238 Martes
Santo en Sevilla.
Martes Santo. Sevilla se viste de gala para, como
cada tarde, recibir sus cofradías. Sol espléndido, olor a azahar. Primavera
deslumbrante y acogedora. Bullicio. Ilusión en los semblantes. Las gentes
deambulan buscando el lugar adecuado para ver aquel Cristo, aquélla Virgen,
este paso, aquellos Nazarenos. Todo pasa de prisa.
A primera hora de la tarde entra en el Triunfo la
hermandad del Cerro, su barrio acompaña el cortejo, la Virgen de los Dolores
encumbrada de hermosura por el amor de los suyos llega presurosa. Cuanto amor y
cariño se descubre en cada gesto, en cada movimiento, en cada cita.
Le siguen con austeridad penitencial los Javieres
¡ellos! de negro riguroso salen desde su sede de Omnium Santorum. La calle
Feria se viste de luto. La Virgen de Gracia y Amparo le precede. Ella llora
desconsolada y descubre, entre el dolor, el amor de sus hijos sevillanos.
Tras ellos San Esteban. El único Cristo que llora
en Sevilla. Las lágrimas caen por sus mejillas. Sentado, abatido, humillado,
dolorido, sentenciado. Y tras Él, el desamparo de la Madre, la tristeza amarga
de una Virgen guapa ¡guapa y guapa!
Y tras este impresionante cortejo de amor y
hermosura el rigor de los Estudiantes. El Cristo de la Buena Muerte, de Juan de
Mesa, pasa. Caen las sombras de la noche en el atardecer sevillano. Los
hachones de luz alumbran el rostro del Cristo ajusticiado. Nazarenos de ruan
negro pasan y pasan, una fila interminable que acompañan con cariño a este, su
Señor, que acaba de morir. Tras él, María, María de las Angustias,
Sevillanísima, guapa, en un trono sorprendentemente bello. Aquí todo llama: al
recogimiento, a la oración, al enamoramiento de las realidades divina.
Silencio. Mucho silencio. El alma: reza.
Y ahora, desde lejos, desde el barrio de la Calzada
llega la hermandad de San Benito. Tres pasos. Tres encuentros: del hombre con
Dios o de Dios con el hombre. Castillo Lastrucci deja su impresionante sello en
esta genial obra del primer paso. Pilatos nos muestra a Jesús y Jesús definitivamente
es sentenciado. Belleza. Grandeza. Emoción. Reflexión y pena. Pena pues Jesús,
nuestro amado Jesús es injustamente condenado a muerte. Tras Él, el Cristo de
la Sangre, bella talla que de nuevo nos recuerda la donación completa de
Cristo. Cristo en la Cruz lo dio todo. Y Sevilla lo sabe y puesto que lo sabe
lo contempla. Y tras el Cristo, la Virgen. La Virgen de la Encarnación
Coronada. Ella “pasea” en un entorno procesional: de inmensa belleza, de
oración, de sintonía plena con el más puro arte costumbrista y sevillano.
Y en este espléndido Marte Santo ¡cómo no! La
Candelaria, la Madre llena de encanto, la buena Madre que desde San Nicolás
recorre Sevilla. Los jardines de Murillo se visten de gala. El cortejo blanco
llena de brillo luminoso la tarde de esta semana especialmente Santa. Le
antecede el Cristo de la Salud. Un Cristo con la cruz a cuestas, el más pequeño
de nuestra semana Santa.
Y en la noche, desde San Lorenzo un Cristo que
camina de espaldas. Él está siendo abofeteado por estar cargando con la
ignominia de una culpa no cometida. Es la traición, la desfachatez inhumana de
una cruel y escandalosa traición. De espaldas recorre Sevilla y de espaldas
perdona nuestro pecado y acepta su sentencia. Y tras Él, de nuevo María. Su
dulzura le acompaña, su amor se esparce a raudales en nuestros corazones. Es el
Dulce nombre de María, es esta bella imagen que inunda de grandeza emotiva
nuestras vidas.
Y como colofón a este brillante Martes Santo,
Santa Cruz. La Cruz de Cristo y el dolor de la Madre. La cruz que viene de un
barrio tan sevillano que lleva su nombre y siguiendo sus pasos los Dolores, los
dolores de una Madre que con Sevilla sabe sufrir. Cualquiera que contempla este
Cristo y su maravilloso paso descubre que Sevilla sufre con Cristo y que Cristo
sufre con Sevilla. Y es que Cristo, ante todo, se preocupa por el ser humano
donde esté y como éste. El ser humano es la preocupación y la ocupación de un
Dios que nos ama hasta derramar a través de Jesús toda su sangre.
Cristo de Santa Cruz, desde Sevilla y para el
mundo, ruega por nosotros.
Publicada
en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital 19 abril de 2015