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El domingo y la
Santa Misa
Una de las manifestaciones más
extraordinarias del amor de Dios por los hombres es la Eucaristía. La
Eucaristía es un misterio ante el cual no tenemos más remedio que rendirnos.
Jesucristo Dios y hombre verdadero se queda con nosotros en un trozo de pan.
Parece increíble que el amor de Dios por el hombre se desborde en una acción
tan prodigiosa. Quizás en la tierra no seamos nunca capaces de descubrir la
magnitud grandiosa de este sagrado signo sacramental. Jesucristo en un momento
de la historia viene a vivir con nosotros,
ese Jesucristo por la maldad de
los hombres muere un día en la Cruz y ese mismo Jesucristo resucita al tercer
día lleno de gloria. Pero Jesucristo, que ama intensamente al hombre, quiere
ofrecerle más amor y aunque se va se queda, se queda por amor, se queda en la
Eucaristía.
La Eucaristía es el mayor don que Dios nos ha dejado. Cada día
podemos recibirlo, cada día podemos acompañarlo en el Sagrario, cada día
podemos apoyarnos en Él. Es por ello por lo que es tan importante la Santa
Misa. El papa Juan Pablo II nos insiste
en la importancia de la Misa. La Misa no es un mero recuerdo, la Santa Mis es la
repetición diaria de la entrega de Dios a los hombres. Por ello en los carteles
de todas las iglesias hay un lema escrito en grandes letras: "no hay
domingo sin misa". Para un cristiano
esto es una verdad inapelable. El domingo es el día del Señor y acompañados
y vivificados por la acción eucarística tenemos que vivirlo. No dejemos la
Misa. Acostúmbrate a decirle que si al Señor
cada domingo y te darás cuenta como tú alma encuentra la paz, el
aliento, la alegría; te darás cuenta como tú alma encuentra la magnitud
fabulosa de un Dios que ama intensamente al hombre.
Santa Misa de San Josemaría Escriva |
Carta
publicada en el diario Jaén el 5 de octubre de 2003
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