528 Canonización de Teresa de Calcuta

528   Canonización de Teresa de Calcuta  

En la plaza de San Pedro, este histórico 4 de septiembre se sentía un especial ambiente de amor alegre y de hermandad fecunda.
Más de 120.000 fieles acudieron a la ceremonia de canonización de Teresa de Calcuta.
Desde Castellón. España, y después de un viaje de más de 16 horas conduciendo, llegó el Padre Alex con algunos miembros de su parroquia. Y nos dice:
·        Yo soy sacerdote gracias a Teresa de Calcuta, su labor me tocó el corazón y fui a Calcuta:
“Y encontré una escuela de misericordia”.
Yo diría que también encontró:
·        “Un muy fresco manantial de puro y cristalino amor”.
Afirmaba San Juan Pablo II en su homilía de la misa de beatificación de la Madre Teresa, que tuvo lugar el 19 de octubre del año 2003 en la Plaza de San Pedro:
·        “Veneremos a esta pequeña mujer enamorada de Dios, humilde mensajera del Evangelio e infatigable bienhechora de la humanidad. Honremos en ella a una de las personalidades más relevantes de nuestra época. Acojamos su mensaje y sigamos su ejemplo”. 
La Madre Teresa de Calcuta es: “Una sanadora herida”:
·        “Por miles, los considerados "intocables", mueren en las calles de Calcuta a la vista de todos y sin asistencia de nadie. Pero una mujer diminuta y sin otros medios que sus propios brazos y su sonrisa, no quiso pasar de largo”.
Y dice el Papa Francisco en la homilía de la canonización:
·        “¿Quién comprende lo que Dios quiere? (Sb 9,13). Este interrogante del libro de la Sabiduría, que hemos escuchado, nos presenta nuestra vida como un misterio, cuya clave de interpretación no poseemos. Los protagonistas de la historia son siempre dos: por un lado, Dios; y por otro, los hombres”.
En muchas ocasiones, los profetas anunciaron lo que le agrada al Señor. Su mensaje encuentra una síntesis admirable en la expresión:
·        “Misericordia quiero y no sacrificios” (Os 6,6; Mt 9,13).
El Papa nos repite estas profundas palabras del apóstol Pablo:
·        “He experimentado gran gozo y consuelo por tu amor, ya que, gracias a ti, los corazones de los creyentes han encontrado alivio” (Flm 1,7).
Y continúa: Cuántos corazones confortan los voluntarios. Cuántas manos sostienen; cuántas lágrimas secan; cuánto amor derraman en el servicio escondido, humilde y desinteresado. Este loable servicio da voz a la fe. ¡Da voz a la fe! y expresa la misericordia del Padre que está cerca de quien pasa necesidad.
Y cada uno de nosotros puede decir como Teresa:
·        “Igual que el Señor ha venido a mi encuentro y se ha inclinado sobre mí en el momento de necesidad, así también yo salgo al encuentro de él y me inclino sobre quienes han perdido la fe o viven como si Dios no existiera, sobre los jóvenes sin valores e ideales, sobre las familias en crisis, sobre los enfermos y los encarcelados, sobre los refugiados e inmigrantes, sobre los débiles e indefensos en el cuerpo y en el espíritu, sobre los menores abandonados a sí mismos, como también sobre los ancianos dejados solos”.
Teresa, se ha comprometido también en la defensa de la vida proclamando incesantemente que:
·        “El no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre”.
Teresa, ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes. ¡Ante los crímenes! de la pobreza creada por ellos mismos.
La misericordia ha sido para ella:
·        La «sal» que daba sabor a cada obra suya.
·        Y la «luz» que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar. Para llorar su pobreza y sufrimiento.
Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres.
Esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión.
A Madre Teresa le gustaba decir:
·        “Tal vez no hablo su idioma, pero al menos les puedo sonreír”.
Llevemos en el corazón su sonrisa y entreguémosla a todos los que encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren. Abriremos así horizontes de alegría y esperanza a toda esa humanidad desanimada y necesitada de comprensión y ternura.

Publicada en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital 
10 de septiembre de 2016.