106 No sufrió la muerte sino que
donó la vida.
San Maximiliano María Kolbe nació en Zdunskawola (Polonia). Y vivió desde 1894 a 1941. Era el superior del mayor convento
franciscano del mundo (700 frailes), su vida fue apasionante y sencillamente insuperable,
vivió por y para el amor. “No olvidéis el amor”, son las últimas palabras de
Kolbe, al salir por la puerta de su convento, detenido por los nazis. Aproximadamente
en el año 1906, un suceso marca la vida de Maximiliano, y preocupa y
desconcierta a su madre. Ella misma relata el suceso a los pocos meses del
martirio de Maximiliano. Temblando de emoción y con los ojos anegados en
lágrimas, me contó: "Mamá, cuando me reprochaste, pedí mucho a la Virgen
que me dijera lo que sería de mí.
Entonces se me apareció la Virgen, teniendo en las manos dos coronas:
una blanca y otra roja. Me miró con cariño y me preguntó si quería esas dos
coronas. La blanca significaba que perseveraría en la pureza y la roja que
sería mártir. Conteste que las aceptaba...
Entonces la Virgen me miró con dulzura y desapareció".
En 1927 fundó la “Ciudad de la Inmaculada” para
dedicarse a toda clase de apostolado, especialmente el de la buena prensa: un
diario con 250.000 ejemplares; 250.000 copias del boletín mensual para los jóvenes;
un millón de copias del boletín “El Caballero de la Inmaculada”, y otras
publicaciones y revistas utilizando para ello los medios modernos de aquella
época: prensa, radio, cine.
"conquistar
todo el mundo, todas las almas, para Cristo, para la Inmaculada, usando todos
los medios lícitos, todos los descubrimientos tecnológicos, especialmente en el
ámbito de las comunicaciones."
Maximiliano Kolbe, murió en el campo de concentración, en el «búnker del
hambre», poniendo de relieve muy elocuentemente el tremendo drama de la
humanidad del siglo XX.
Sin embargo, el motivo más profundo de su mensaje parece ser el hecho de
que en este sacerdote-mártir se hizo particularmente transparente la verdad
central del Evangelio: la verdad sobre: “la fuerza del amor”.
Aquel “Maximiliano Kolbe” que en Oswiecim sale de la fila, para ser
aceptado como un candidato al «búnker del hambre», en lugar de Franciszek
Gajowniczek, ofreció su vida para salvar
a un padre de familia; él tomó la decisión en la que manifiesta de
manera inequívoca la madurez de su amor y la impetuosa fuerza del Espíritu
Santo, y realiza esta “dura” decisión evangélica hasta el extremo: dar la vida
por un hermano… en el campo de la muerte, en un lugar donde sufrieron la muerte
más de cuatro millones de personas de diferentes: naciones, lenguas, religiones
y razas.
Juan Pablo II, en su visita a Auschwitz, dijo: «Maximiliano Kobe hizo
como Jesús, no sufrió la muerte sino que donó la vida».
Allí murió el 14 de agosto con una inyección de ácido
fénico y luego el día 15, fiesta de la Asunción, fue arrojado en el horno
crematorio. Tenía 47 años.
En 1973 Paulo VI lo beatificó y en 1982 Juan Pablo II
lo canonizó como “Mártir de la Caridad”.
La canonización, cuya ceremonia tuvo lugar el 10 de octubre de 1982, venía precedida de gran expectativa en
cuanto a si Maximiliano Kolbe seria canonizado como mártir o como santo, pues
los teólogos y expertos de la Congregación para las Causas de los santos
consideraban que Kolbe, santo sin duda, no había sido mártir en el sentido
tradicional del término. La incógnita fue desvelada al presentarse el Santo
Padre Juan Pablo II con la vestimenta roja, color litúrgico de los mártires.
Publicada en “Cartas al Director,
Tu voz en la red” Digital 5 de junio de 2014
Publicado en Forumlibertas.com 9 de
junio de 2014