abre a la definitiva vida del cielo. Es la liberación
que se abre a la única esperanza.
26.
Tenemos que decir que si para
desterrar de nuestra vida el apego a las desordenadas pasiones, que nos aíslan
y nos separan para nuestra desdicha del único, grande y auténtico bien: Dios.
27.
Tenemos que decir que si para que
aupados por la vida divina que Dios ha puesto en nuestra alma, alcancemos a
entender siempre la magnitud
trascendente de toda nuestra vida, que debe siempre estar envuelta en la
vivencia incondicional de la suprema realidad de Dios: alfa y omega, principio
y fin.
28.
Tenemos que decir que si para que
nuestro ejemplo sea luz y antorcha, sea sendero seguro, sea brújula
orientadora, sea para todos el camino certero
29.
Tenemos que decir que si para
contagiar con nuestra vibración a todo aquel que se encuentra a nuestro lado,
entregándole la dicha emotiva de una
vocación vivida fielmente, hasta el:
"todo está consumado por amor".
30.
Tenemos que decir que si para que
Dios sobreabundantemente colme nuestra sed insaciable de felicidad y de a
nuestra vida el dulce sabor de lo divino.
31.
Tenemos que decir que si para que
en nuestra vida recorramos la senda adecuada, lejos de inseguridades, de
inquietantes incertidumbres, de dudas tenebrosas con las que perdemos la paz.
32.
Tenemos que decir que si para
meternos, paso a paso, en la misteriosa inmensidad de Dios, que a la vez es Padre,
Hijo y Espíritu Santo; no deja de ser lo uno y a la vez es lo otro, siendo esto
un inconmensurable misterio: ¡Pero de amor!
33.
Tenemos que decir que si para gozar
de la dicha insondable que proviene del inmenso tesoro que encierra la
sabiduría divina.
34.
Tenemos que decir que si para poder
descubrir en cada ser humano la Divina imagen del Creador y de esta manera
actuar con el convencimiento certero de que todos hay que ganarlos para la Vida
Eterna: dicha entre las dichas, don entre los dones, culmen supremo del existir
humano.
35.
Tenemos que decir que si para
descubrir la brillante belleza del resplandor divino que da luz y calor, que da
"impetuosamente" vibración encendida a nuestras vidas, que abraza
nuestros sentidos orientando todo nuestro ser al encuentro soberano con su
Divina Majestad.
36.
Tenemos que decir que si para que
el fuego abrazador de un Dios que apasionadamente nos ama llegue a nuestra alma
y nos transforme, convirtiéndonos en celosos seguidores de tan excelso y digno
Señor, que por pasión amorosa nos ha dado el aliento embriagador de su divina
vida.
37.
Tenemos que decir que si para que
encendidos en el amor infinito Dios que es Padre, descubramos el significado trascendente de
nuestro, tantas veces anodino, cansino, y rutinario existir.
38.
Tenemos que decir que si para que
el perenne entusiasmo de la pasión amorosa nos transforme y nos haga fieles
seguidores, cumplidores comprometidos, amantes fervientes.
39.
Tenemos que decir que si para que
sellados a fuego con el distintivo especialísima de la gracia Divina, seamos
capaces de romper fugazmente con la debilidad de lo transitorio y
alcancemos la majestuosidad
inconfundible de lo Eterno.
40.
Tenemos que decir que si para dejar
de arrastrarnos con la repugnante pesadez del más rastrero de los reptiles y levantar
el vuelo hacia las alturas, bien alto, en donde se divisan las estrellas, en
donde la cima de la cumbre se palpa y donde se respira el aire puro de la
auténtica vida. Allí, en lo alto, lejos de lo mundano, se descubren las
maravillas de Dios