186        Vivir junto a Jesucristo

Jesús lava los pies a sus Apóstoles
Debemos de buscar con ahínco y decididamente al Señor en nuestra vida. Hemos de anhelar su compañía, su cariño, su amor. Para ello debemos de acostumbrarnos a rezar habitualmente. Todo el día ha de ser  un diálogo ininterrumpido con este Señor nuestro que nos ha dado junto con la vida todos los dones. Es bueno que  cada día nos fijemos un rato de oración, de trato con Dios; porque Dios ante todo es nuestro padre, un padre que lleno de amor nos busca en cada  acontecimiento, en cada circunstancia, en cada situación: triste o alegre. Dios quiere siempre estar a nuestro lado: nuestra vida es su vida, nuestras preocupaciones son sus preocupaciones; todo lo nuestro es suyo y todo lo suyo es nuestro. Como en la parábola del hijo pródigo Dios corre al encuentro del hombre. Hace tiempo que oí un comentario, de un "Santo" sacerdote de Jaén, que me llamó especialmente la atención: "mientras que el amor del hombre a Dios anda, el amor de Dios al hombre corre". Dios nos ama con una ternura indescriptible, por eso si abandonamos a Dios, abandonamos el más grande de nuestros tesoros, abandonamos la roca firme en la que podemos  apoyar nuestra vida; sin Dios todo es  nada, todo se acaba, todo se derrumba y junto a Dios nuestra vida por el contrario es una inmensa fortaleza, un castillo grandioso lleno de fabulosas vivencias, de enternecedoras experiencias de amor. Prueba con la oración y comprobarás la dicha, el gozo, la alegría, la felicidad y la paz del espíritu.

Publicada en el Diario Jaén el 12 de Octubre de 2003

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