457 Abrir el
corazón a la misericordia
En esta cuaresma y en este año jubilar de la
misericordia quiero dirigirme a los cofrades de Linares para hablarles de la Misericordia
como punto de referencia de su vida cristiana y cofrade.
Y quiero referirme:
·
Primero a la misericordia en lo referente a la vida personal de cada uno.
·
En segundo lugar a la misericordia teniendo en cuenta su proyección en los
demás y nuestra misión para que esa proyección sea una realidad.
·
Y en tercer lugar la trascendencia que tiene el hecho de que la
misericordia alcance todos y cada uno de los rincones de este mundo nuestro:
o
Tan tremendamente insolidario.
o
Tan tremendamente inhumano.
o
Tan tremendamente injusto.
o
Y tan tremendamente violento.
No cabe duda de que uno de los elementos prioritarios
de la Misericordia es el perdón; si no perdonamos no es posible el encuentro
amoroso con Dios que es el Padre de las Misericordias y la fuente de todo
consuelo.
Por ello quiero hace referencia a una frase que
podemos leer en las sagradas escrituras:
·
“Si cuando vas al templo, para presentar tu ofrenda, te das cuenta de que
tienes algo contra tu hermano, deja tu ofrenda delante del altar y ve antes a
reconciliarte con tu hermano y después vuelve a presentar la ofrenda”.
Dios quiere que alcancemos la misericordia recorriendo nosotros antes el
camino del perdón. El primer paso para conseguir la Misericordia de Dios es
nuestra propia misericordia con el hermano. Dios es el dador de todas las
Gracias y el que nos obtiene el gran Don de la Misericordia, pero siempre con
la condición de que nosotros seamos misericordiosos, comprensivos, generosos y
solidarios con los demás.
Los cristianos no podemos vivir anclados en la
comodidad y tampoco anclados en la mediocridad, ni en la indiferencia respecto
a los problemas de los demás. Dios y los demás forman parte de nuestra realidad
diaria.
El mundo nos necesita, y nosotros cofrades, personas
comprometidas con la realidad evangélica y con la vida de Jesucristo no podemos
permanecer indiferentes ante la miseria humana y espiritual del ser humano.
A diario, e incluso diría yo en cada instante, tenemos
que tener una actitud: activa, positiva y eficaz, para procurar alejar el mal en
sus diversas manifestaciones de este mundo nuestro tan tremendamente abatido por
las fuerzas implacables de ese terrible y abominable mal que proyecta su veneno mortal sobre todos y cada
uno de nosotros.
Y me pregunto y os pregunto a la vez:
·
¿No podemos hacer nada contra la violencia cruel y terrorífica?
·
¿No podemos hacer nada contra el hambre y la miseria humana?
·
¿No podemos hacer nada contra el odio?
·
¿No podemos hacer nada contra la corrupción?
·
¿No podemos hacer nada contra la injusticia?
·
¿No podemos hacer nada contra la: envidia, codicia, deslealtad, soberbia,
arrogancia …
¡Se nos dice! pero para que lo vivamos:
·
“Sed misericordiosos cómo vuestro Padre celestial es Misericordioso”.
Y ahora quiero
relatar un hecho relevante, relacionada con Linares, referente al sacramento de
la penitencia; sacramento a través del cual Jesús nos perdona, haciendo un
alarde de su gran misericordia y amor por el ser humano:
“A la entrada
de la madrileña Iglesia del Sacramento, actual Catedral de las Fuerzas Armadas,
el visitante puede encontrar dos confesonarios en los que se sentaron dos
santos españoles: San José María Rubio y San Pedro Poveda. En los inicios del
siglo XX, cuando pasaron por allí los dos sacerdotes, el templo formaba parte
del convento de las Bernardas, mandado construir por el duque de Uceda, valido
de Felipe III. El fundador de la Institución Teresiana: San Pedro Poveda, nació
en Linares el 3 de diciembre de 1874. Gran impulsor del apostolado seglar y de
la educación de la mujer, la Unesco ha reconocido su labor como humanista y
pedagogo. En 1921 se trasladó a Madrid al ser nombrado capellán de la Casa
Real. Fue asesinado por odio a la fe el 28 de julio de 1936.
El Padre Poveda:
·
“Desbordaba: humildad, caridad y afabilidad de trato, además de un fino
sentido del humor, aunque a la vez era hombre contemplativo, de profunda vida
interior”.
En el
confesonario aguardaba paciente a quienes querían acercarse a Dios. Allí administraba
el sacramento de la Misericordia, al que consideraría como la Eucaristía, un
cauce privilegiado del amor de Dios al hombre.
El sacramento era
ocasión no solo de consolar, sino también de ser experiencia viva de que el
Padre aguarda siempre con los brazos abiertos al hijo.
La reacción
habitual del hijo derrotado por la vida sería la desesperación, sin embargo San
Pedro Poveda repetiría en muchas ocasiones:
·
«Por grande que sea vuestro pecado, acudid siempre a la Misericordia de
Dios».
Pero es verdad
que puede costar un gran esfuerzo pasar por ese singular tribunal de la Misericordia,
en el que no se castiga al culpable sino que se le perdona.
Los santos, y
entre ellos el Padre Poveda, han confiado en estos casos como delicado y suave
bálsamo con una intercesión omnipotente, la de María”.
La fuente de este valioso relato de San Pedro Poveda
nos viene de la revista Alfa y Omega a la que agradecemos esta importante
aportación documental.
Publicada en “Cartas al Director,
Tu voz en la red” Digital 1 marzo de 2016
Publicada en la Revista Cruz de Guía en Cuaresma Marzo
Publicada en la Revista Cruz de Guía en Cuaresma Marzo