366 El bullying
suicida.
De la cadena de TV Trece noticias he recogido la
información cuyo relato les cuento: Al amanecer, como otro cualquier día de la
vida madrileña, en un hogar familiar de
esta gran urbe, la madre se levanta presurosa y despierta a su hijo que tiene
que ir al colegio; ella, mientras que el niño se prepara, se asea; el niño
tiene once años.
El niño, una vez arreglado, da algunas vueltas por la habitación, parece
algo nervioso, explica su madre que oye
el ruido, al rato sale de la habitación y se dirige a la cocina y desde la
ventana se tira al patio de luces, es un quinto piso, el niño muere al
instante.
Y me pregunto: ¿Cómo es
posible que un niño de once años, que apenas ha comenzado a vivir, tenga un
sufrimiento tan intenso como para suicidarse sin más? Esto no entra fácilmente
en el entendimiento de los adultos, pero así fue desgraciadamente: para
aquella madre, para aquella familia y
para su entorno de amigos y compañeros. El atroz sucedido llena de conmoción al
vecindario.
Horas después, para
consolarse de aquella terrible desgracia, entra la madre en la habitación y
encuentra sorprendentemente una carta de su hijo para ella y para su marido. En
ella les explica el motivo de su suicidio indicando que no podía ir ya más al colegio
porque allí lo pasaba muy mal; después les pide perdón a los padres por lo que
iba a hacer, consciente del sufrimiento que les iba a causar y se despide. La
madre llora desconsolada y deja caer sus lágrimas sobre aquel tristísimo
escrito de su hijo. Relee la carta una y otra vez, sin poder dar crédito a lo
sucedido, y menos aún a aquella carta escueta y contundente; y se interroga
sobre cuál ha sido su error como madre para que este hecho tan doloroso le haya
sucedido a su pequeño hijo.
Posteriormente la familia aturdida pide al colegio una
explicación, y tras las averiguaciones les indican que el niño era víctima de
acoso escolar en el recreo. Aparentemente nadie se dio cuenta de la gravedad de
los hechos que tenían lugar, un día y otro, en el colegio: ni sus compañeros,
ni sus profesores, ni ninguna otra persona; su familia tampoco detectó nada anormal, ni sus amigos.
Pero el niño, de esta triste historia de la vida madrileña, se nos fue al cielo.
Se nos fue simplemente por la maldad de
otros niños cuyo juego consistía en disfrutar: molestando, fastidiando y
burlándose de su compañero.
En muchas ocasiones, por desgracia y cada vez más, suceden estos acosos y estos maltratos; y suceden en
los colegios, pero después continúan en la calle y, más peligroso aún, a través de las redes
sociales.
Y me pregunto: ¿Qué podemos
hacer? ¿Cómo podemos llegar: al Ministerio de Educación, a las Autonomías y a
los Colegios para impedir que esto suceda? ¿Cómo podemos hacer para que los niños
tomen conciencia de sus malas acciones y rectifiquen? Piensa, reflexiona y actúa.
Las ultimas noticias de este
hecho es que no se ha confirmado aún el acoso; aunque personalmente opino que
lo ha tenido que haber, pues sino es muy difícil de entender todo, incluso con
la variante de que el niño era sobre dotado.
Publicada
en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital 27 de octubre de 2015