185               El domingo y la Santa Misa

Una de las manifestaciones más extraordinarias del amor de Dios por los hombres es la Eucaristía. La Eucaristía es un misterio ante el cual no tenemos más remedio que rendirnos. Jesucristo Dios y hombre verdadero se queda con nosotros en un trozo de pan. Parece increíble que el amor de Dios por el hombre se desborde en una acción tan prodigiosa. Quizás en la tierra no seamos nunca capaces de descubrir la magnitud grandiosa de este sagrado signo sacramental. Jesucristo en un momento de la historia viene a vivir con nosotros,  ese  Jesucristo por la maldad de los hombres muere un día en la Cruz y ese mismo Jesucristo resucita al tercer día lleno de gloria. Pero Jesucristo, que ama intensamente al hombre, quiere ofrecerle más amor y aunque se va se queda, se queda por amor, se queda en la Eucaristía. 
Santa Misa de San Josemaría Escriva 
La Eucaristía es el mayor don que Dios nos ha dejado. Cada día podemos recibirlo, cada día podemos acompañarlo en el Sagrario, cada día podemos apoyarnos en Él. Es por ello por lo que es tan importante la Santa Misa. El papa Juan Pablo II nos  insiste en la importancia de la Misa. La Misa no es un mero recuerdo, la Santa Mis es la repetición diaria de la entrega de Dios a los hombres. Por ello en los carteles de todas las iglesias hay un lema escrito en grandes letras: "no hay domingo sin misa". Para un cristiano  esto es una verdad inapelable. El domingo es el día del Señor y acompañados y vivificados por la acción eucarística tenemos que vivirlo. No dejemos la Misa. Acostúmbrate a decirle que si al Señor  cada domingo y te darás cuenta como tú alma encuentra la paz, el aliento, la alegría; te darás cuenta como tú alma encuentra la magnitud fabulosa de un Dios que ama intensamente al hombre.


Carta publicada en el diario Jaén el 5 de octubre de 2003

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