486 El
ciberacoso escolar
M. Ángeles González en “maguisado@diariosur.es” ha
realizado un trabajo exhaustivo sobre el acoso escolar en internet, también en el Juzgado de
Menores de Burgos la magistrada Blanca Subiñas trabaja sobre ello; y, yo, como profesor y como padre,
dados mis conocimientos al respecto, básicos al menos, quiero colaborar,
acentuando y matizando si es necesario las experiencias de M. Ángeles y Blanca.
Para comenzar indico que los casos de acoso escolar
que saltan a los medios de comunicación son tan solo la punta del iceberg de un
fenómeno cada vez más extendido y que está presente en casi todos los centros
escolares. Esto ya en sí mismo es grave y bastante lamentable. Así lo advirtió también
en estos días la letrada Isabel Ferrer durante unas jornadas sobre “Acoso
escolar” celebradas en el Colegio de Abogados de Málaga.
Ante la sensación de impunidad y de desprotección de
las víctimas, esta experta en acoso escolar apostó por tipificar penalmente
estas conductas y establecer un protocolo de actuación en todos los centros
escolares para que se actúe de inmediato.
Por supuesto es un problema gravísimo porque tiene
consecuencias mucho más dañinas que el acoso físico. Van aumentando mucho más
los casos en Internet que los que ocurren en los colegios.
Esto sucede también porque el ciberacoso es una
agresión mucho más fácil, porque le permite al acosador un supuesto anonimato, aunque
en realidad no es así. Además, en estos casos el agresor no reflexiona a la
hora de actuar. Cuando un niño va a dar una patada, empujar o insultar a otro
en el recreo tiene que mirar alrededor, ver si no hay profesores... es decir,
utiliza una serie de medidas de precaución para salvaguardarse las espaldas;
espaldas que aparentemente en el caso de un acoso cibernético no existen. En
Internet no existe ese rato en el que el agresor duda de si hacer o no un acto
violento; y eso de entrada aumenta la peligrosidad.
Las nuevas tecnologías también permiten una difusión
inmensa e inmediata del daño y además se puede actuar las 24 horas del día.
La víctima de un ciberacoso no tiene dónde refugiarse
para alejarse del acosador, ese es el gran problema. Cuando un niño es agredido
en las puertas del colegio de alguna manera puede protegerse, pero en el ciberacoso
no hay un entorno de protección.
Los centros educativos deberían tener protocolos de
actuación para estos casos. Los tutores y los colegios conocen cuando existe un
acoso escolar y en cuanto surgen los primeros atisbos de que puede haber un
caso, deben actuar de inmediato.
Y no se actúa,
porque en muchos casos no se ven claramente las pruebas y los centros no
se la juegan o no se la pueden jugar; a veces, no siempre, no se implican lo
suficiente.
En el caso del acoso ponen la excusa, para no actuar,
de que son cosas de niños.
Y sobre el ciberacoso, la justificación, a veces
cierta, es que como no se hace dentro del colegio ellos no son responsables. Y
eso, hay casos, en los que podría ser un gravísimo error.
No hay conciencia clara, tanto a nivel de colegios
como de familias, de que hay que estar muy pendientes de estos casos.
Al ciberacosador le gusta y se recrea en esas ventajas
que le da la Red:
·
“El anonimato, la inmediatez, el daño, la difusión inmediata de las
vejaciones...”
Es mucho más fácil acosar por esa vía.
Lo que sí es cierto es que un caso de ciberacoso ha
sido precedido, casi siempre, de un caso de acoso físico.
Hay casos en el que los padres no consiguen el apoyo
del centro escolar y tienen que cambiar a su hijo de colegio, al ver que, el
hijo, está cada vez más aislado y deprimido y no se actúa. Al cabo de un tiempo,
en la mayoría de los casos, el niño sigue siendo acosado por sus antiguos
compañeros pero ahora, más grave aún si cabe, a través de Internet.
La gran contradicción que sucede ahora mismo es que
los padres, desesperados cuando su hijo sufre un acoso, lo cambian de centro. Y lo que corresponde hacer es cambiar a los
agresores. Porqué si no así se fortalecen los agresores y las víctimas se
humillan más y más.
La actuación que se está haciendo, en la mayoría de
los casos, respecto a los temas de acoso escolar es absolutamente errónea.
Judicialmente las víctimas
de acoso escolar están protegidas porque aunque no existe la figura del ciberacoso en el
Código Penal, pero sí una serie de figuras por las cuales se pueden condenar
estas actuaciones como puede ser: las amenazas, las burlas, las injurias, las
coacciones...
Lo que pasa es que, en muchos casos, no se llega a
denunciar y es un error porque tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional
cuentan con departamentos muy competentes para este tipo de asuntos.
¿Y por qué no se denuncian? Por falta de información y por lo
delicado y traumático de estas situaciones. Mi teoría es que son tan responsables
de no actuar: los centros escolares como los padres de los niños acosadores. Ellos
saben, en muchos casos, que sus hijos están haciendo daños a otros. En los
colegios se sabe, a veces, perfectamente qué alumnos están acosando a otros. Por
la actitud que tienen se intuye cuáles son los que están humillados, que miran
para abajo y se encogen, y los que te plantan cara.
A nivel judicial habría que regular la figura del
acoso escolar y ciberacoso como un tipo penal y poner penas rebajando la edad
de responsabilidad penal. Niños menores de 14 años saben conscientemente qué
daños están haciendo.
También habría que agravar más la responsabilidad
económica de los padres y habría que hacer responsables de alguna manera a los
centros escolares una vez que se pruebe que tienen conocimiento de estas situaciones.
Las amenazas, las agresiones,
las injurias a través de las redes sociales son doblemente graves y condenables.
Además de alterar el normal estado de ánimo de una persona, provocan un daño
permanente y universal.
Porque las pruebas de ese
acoso: los insultos y las mofas en los vídeos grabados jamás desaparecen; y
porque su publicidad es global, llegan a un número incalculable de personas a
través de: Facebook, Tuenti, Twitter o Whatsapp.
Un denominador común de este
tipo de hostigamiento es que suele cometerse en grupo:
·
Son pandillas de
chicos o de chicas las que se unen para hacer un uso inadecuado de las nuevas
tecnologías con el objetivo de hacer daño a sus semejantes.
Aunque la calle, las zonas
de ocio, los chamizos o los patios del colegio y el instituto continúan siendo
el escenario en el que jóvenes se pelean, se insultan o se amenazan. Sin
embargo, las nuevas tecnologías brindan a los adolescentes otros espacios, muy
atractivos, cómodos, ocultos y malévolos, donde pueden ejercer el acoso sobre
sus compañeros de clase de las formas más diversas y sofisticadas.
Estas conductas
desgraciadamente van en aumento.
Dos son los motivos
primordiales:
·
El
primero es porque el acceso a las nuevas tecnologías se produce cada vez a una
edad más temprana.
·
Y el
segundo, porque los teléfonos móviles disponen de múltiples aplicaciones que
hacen más sencillo cometer este tipo de prácticas malintencionadas, detestables
y delictivas.
Publicada en DIARIO DE ÁVILA
Digital 8 de noviembre de 2016
Publicada en Diario de Burgos 10 de noviembre de 2016
Publicada en Diario JAÉN 18 de noviembre
de 2016
Publicada en “Cartas al
Director, Tu voz en la red” Digital
18
de noviembre de 2016